sábado, 8 de noviembre de 2025

 

 

 

 


 

 

PEPITA Y LA VIEJA MÁQUINA DE ESCRIBIR

 

     Una antigua máquina de escribir como la que se ve en la imagen tuvo en gran medida la culpa de mucho de lo que soy hoy.

 

   Recuerdo en mi infancia que mis padres siempre me llevaban a sus transacciones comerciales y en una de ellas a una oficina que estaba situada en la Plaza Porticada de Santander. Allí había una señora rubia, Pepita se llamaba, en cuanto me veía se levantaba, me cogía de la mano, me llevaba a su mesa, tomaba asiento y me sentaba sobre sus piernas delante de la máquina de escribir. Introducía un papel en blanco en la vieja máquina y me decía: Escribe. Ese fue mi primer acercamiento al mundo de las palabras, ahí decidí que quería ser secretaria, yo admiraba a Pepita.

 

   Con el paso de unos años, ya en el colegio de los Sagrados Corazones mis padres decidieron reforzar mi enseñanza con mecanografía, taquigrafía y Contabilidad, tal vez porque sabían mis aspiraciones. Y fue allí donde tomé contacto con la antigua máquina Underwood. Era muy cómoda para escribir, los dedos encajaban perfectamente en sus teclas redondas, de todas las máquinas posteriores, ella fue la más cómoda y con la que más rapidez experimenté. 

 

   Después ya en Centros especializados vinieron más asignaturas relacionadas con la Administración, y otras máquinas más modernas se dieron paso, hasta llegar a las eléctricas que ya eran todo un lujo, pues si te equivocabas podías borrarlo al momento y no andar con la vieja usanza de poner los papelitos de tiza blancos que tanta lata daban. Con la eléctrica era una pasada, solo dar a una tecla y corregir. Para mí tenía un inconveniente, que al estar acostumbrada a poner los dedos en la fila central tenía que tener mucho cuidado, pues se presionaban las teclas con mucha facilidad, ya que eran muy sensibles, con el problema que esto conllevaba, pues se marcaban las letras. Confieso que fue un incordio, posteriormente llegaron también los primeros ordenadores con aquellas cartulinas perforadas de ciclostil.  ¡Cómo han avanzado los tiempos! Hoy las nuevas tecnologías día a día se modernizan dejando rápidamente obsoletas a las anteriores.

 

   Los nuevos ordenadores son todo un lujo, están llenos de información, escribir y comunicarte es muy sencillo, nada que ver con las antiguas máquinas mecanográficas.

 

   No puedo por menos que recordar a Pepita, la señora rubia de la Plaza Porticada que en gran medida tiene la culpa de que yo sea la secretaria de la Sociedad Cántabra de Escritores.

 

   Y como no, a la vieja máquina de escribir Underwood que tan buenos momentos me dio, aún recuerdo las clases detrás del telón del escenario donde se hacían las funciones de Navidad y Fin de Año que tan entrañables eran para nosotras.

 

   Esta vieja máquina se ha quedado grabada en mi corazón junto al recuerdo de Pepita.

 

   La vida muchas veces nos depara grandes sorpresas, entre ellas como una persona a la que admiras y que con gran cariño te puso delante de una máquina de escribir por primera vez, puede cincelar en cierto modo tu destino.


Gilda Ruiloba