sábado, 14 de noviembre de 2020

 








BODAS EN EL SIGLO XVII EN VALLES PASIEGOS

 

     Los tiempos han cambiado mucho, hoy disfrutamos de comodidades y lujos que en tiempos no tan lejanos eran impensables. Concretamente en el siglo XVII en la década entre 1650 y 1660 la población en Valles Pasiegos y Cantabria en general, era muy pobre, y aunque los pasiegos siempre han tenido un carácter de superación, gran visión comercial y trataron a través de la educación de sus hijos superar estas maltrechas economías, ellos las sufrieron en sus propias carnes. Muchos de sus hijos consiguieron dejar atrás esta vida de precariedad y pobreza convirtiéndose en grandes personalidades en el mundo de la política, la iglesia y en lo militar.

      A pesar de estas carencias los pasiegos siempre han sido un icono de la libertad. Personas a las que no les ha gustado tener jefes, ellos disponían libremente de sus vidas, eran sus propios dueños y esta libertad suplía ampliamente las carencias económicas.

     Hay documentos de esta época que nos hacen conocer, por ejemplo, como eran las bodas en aquellos tiempos.

     Así nos cuentan que la novia acudía acompañada de sus padres y el novio con los testigos, generalmente, gente destacada de la comarca entre los que se podían encontrar, abogados, militares, clérigos, entre otras personas importantes. Los novios se daban la mano en señal de esponsales. Los padres de la novia indicaban la parte de su hacienda que había de aportar al matrimonio y se levantaba acta por el escribano.

     Las escrituras dotales comenzaban señalando el lugar y fecha, e indicaban en el escrito quienes comparecían ante él como testigos de ambas partes. Ante el escribano decían tener trato entre ambos y haber concertado que el novio se ha de casar y velar con la novia. Lo harán conforme al Santo Concilio de Trento en el que el matrimonio se considera como un sacramento y además como un contrato indisoluble y en señal de cumplimiento los novios se daban la mano y bebían juntos brindándose.

     Los padres de la novia para que el matrimonio tenga efecto y puedan subsistir con las cargas en mancomún, juntamente, dotaban a su hija con diferentes bienes raíces y hacían un inventario de las fincas, prados y tierras de labor. Detallaban los carros que medía cada finca y donde se encontraba ubicada. Así mismo inventariaban el ganado a dotar. Lo mismo hacían con el ajuar de la novia. En diferentes documentos he podido encontrar curiosidades como estas, que los animales diferenciaban a la clase más pudiente, a mayor número de cabezas de ganado, señal de mayor riqueza.  Además de describir los animales a entregar, también se hacía apunte, en muchas ocasiones, el ajuar de la novia. Si los contrayentes fuesen de la misma familia, los padres de la novia serían los encargados de pagar la dispensación de parentesco.

    

     En cuanto a los animales, podemos encontrar inventariados, dos gruñentes medianos, tres cabras y un lechón, esto en uno de los casos. En otro inventariado para entregar el día que se casen y velen juntos, una vaca parida o preñada con jato o jata, dos bueyes, tres lechones, dos cencilladas de yerba y los ajuares necesarios de por casa, así como las diferentes fincas y terrenos.

     Una cama de ropa, seis sábanos, dos sábanas, seis barbellares, cuatro tocas, una tabla de manteles, dos camisas, dos gorgueras, una de Ruan y otra de lienzo, dos faldas, una de estopa y una de lienzo, un vestido, una manta de Carriedo, un abantal listado de Santillana, tres garrotes, tres cestos, un baño y una tijera, una azada, una hacha, un rastrillo, una caldera, una sartén, un asador, una cuchara, un yugo con sus aparejos, un aladro con su reja, un rastro con su cunera, una arquilla pequeña de Carriedo y otra mediana de haya, una caja pequeña y un arca de roble. Con todo esto, el novio se obligaba a cumplir la palabra dada.

    

                                                             Gilda Ruiloba