“La
partera” en los Valles Pasiegos
La partera también conocida como comadrona
ha sido otro personaje popular en nuestra tierra. A través de la historia estas
mujeres han sido las encargadas de asistir en los partos a las mujeres en los
Valles Pasiegos, Penagos y Trasmiera, así como en la mayoría de las zonas
rurales de todo el país.
Esta era una profesión oficiosa. Se
necesitaba atrevimiento, predisposición, iniciativa, prudencia y mucha
responsabilidad. Para atender partos hay que valer, no todo el mundo tiene el
valor y la capacidad para hacerlo. Una de las cualidades que se necesitan es
tener fuerza física. Muchas veces las parteras o comadronas habían aprendido su
oficio de sus madres o abuelas. Estas mujeres acudían altruistamente allá donde
se las llamaba. No cobraban nada, aunque las familias a las que atendían solían
hacerles obsequios y en momentos puntuales las ayudaban en las labores del
campo, ya que la mayoría de las veces vivían como el resto de sus vecinos de la
ganadería.
Las mujeres que daban a luz tenían plena
confianza en ellas y las preferían antes que, a los practicantes o los médicos,
muchas veces por pudor. Pues en aquellos tiempos no era habitual que las
mujeres ostentasen estas profesiones. Por otro lado, estaba el problema de la
distancia y las pocas comunicaciones que había.
La familia también tenía mucha
importancia en estos momentos, pues era la encargada de prepararlo todo. Ante
los primeros dolores, mataban una gallina y la ponían a cocer para preparar un
buen caldo que tomaría la parturienta una vez dado a luz. Se la atendía en la
habitación, en la cama, aunque algunas se tumbaban en el suelo para no
mancharla, otras se arrodillaban.
Las parteras se lavaban las manos con
jabón y posteriormente se desinfectaban con alcohol. La familia ante los
primeros síntomas ponía a hervir agua a la que posteriormente añadían unas
gotas de alcohol, cuando estaba templada lavaban a la mujer después del parto.
A la criatura se la lavaba con agua templada previamente hervida, se la vestía
y se la administraba unas cucharaditas de agua de manzanilla con azúcar para
que expulsara el meconio o como dicen en Los Valles Pasiegos “expulsar la pez”
En aquellos tiempos no se administraba
nada para calmar los dolores.
Las mujeres en épocas pasadas no estaban
controladas ginecológicamente, no sabían si sus hijos venían bien o no, si era
varón o mujer, ignoraban si era un embarazo múltiple. Hubo épocas en que la
mortalidad infantil era aterradora, padres que tuvieron hasta quince hijos de
los cuales solo sobrevivieron cinco. Muchas mujeres murieron por hemorragia
postparto y eran habituales las infecciones por falta de higiene.
Antiguamente las comadronas si el niño
corría peligro lo bautizaban nada más nacer con agua bendita, traída de la
iglesia, para que el niño no se fuese al Limbo de los justos.
En la década de los setenta se
universalizó la asistencia al parto en el hospital y el papel de las parteras
fue desapareciendo de manera paulatina y no traumática.
Hoy la mayoría de las mujeres tienen a
sus hijos en el hospital y son revisadas periódicamente durante el embarazo por
lo que la tasa de mortandad entre madres e hijos ha disminuido considerablemente.