EL CINE DE QUINTANA
Recientemente recordaba con unos amigos
una etapa de nuestra infancia y juventud, y hoy he decidido hablar sobre esa
época, lejana en el tiempo, pero que parece que sucedió ayer.
Recuerdo una anécdota de la que siempre me
rio y suelo contar. En mi familia desde que éramos pequeñitos mi hermano y yo,
nos enseñaron a ahorrar, siempre nos decían que teníamos que controlar nuestros
gastos, para tener en el futuro una vida holgada.
En nuestra infancia, en Santa María de
Cayón había un Cine que cariñosamente conocíamos como el “Cine de Quintana”, se
llamaba Cine Imperio, aún recuerdo el olor especial de esa sala. Al entrar
estaba a la izquierda la taquilla en una especie de hall que atendía su hija
Lolita, una señora muy agradable y simpática, siempre con sus labios pintados de
rojo carmesí. La entrada costaba doce pesetas en butaca y seis en general. El hall
y el vestíbulo estaban decorados con numerosas carteleras de películas del
momento, con famosos actores de la época.
El yerno de Quintana era el encargado de reproducirlas. Su suegro,
cuando entrábamos y nos cogía los tiques nos decía: Pasad que hoy hay un buen
“torrendo”. Las cintas que más se pasaban en esa época eran de romanos,
recuerdo que nos llevaban mis padres casi todos los jueves cuando mi progenitor
venía de trabajar y después de cenar. También había películas de las hermanas
gemelas Pili y Mili, de Gracita Morales, Conchita Velasco y Manolo Escobar,
entre otros. Teniendo en cuenta que en aquella época no había televisión, la
sala se llenaba e incluso había ocasiones que tenían que poner bancos
suplementarios, pese a que el Cine era de grandes dimensiones.
Otro recuerdo que con frecuencia viene a
mi mente es el ruido de las motos al finalizar la película, en aquella época
había muy pocos coches y todo el mundo se desplazaba con estos medios o en
bicicleta.
Esta sala estaba llena de butacas rojas y
en la última fila se había decorado con unos cortinajes de terciopelo, dándole
un toque de elegancia y distinción, la parte delantera se separaba por una
especie de tabique bajo, que dividía la sección de butaca y general, y en esta
última estábamos todos los niños, excepto cuando nos llevaban mis padres que íbamos
a butaca. En general nos sentábamos en bancos de madera, a la izquierda los de
La Abadilla, a la derecha los de Santa María, que en aquella época no nos
llevábamos precisamente bien. Había una especie de rivalidad entre nosotros.
Un recuerdo que siempre está también en mi
mente, es en el exterior, una especie de caseta de madera que se abría para dar
servicio a los clientes del cine, allí estaba la señora Rosa, la heladera de
helados Trueba de Sarón, los más exquisitos que yo he saboreado nunca, ese sabor
a fresa o a mantecado, nadie los ha superado, valían una peseta de una bola y
cucurucho del malo, dos pesetas el de cucurucho de barquillo y tres pesetas el
corte de helado. También tenía caramelos, cuatro caramelos de menta o frutas
por una peseta, igualmente había opción a diez bolitas de frutas, tipo confite,
o a un chupa chups o un caramelo en forma de pirulí recubierto con barquillo
del malo. Vendía galletas, unas
concretamente le gustaban mucho a mi madre, ella las llamaba paciencias, y siempre
cuando nos llevaban al Cine las compraba. No podían faltar las pipas Facundo y
los chicles, también a una peseta, los cacahuetes eran más caros, no lo
recuerdo, porque mi presupuesto no llegaba a ellos. Más tarde salieron los
pitagol, unos caramelos con palo que pitaban, y menudos conciertos dábamos.
Para los adultos creo que también había bebidas. Recuerdo los precios porque mi
madre nos daba a mi hermano y a mí los domingos ocho pesetas, seis para ir al
cine, como es lógico a general, una para gastar y estas eran las opciones que
teníamos, y la otra peseta para ahorrarla y meterla en la hucha de la “Caja de
Ahorros”, esto teníamos que hacerlo delante de ella, no podíamos escaquearnos.
Una
amiga mía que era muy espabilada, tenía una hermana demasiado buena, y la
camelaba para que la diese las seis pesetas de ella, y como una generala se iba
al cine a butaca y la hermana se quedaba en la calle, pero cuando salía le
contaba la película.