domingo, 21 de octubre de 2018


Gilda Ruiloba recoge la leyenda de este mítico jugador de bolos      de La Abadilla en su libro "Historia y Gentes de un Barrio"


Esta historia se encuentra en mi libro “Historia y Gentes de un Barrio”. El barrio de El Cajigal se encuentra prácticamente unido al barrio de San Antonio en La Abadilla de Cayón. Antiguamente el barrio de San Antonio era el más importante del pueblo por su ermita de San Antonio Abad, donde se celebraban las juntas vecinales para tomar todo tipo de decisiones comunales. Así mismo, se celebraban las ferias y mercados del Valle. Con el paso de los años y al llevarse la feria comarcal al barrio de Sarón para dar más auge a éste, quedó El Cajigal en desuso, ya que en él se celebraban las ferias de ganado. En este barrio de El Cajigal de Rehoyo, más conocido por El Cajigal fueron varias las familias pioneras en formar su hogar. Así tenemos el caso de Francisco Obregón, Jesús Mazón y Mercedes Bustillo, que vivían en una casa propiedad de Mariano Penagos. Pegada a esta casa había otra propiedad de Paulino Penagos. Y por último viene una de las cuatro casas que existían en aquellos tiempos en el barrio, la casa de D. José de la Lastra Alonso, llamada El Bosque. Más tarde este barrio fue aumentando en casas y vecinos. Se da el caso que la mayoría de los habitantes del barrio de El Cajigal, provienen del barrio de San Antonio. Pero si hay algo que caracteriza a estos dos barrios, son sus gentes, que dejaron sus huellas para orgullo de todos sus convecinos. 
     Hoy me ocupa la historia de uno de ellos. Francisco Obregón, este, estaba casado con Casilda Gutiérrez. Tenía la profesión de herrero y en su casa de El Cajigal, de dos plantas, con gran balcón en su fachada frontal y a su lado izquierdo una pequeña construcción de planta baja, puerta principal de cuarterón y dos ventanucas, una al sur y otra al este, en cuya única habitación se ubicaba una fragua o ferrería. Este sitio era más conocido por La casa de la tía Casilda.
       Francisco Obregón era más conocido como el tío Francisquín, pero tiene su mejor historia, no por su profesión, de la que era un excelente artesano, si no como jugador de bolos y de la que detallo datos que figuran escritos en libros, “Tomo III del Cancionero Popular de Santander, del reverendo D. Sixto de Córdoba y Oña, año 1952, que dice: Al terminar el siglo XIX eran aclamados como mejores jugadores de bolos de la provincia, Francisco Obregón, de Cayón, herrero; El Campingo, de Santillana, labrador y Claudio González, de Torrelavega. A juicio de muchos el mejor jugador ha sido el cayonés Francisco Obregón, sereno, sencillo y noble. Poseía toda la generosidad y grandeza del jugador de bolos. En 1893 en la bolera Mallavia de Torrelavega se celebró un desafío con el gallardo Niño de la Bola. Este eligió las bolas más grandes, y en su turno, plantóse con la fina elegancia de un discóbolo atleta y lanzó cada bola con actitud mayéstatico como un semidios…alta, pingona y retorneada, con certero pulso vista. Caían con cada golpe en tierra al pie del bolo primero, le derrababan con dos o tres más, torcían suaves y alegres en busca del codiciado emboque, situado a 0,50 metros de los bolos; se quedaban muy cerca de la caja y Francisco segaba con cada bola seis o siete bolos. Cada jugada suya promovía clamor, gozo y ovaciones ruidosas sobre todo cuando tiraba al pulgar parecía que daba impulso eléctrico a la bola y contemplaba su efecto con noble estampa de escultura. Ganó el partido y diríase que Francisco no se enteraba, pues caminaba tranquilo y levantaba de vez en cuando la mano hasta la frente de orador, más que de gladiador, como en acción de gracias. Ganaba por facultades y por conocimiento del juego. Fue a Puente San Miguel para ver a un jugador forastero y dijo en voz baja a un amigo: A este le gano yo, porque tiene al tirar un defecto y al birlar otro mayor. Se corrió la noticia, suplicó el corro un desafío y Francisco ganó.