DOS FUNDACIONES EN
ABIONZO DE CARRIEDO
Recientemente hablaba de la Fundación de
D. Antonio María Herrera en Abionzo. Este pueblo está en lo alto del valle de
Carriedo a una altitud de 394 metros sobre el nivel del mar. Es pequeño, consta
de cuatro barrios, pero si de algo puede presumir Abionzo es de sus hijos, de
él han salido grandes hombres que tuvieron que partir a otras tierras en busca
de un mejor modo de vida, y llegaron a ser grandes personalidades, tanto ellos
como sus descendientes, con historias verdaderamente apasionantes que iré
desgranando en estos artículos. Si algo me ha llamado la atención de estas
personas que se fueron lejos de su tierra es su amor por el terruño, ¿Cómo es
posible que en un pueblo tan pequeño llegasen a formarse dos Fundaciones? buscando
el bienestar y dotación de conocimientos para los vecinos, y fueran sufragados
los gastos por aquellos que un día partieron para hacer las Américas. Los carredanos siempre habían oído hablar de
la Fundación de D. José Pérez de Arce, que otorga escritura para la creación de
su Fundación en 1853 y se ejecuta el 6 de agosto de 1890, ante el notario D.
Urbano de Agüero, y es D. Facundo Gómez quien se ocupó de dar cumplimiento a la
voluntad del testador. Con el legado de D. José Pérez de Arce se construyó un
edificio para dar clases a los niños y niñas, se arregló la iglesia del pueblo
que estaba muy deteriorada y compró vasos sagrados, dispuso también se
repartieran varios capitales para diferentes hospitales de la provincia, pero
la obra tal vez más importante fue la construcción del Asilo de Bárcena, como
dejó escrito textualmente “La creación de un hospicio o una casa hospitalaria
en el valle de Carriedo, para mantenimiento de inútiles”
Cuarenta años antes, otro vecino de
Abionzo D. Antonio María Herrera, que también emigró a México e hizo una gran
fortuna, tuvo la gran idea de fundar unas escuelas para niños y niñas que
comienzan a funcionar tras la Fundación el 13 de junio de 1850, cuyos documentos
de Institución y Actas de los exámenes anuales a los alumnos y alumnas del
pueblo, firmadas y fechadas por las personas encargadas, han guardado muy
celosamente los familiares del Fundador, familia Güemes, y de ellas he podido sacar una
información valiosísima para la historia de este pueblo del valle de Carriedo.
A través de estas Actas podemos conocer curiosidades como que en el año 1853
asistían a la escuela 40 alumnos y dan fe de las mejores notas, incluyendo los
nombres de los más destacados, nada menos que cinco personas con sus firmas y
rúbricas, entre las que se encontraban la del párroco y la del patrón de la
Fundación.
Hay cláusulas muy curiosas en el
testamento entre las que podemos encontrar: Que el maestro que ha de regentar
esta escuela ha de ser buen cristiano, católico, de buena vida, opinión y
costumbres. Según está prevenido por el Fundador, enseñará la doctrina
cristiana, leer la letra antigua y moderna, escribir, contar con la posible
perfección y dar lecciones de la gramática castellana. Pudiendo ser soltero o casado.
Otra curiosidad tiene que ver con los
horarios y fechas de clases: Que todos los días que no sean festivos o
exceptuados por Reglamentos o por Reales
órdenes ha de tener escuela pública para todos los niños del pueblo, sin
excepción de sexos, ni edades, y enseñarles seis horas en cada uno desde las
ocho a doce de la mañana y de dos a cuatro por la tarde, desde principios de
octubre hasta finales de abril, y de siete a once por la mañana y de cuatro a
seis por la tarde desde primero de mayo hasta fin de septiembre, instruyéndolos
en todo lo concerniente a su facultad, y especialmente en el Santo temor de
Dios, respeto, y veneración a sus padres, sacerdotes, y ancianos, empezando, y
concluyendo la escuela de cada día con algunas oraciones de su instituto.
Leyendo estos testamentos y Fundaciones no
puedo por menos que admirar la gran generosidad de estos hombres que
revirtieron una parte muy importante de su fortuna para paliar las carencias de
sus vecinos, tal vez porque nunca se olvidaron de sus raíces humildes y
quisieron que estuviesen preparados culturalmente para enfrentarse a los
problemas de la vida, tal vez en estas decisiones estuviese el deseo de que su
nombre perdurara a través del tiempo por sus buenas obras, nunca lo sabremos,
pero una cosa es cierta, que fueron muy generosos.