martes, 5 de agosto de 2025


                                                                      Gilda Ruiloba a lomos de Broncero



Montada a lomos de Broncero vienen a mi mente momentos vividos en mi infancia, cuando era muy pequeñita y mi abuelo Manolo nos subía a lomos de su burra, a mi hermano mellizo y a mí, ( aquella no se llamaba Broncera, era de carne y hueso) para bajarnos al pueblo de Vega de Villafufre a coger el autobús.
Un buen día, me había subido a mí sola, mi hermano estaba desaparecido, era muy travieso, la burra no estaba cómoda conmigo en su lomo, y no era porque yo pesara mucho, pues era muy delgadita. Mi madre me había puesto un vestido precioso, blanco inmaculado, cuando me ponía esa prenda, las vecinas decían que me favorecía mucho al ser yo tan morena, pues bien, el asno estaba amarrado en una anilla de hierro que por aquellos entonces eran muy frecuentes para atar a los équidos, estaba amarrada al depósito de recogida de la leche de NESTLÉ, al lado, había un regato en el que algunas mujeres solían lavar la ropa, y recuerdo que el terreno que la burra pisaba era un barrizal, como dicen los pasiegos, es decir, lleno de barro y agua, pues bien, la capulla de la burra, creo que se llamaba Lucera, decidió deshacerse de la carga y bajando la testa, en un visto y no visto, aterricé con mi impoluto vestido blanco en aquel barrizal.
Aunque yo era una niña muy buena, entre el susto, el aterrizaje forzoso, el rebozado de barro, daño no recuerdo haberme hecho, pero claro, con mis tres añitos, aquello fue todo un trauma, una vez me limpiaron y cambiaron de vestido, poniéndome unos pantalones, (más adecuados para el momento, y más teniendo en cuenta que yo desde muy pequeñita los usé, algo que tampoco era muy habitual en aquellos tiempos), pues bien, después no quería volver a subirme a lomos de Lucera ni por las buenas, ni por las malas, entre todos trataron de convencerme, pues de Llerana a Vega andando había una tirada. Al final el que me convenció fue mi hermano que apareció dentro de aquel barullo, y en su vocabulario infantil de tres añitos, me dijo: Tirita, así acertaba a llamarme, sube, que yo te agarro para que no te caigas, y como me fiaba mucho de él, pues cedí y me subieron a lomos de la burra, y esta es una de las primeras experiencias que tuve con los équidos. No obstante, me encantan, y creo que debemos de protegerlos, pues forman parte de nuestra cultura. 
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