domingo, 20 de febrero de 2022

 






CORREOS DE A CABALLO DE SU MAJESTAD EL REY EN CARRIEDO 

     En los fondos de Archivos Históricos Provinciales y Nacionales podemos encontrar numerosos documentos que nos hablan de los Correos de a Caballo de S.M. el Rey en el Valle de Carriedo. 

     El antiguo mensajero o correo a caballo era quien tenía el oficio de llevar la correspondencia epistolar a pie o a caballo. Solían utilizar las postas situadas en los caminos para hacer el intercambio de corceles cuando éstos ya estaban cansados, por otros frescos y así llegar con premura.  

     En el Valle de Carriedo encontramos que para ejercer el oficio de Correos de a Caballo de Su Majestad el Rey, era necesario tener la prueba de nobleza que se encontraba inscrita en los padrones de Hidalguía. En los Protocolos del Valle está mencionado ya este oficio a finales del siglo XVI. Estos Correos tenían privilegios como si fuesen Embajadores, pero al mismo tiempo eran de alto riesgo, pues, aunque las ordenanzas decían que eran inviolables y que nadie podía detenerles por causa civil, excepto por asesinato, otros soberanos no podían detenerles ni asaltarles pues era considerado “crimen de lesa Majestad “. Incluso llevaban bordadas en el pecho las armas reales, troqueladas sobre un escudo protector para poder transitar sin problemas, lo cierto es que muchos eran asesinados, tanto es así que temiendo muy seriamente por sus vidas en el desarrollo de su trabajo, llegaron a fundar una Cofradía en Madrid, en el Convento del Carmen y allí se encomendaban cada vez que tomaban ruta en estos viajes tan inciertos y no exentos de peligros. Igualmente formaron en el Valle de Carriedo otra Cofradía de Correos del Rey bajo la advocación de Santa Ana, cuyos miembros excedían de treinta. Entre los hidalgos que componían este oficio podemos encontrar apellidos muy destacados del Valle, como: Arce, Bárcena, Campero, Mazorra, Miera, Pérez de Soñanes y otros muchos. 

     Entre los privilegios que estos Correos Reales tenían, se les debían de abrir las puertas de las villas o ciudades si estuviesen cerradas, y en el supuesto de cerco en las plazas fuertes, se tirarían sobre los fosos, canastillas atadas con cuerdas para que depositasen en ellas los pliegos reales e incluso se abrirían los portillos o poternas secretas. Si los caballos muriesen en el camino o los robasen, hasta poder acudir a la justicia podían tomar el de cualquier caminante que se encontrasen a su paso hasta llegar a las Postas, donde siempre había dos caballos de repuesto. Tenían la facultad de retener el correo hasta que no se les pagase y estaban exentos de pagar contribuciones e impuestos. 

       Podemos encontrar citas como: “Los correos del Valle de Carriedo llevan agora las armas reales al pecho, y en el lugar de la cornetilla de bronce que usan en casi toda Alemania, se sirven del látigo con cuyo chasquido avisan para que se les de paso y se les prevengan los caballos que han de mudar”. Y esto me recuerda al señor D. Gonzalo Fernández de Velasco quien fue dueño del magnífico Palacio de Soñanes en Villacarriedo, y decía, cuando hablaba de los Correos Reales, “Látigos en Pellejeros, novedades en la Corte” refiriéndose a la llegada del Correo al barrio de Pellejeros, donde se fabricaban los vergajos para arrear los caballos. 

     En muchas ocasiones la vida o integridad física de los Correos dependía de las noticias de las que eran portadores. Si estas no gustaban al receptor, podían apalearle e incluso acabar con su vida. En contrapartida, cuando eran buenas noticias se les premiaba, este regalo era conocido como “albricias”. También se enfrentaban a las revueltas, guerras, bandoleros, pues no solo portaban el correo. En muchas ocasiones también llevaban dinero, incluso, grandes cantidades. Cuando esto sucedía se les daba una serie de recomendaciones: viajar siempre de día, por el Camino Real, sin tomar atajos, procurando llegar siempre a las postas y posadas con la luz del día, hacer noche en las posadas más seguras y pedir a la Justicia los guardias que necesiten para que le acompañen, igualmente pedirán custodia para atravesar los lugares más vulnerables hasta sacarles del peligro.

     Los Correos Reales del Valle de Carriedo tenían gran fama por su honradez y lealtad siendo los preferidos a la hora de contratarlos. Prácticamente eran ellos solos quienes se encargaban de repartir la correspondencia Real. 

