domingo, 2 de febrero de 2020

















LA UTILIDAD DE LOS CUÉVANOS EN VALLES PASIEGOS

     La primera vez que vi una canastra, era yo muy pequeñita. Recuerdo que estaba en Villacarriedo, en el comercio de mi abuelo Pepe. Una señora de San Bartolo, entró con un cuévano a sus espaldas, yo los había visto muchas veces, tanto en Cayón como en Llerana de Saro, pero tan bonito como aquel, nunca mis ojos lo observaron. Era más clarito que los que yo conocía hasta entonces, de delicada construcción, sus “costillares” más anchos, pero lo que más me llamó la atención fue su vestimenta, nunca vi algo igual, estaba forrado de puntillas y fieltro de color rojo, adornado con cintas negras y tenía unos brazales de cuero por los que la señora metía los brazos como si de una mochila se tratase. En la parte superior llevaba un aro que más tarde he sabido que era de avellano e iba amarrado a dos agujeros en el cuévano. Este aro o “arquio” tenía como finalidad proteger al niño para que estuviese totalmente cubierto mediante un paño que se colocaba sobre él, de este modo se le preservaba de las inclemencias del tiempo y de igual manera pudiese respirar correctamente y evitar que la ropa cayese sobre él. También tenía como objetivo protegerle de los insectos.
     Mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar la señora con su cuévana, las mujeres que se encontraban en el comercio, incluida mi tía, se dirigieron a ella preguntándole por la niña. La señora esbozando una sonrisa hizo una maniobra, y posó la canastra en el suelo, y ahí pude ver que ese cuévano no contenía ni verde, ni leña, ni otros utensilios ¡Había un bebé!  Y esa canastra era su cunita. En Cayón nunca las vi, allí teníamos serones, cunas, cochecitos y sillas para transportar a los niños, pero no cuévanas. Mi admiración fue muy grande cuando la mamá apartó una colcha con flecos, una mantita de lana fina y una sábana con puntilla igual que la almohada. La pequeña dormía plácidamente, pero con la admiración y el murmullo de las señoras estuvo a punto de despertarse, la joven madre comenzó a balancear la canastra como cuando se mece una cuna, y es que en la base de la cuévana había dos soportes curvos en forma de media luna. Terminadas las compras, la señora volvió a poner la canastra sobre sus espaldas, la cabeza de la criatura quedaba a la altura del hombro derecho y los pies al lado izquierdo, de este modo, con un giro de cabeza podía observar a su pequeña hijita. Recientemente, hablando con mi amigo Neluco, el artesano de herramientas de madera que vivía en las montañas de Valles Pasiegos, y al decirme que también hacía canastras o cuévanos niñeros, recordé la primera vez que los vi. Nelo me decía que eran muy habituales en Vega de Pas, Selaya, y las zonas de alta montaña, pues de este modo, las pasiegas al mismo tiempo que cuidaban a sus hijos podían hacer las labores del campo, igualmente era muy cómodo cuando se hacían las mudas del ganado de cabaña a cabaña. Neluco me explicó que las canastras tienen las costillas más anchas que los demás cuévanos, los brazales son de cuero a diferencia de los otros que son de tiras de avellano trenzadas y que generalmente se fabrican de avellano o sauce, pero es más común hacerlos de avellano. Las tiras verticales se llaman “costrones” y las horizontales “costillas”. Estas canastras se utilizan para llevar a los niños hasta que tienen aproximadamente siete meses. Neluco sonreía y me decía: ¿Sabes? Antiguamente la vida de los pasiegos giraba en torno al cuévano, cuando nacían se les ponía en la canastra, para su trabajo estaban ligados al cuévano y cuando morían se les ponía en él para bajarles de las montañas. La cuévana o canastra lleva dentro unos trozos de cuero llamado “estuérdiga” o cuerdas de cáñamo sobre las que se coloca un jergón relleno de hojas de maíz (por su fácil secado) y una almohada cuyo interior es de lana. En el espacio libre entre las cuerdas que sujetaban el jergón y la base inferior, se guardaba lo necesario para alimentar y vestir al niño.
     Además de los cuévanos niñeros hay otros que también mi amigo Nelo fabricaba. Estos son: El de mayor capacidad es el cuévano “giro” “bombo” o “romeralo” en él se pueden transportar hasta cien kilos. Se usa principalmente para llevar el verde. Luego está el “coberteru” este lo usaban las mujeres para “traficar” por los mercados y en ellos transportaban los huevos, mantecas y quesos. Generalmente llevaban una “cesteña” de tela que se adosaba y sujetaba al cuévano en la parte superior con cuerdas o correas. Luego está el cuévano “trascolar” es el de menor tamaño, muy parecido al de “traficar”, pero este no tiene “cesteña” se utiliza para mudar, llevar leña u otros utensilios.