domingo, 22 de noviembre de 2020

 





  LA DESHOJA EN VALLES PASIEGOS

     Los tiempos han cambiado mucho, actualmente nuestra tierra se ha convertido en un lugar próspero y muy cómodo para vivir. Disfrutamos de modernidades y comodidades que nuestros ancestros nunca hubiesen imaginado. Disponemos de modernos medios de comunicación, radio, televisión, teléfono, internet, pasamos las horas ante la pantalla del ordenador o con los móviles entre las manos. Nos comunicamos con nuestros amigos a través de ellos, pero en cierto modo hemos perdido la cercanía con los vecinos. Atrás quedaron aquellas reuniones y veladas de la deshoja que eran una buena disculpa para juntarse.

     Cuando llega el otoño, concretamente los meses de octubre y noviembre, una especie de melancolía se apodera de nosotros, recordamos aquellas historias que nuestros mayores nos contaban, y cuando el viento sur nos envuelve pensamos en esas cocinas en las que al calor del fuego y la tenue luz se reunían los vecinos en sus casas. Ese viento conocido en nuestros valles pasiegos como “el viento castañero o viento de las castañas” hace subir las temperaturas y bajar la humedad en pleno otoño, y esto es aprovechado para la buena recolecta y secado del maíz, alubias y castañas.

     En tiempos no tan lejanos nuestros mayores en estas fechas se reunían en sus casas para la deshoja y se ayudaban unos a otros. Consistía en retirar las hojas de las panojas y dejar los granos al aire para su aireado y secado. Las panojas se ponían a secar y posteriormente se guardaban en el desván o en un almacén preparado para estos casos, al igual que las alubias, a la espera de ser desgranadas para su consumo. Para los vecinos esto era toda una fiesta en la que se recitaban versos y coplas antiguas, al igual que lo hacen hoy los rabelistas de Cabuérniga, pero sin rabel. Se contaban cuentos e historias y después de la deshoja, en las noches de otoño, el dueño de la casa invitaba a sus vecinos a castañas, vino, aguardiente o anisado. Las risas y camaradería estaban aseguradas.

     A este asado de castañas en Cantabria se le conoce como magosta. Se dice que cuando se asaban, a la más ruin de todas se la consideraba como la bruja, y una vez terminada la celebración se la enterraba bajo la ceniza de la hoguera.

      Se cree que el origen de las magostas viene de los celtas para honrar las cosechas después del equinoccio y antes de la matanza.

     Como he hablado en otras ocasiones, en Cantabria el maíz era una de las mayores fuentes de alimentación e igualmente lo eran las castañas. Si había castañas y maíz, la mantención estaba asegurada. La llegada de la patata desde América, de donde es originaria, sustituyó en gran medida su consumo.

     En los pueblos vecinos como Asturias aún está muy presente en su dieta y son muchas las recetas y platos que podemos disfrutar.

      Se pueden comer crudas, asadas, cocidas, en guisos, postres…Antiguamente las molían haciendo harina para fabricar el pan, pasteles o aquellos manjares que la imaginación tuviese a bien hacer. Cuando en nuestra tierra no existía el café la harina de castañas tostado hacía las veces.

     Cantabria es muy rica en castaños, pueden vivir más de mil años y los podemos encontrar tanto en los prados, montes o silvestres. A causa de la humedad del suelo, así como por la mucha cantidad de materia orgánica sufren una enfermedad llamada la “tinta” y el “chancro” del castaño y por este motivo pueden morir.