      

 


domingo, 6 de febrero de 2022

 




 UN HÉROE DESCENDIENTE DE ABIONZO

      Hoy quiero hablar de la familia Güemes que partieron a las Américas, concretamente de D. Gabriel Anselmo de Güemes Montero Bárcena y Campero nacido en Abionzo de Carriedo el 21 de mayo de 1748, hijo de D. Manuel de Güemes Montero y de Dña. Francisca de Bárcena Gómez Campero y Zorrevilla, ambos nacidos en Abionzo, quien a los 29 años se traslada al citado continente tras servir al rey Carlos III desde los 22 años, gozando de experiencia en la Tesorería de Madrid, es designado por el monarca a petición del conde de Floridablanca para ocupar el cargo de Tesorero Oficial Real de las cajas Principales de Jujuy, que pertenecían a la Ceca de la Villa Imperial de Potosí (Bolivia).   Emprende el viaje junto a un criado, José Gómez, habiéndole prestado el dinero necesario para poder desplazarse su colega y paisano José Gutiérrez de Arce (Administrador de las Rentas provinciales de Burgos) y desde el puerto de Cádiz se trasladan a Buenos Aires. El 31 de mayo de 1778 se casó en Jujuy a los 29 años con Dña. Magdalena Goyechea y La Corte, de ascendencia española y portuguesa, tuvieron nueve hijos y el segundo fue Martín Miguel quien llegaría a ser el General Güemes. Hay certificados de Hidalguía de esta Ilustre familia en la Real Chancillería de Valladolid.

     El General Martín Miguel Güemes Montero de Goyechea y La Corte, nació en Salta el 8 de febrero de 1785, héroe de la Independencia Argentina, muerto en combate a la edad de 36 años el 17 de junio de 1821. Fue el único General muerto en contienda en la historia del país. Durante seis años desempeñó el cargo de  gobernador de Salta. Comenzó a los 14 su andadura militar y se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería. Güemes participó en la Reconquista de Buenos Aires y desempeñó un papel fundamental en la “Guerra de la Independencia” apoyando el plan del General San Martín “El Libertador”, con su caballería Gaucha, encabezando la “Guerra Gaucha” guerra de guerrillas que contaba con el apoyo del pueblo. Cruzó los Andes en el Norte de Argentina. Su hermana conocida como Macacha Güemes fue una heroína que animó a los salteños seguidores de la Independencia, y tuvo gran importancia en la vida militar y política de su hermano, pues gozó de una destacada trayectoria pública. Es reconocida como una de las mujeres más importantes de la Independencia Argentina y de la provincia de Salta. Hay diversas calles y plazas que la rinden homenaje llevando su nombre.

     El General Martín Miguel Güemes se casó con Dña. Carmen Puch y Velarde el 10 de julio de 1815 y tuvieron tres hijos. La familia de su esposa descendía del célebre conquistador y fundador de Jujuy, Capitán D. Francisco de Argañaraz y Murguía perteneciente a la Casa-Torre de Argañaraz en Amézqueta (Guipúzcoa)  

     Al conocer su esposa Carmen Puch, el fallecimiento de su amado, se encerró en su habitación en la finca familiar y falleció el 3 de abril de 1822 a los 25 años. Se dice que se dejó morir de hambre, posiblemente víctima de una depresión causada por la ausencia de su gran amor. Sus restos descansan junto a los de su esposo en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, en la Catedral Basílica de Salta.

     El día 17 de junio es fiesta desde 2014 en Salta y desde 2016 en toda Argentina en conmemoración del “Paso a la inmortalidad del General D. Martín Miguel de Güemes”. Igualmente, el 17 de junio se le honra por defender y recuperar Tarija, de las fuerzas españolas y ayudar al montonero Gaucho Chapaco, Eustaquio Méndez. El 22 de agosto de 2006 se declara a Güemes “Héroe Nacional de Argentina” 

     Güemes tiene varios monumentos y calles repartidos por varios lugares del mundo, pero sin duda el más importante está en la ciudad de Salta. Al final del Paseo Güemes, a los pies del Cerro San Bernardo, donde el General cayó por primera vez de su caballo mientras cabalgaba herido de bala a la Cañada de la Horqueta, donde murió unos días después, a la intemperie, en un camastro improvisado tras negarse a ordenar el alto el fuego contra los realistas, que le ofrecieron a cambio, llevarlo a Buenos Aires donde recibiría el mejor tratamiento, pero él reunió a sus oficiales en presencia de los contrarios y les hizo jurar que nunca aceptarían ningún trato para beneficiarles  en su tierra. Apenas una semana después de su muerte sus hombres obligaron al enemigo a evacuar Salta, y aunque Güemes no lo vio, finalmente venció.