LOS
IMPUESTOS A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS
Recientemente buscando datos sobre los
impuestos en los valles pasiegos me encontré con la curiosidad de que en el
Ayuntamiento de Saro al igual que hoy, las cuentas estaban saneadas y así nos
lo cuentan allá por el año 1893. “Pocos
Ayuntamientos habrá que gocen de vida tan desahogada y próspera como el
Ayuntamiento de Saro. Sin agobiar al contribuyente en lo más mínimo, satisface
al día todas sus obligaciones y tiene sobrantes en depositaría algunos miles de
pesetas”. En aquella época era alcalde
el joven D. Aurelio Obregón y Rapado, hijo de una conocida y estimada familia
del valle. Este joven estuvo varios años en la República mejicana y consiguió
una desahogada fortuna que le permitió vivir con holgura, dedicándose al
servicio del Ayuntamiento que le vio nacer.
Por el contrario, en el Ayuntamiento de
Villafufre había un déficit de cinco mil ciento treinta y nueve pesetas con
trece céntimos, y para reparar esta deuda dispone dicha corporación con fecha
nueve de mayo de 1894 solicitar del gobierno un impuesto en aquel distrito,
sobre la yerba y la leña de todas clases que se consuma durante el próximo
ejercicio. Esto causó gran malestar entre los contribuyentes, pues no
comprendían como se podía seguir gravando a sus maltrechas economías y miserables
patrimonios, y todo por una pésima administración de lo público. Lo que nos
hace ver que el tiempo pasa, pero los errores y mala administración de nuestros
políticos siempre los paga el pueblo. “Cualquier día nos van a cobrar por
respirar, nos van a poner un contador según la estructura corporal y pulmonar
de cada individuo, y a pagar”, decían.
En la tarde del 30 de junio de 1894 llegó en “El Correo” a Santander, el fabricante de quesos que se puso al frente de la quesería de La Molina en Vega de Villafufre. Los jóvenes Agustín y Daniel Martínez, hijos de la propietaria doña Natalia García de Martínez, ya anteriormente habían anunciado las obras para la instalación de la fábrica de queso y manteca y la ubicación en este lugar, elegido entre varios, por su situación topográfica y la solidez y amplitud del edificio. Debido a la precariedad económica de dicho Ayuntamiento se le invitaba para que no se le ocurriese para saldar sus deudas “o para levantar algún muerto, matar a la nueva industria con intempestivos arbitrios”. Más bien se les incitaba a atender con preferencia la riqueza pecuaria para que sus productos llenaran las necesidades del mercado.
Conocemos también que la Administración de
Hacienda de la provincia de Santander, habiendo pasado el plazo reglamentario
que señalaba el decreto de 10 de agosto de 1893, para que los dueños y
poseedores de carruajes de lujo remitan a la administración de Hacienda de la
provincia si los han de usar ordinariamente en la capital, o al alcalde del
pueblo en que se han de utilizar, una relación por duplicado que exprese: 1º.
Número de carruajes de lujo que posean. 2º. Denominación o clase de los mismos.
3º. Número de los que han de utilizar y de los que se hayan precintados. 4º. Si
está construido para poderse enganchar en él, una sola caballería o más de una.
5º. Uso a lo que se dedica (propio, alquiler, industrial o agrícola). 6º.
Pueblo, calle y número en que están situadas las cocheras.
Hubo épocas en que las arcas públicas del
Estado estaban tan maltrechas debido a las diferentes guerras y mala
administración, reyes que relegaban en sus hombres de confianza y que en muchas
ocasiones eran muy torpes o demasiado avispados, y dejaban grandes grietas en
los erarios del Estado. Para sanear estas cuentas, y volver a llenar las arcas,
sus mentes no dejaban de trabajar pensando de donde podían arañar unas monedas,
mediante los impuestos a la ya muy maltrecha plebe, y surgían las más diversas
maneras, entre ellas se llegaron a gravar a las puertas y ventanas,
esto dio paso a que se construyesen las casas con menos ventanas y las que
había se tapiasen con piedra o ladrillos, la poca ventilación dio paso a graves
problemas de salud, por lo que se vieron obligados a suspender dicho impuesto.
A lo largo de la historia muchos e insólitos han sido los tributos, incluso se
gravó la soltería.
La idea de que el Estado o sus gobernantes
cobrasen dinero a sus ciudadanos a cambio de servicios públicos
nació en el Antiguo Egipto hace unos 5000 años. Pero como muy bien dijo
Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de Estados Unidos, “hay solo
dos cosas que están garantizadas en la vida: La muerte y los impuestos”.