jueves, 18 de febrero de 2016

"UN DÍA DIFERENTE EN LA VEGA DE PAS"



















"UN DÍA DIFERENTE EN LA VEGA DE PAS"



       Era un domingo de Junio, los rayos del sol penetraban por la ventana de la habitación presagiando un día bonachón y alegre. La radio despertador comenzó a sonar anunciando una acampada al aire libre en el Túnel de la Engaña en Vega de Pas. Se ofrecía comida típica, tres mil raciones de marmita. Con esta reunión se pretende la construcción de la carretera que uniría Cantabria con Burgos, aprovechando las construcciones ya existentes, por donde en otro tiempo se pretendió enlazar mediante vía férrea Cantabria con el Mediterráneo.

       Estas noticias me hicieron desear pasar un día al aire libre en contacto con una naturaleza tan pura, agreste y embriagadora de paz, como es la zona pasiega.

       Automáticamente descolgué el teléfono y marqué el número de mi amiga Mari Carmen.

-Si, dígame.
-Buenos días, ¿ya te has levantado?.
-¿Tu que crees?.
-¿Te apetece ir a pasar el día a la Vega de Pas?.
-Bueno. ¿Cómo es que te ha dado por ahí?
-La verdad es que hace un día precioso, y he oído en la radio que hay una acampada en el Túnel de la Engaña pidiendo una carretera para aprovechar las obras ya existentes.
- ¡Buf!, de eso nada. Si quieres vamos, pero nos llevamos un bocadillo y nos lo comemos debajo de un árbol, a la sombra. Donde nos apetezca.
-Vale, te recojo a las doce. Hasta luego.
-Adiós.

       Llegadas las doce, y con nuestros bocadillos salimos para pasar un día diferente a todos los demás.

       Al llegar a Vega de Pas pudimos observar que había mercado en la plaza del pueblo. Nos apeamos del coche y estuvimos fisgoneando de puesto en puesto. Al final compramos unos sobaos típicos del lugar, así como en la panadería una torta de La Vega, famosa en toda la comunidad.

       Después de tomarnos las rabas, nos dirigimos hacia el Túnel de la Engaña. Supongo que lleva este nombre por el gran engaño que fue esta obra.

       La carretera es estrecha y había un gran tráfico, coches aparcados a ambos lados de la calzada, un rebaño de vacas era conducido por una mujer de edad incalculable, cuyo rostro ajado por el trabajo y el sufrimiento la envejecía prematuramente. En sus espaldas llevaba un  niño que aparentaba tener tres años. Las vacas corrían asustadas por el tráfico que perturbaba sus parajes tranquilos, unas bajaban las pendientes que encontraban a un lado, otras por el contrario subían monte arriba por el otro, y dos niños de unos 10 y 12 años estaban sofocados y nerviosos corriendo sin cesar detrás de las asustadas vacas. Dos camiones cargados con paja que bajaban en dirección contraria se unían al atasco ya formado. Por el aire también bajaban para rematar el mogollón, dos jóvenes haciendo vuelo delta.

       Nosotras lo veíamos bajar con admiración y hasta con temor.

-¡Mira!
-¡Y se nos sienta encima del coche!.

       Pero no, donde por poco se sienta es encima de la vaca. Justo delante de la pobre vaca aterrizó uno de ellos. 
      La vaca salió despavorida, como alma que lleva el diablo, y la chiquilla que corría detrás de ella, le soltó al joven tal sarta de insultos que el muchacho se quedó cortado sin saber que contestar.

-Gilda, es mejor que cuando logremos salir de ésta, en la que estamos metidas, nos vayamos monte arriba para Espinosa de los Monteros, porque este mogollón de gente no hay quien lo aguante.
-Tu lo has dicho, si logramos salir de esta.

       Por fin salimos y nos fuimos para Espinosa de los Monteros. Por el camino nos reencontramos con la mujer, los niños y las vacas.

-¡Pobre gente!, vaya día que tienen.
-Ya. Todos estos paisajes son preciosos, pero tiene que ser muy duro vivir aquí.
-¿Dónde estará el marido?. Seguro que tumbado por ahí, porque estos pasiegos son más vagos....
-A lo mejor está viuda porque va toda de negro.
-No creo, por aquí la gente viste así.
-Pues verdaderamente, con estas vacas tan flacas y que apenas tienen ubres, no se que va a ser de esta gente ahora que entramos en el Mercado Común, y no tienen pinta de tener dinero para poder hacer frente a la situación y modernizarse.
-Si, es triste la poca ayuda y comprensión que reciben del Gobierno.
Aquí quisiera ver yo a los componentes del Gobierno, así como a los Diputados y demás. Que pasasen  una semana solamente conviviendo con ellos, trabajando codo a codo, andando entre montañas, mudando el ganado como están haciendo hoy, y viviendo con lo poco que perciben de la leche y en condiciones inhumanas, sin comodidades de ninguna clase.

       
       Por fin conseguimos dejar atrás los atascos de coches y de vacas.

       El paisaje que se ofrecía ante nosotras, nos hacía encoger el alma ante tanta belleza. La carretera iba escalando complicadamente entre  las montañas, tan verdes por unos lados y rocosas por otros. De vez en cuando, alguna cascada de transparentes aguas se descolgaba formando una preciosa cortina que rompía en millones de gotas semejando a los diamantes más puros.

       Después de subir la montaña, vinieron las verdes praderas serpenteadas por el río y cubiertas de árboles ¡Que belleza!, esto debió de ser el paraíso terrenal y si no fue esto, ¿Cómo imaginar otra belleza mayor?.

       Allí comimos tranquilamente nuestros bocadillos, y después de un buen rato, nos fuimos a Espinosa de los Monteros,  donde tomamos el café y compramos italianas, producto típico del lugar, para obsequiar a nuestras familias.

       Ya de regreso y al bajar las Estacas de Trueba, frente a una de las cascadas de agua, una niña se pone delante del coche y nos para.

-Mira, esta es la chiquilla que iba esta mañana con las vacas.
-Si.
-Buenas tardis, ¿nus pudeis bajar p´a Yera?.
-Es que nosotras nos vamos a quedar en el Túnel de la Engaña, que lo queremos conocer. Pero si queréis venir hasta allí, si os llevamos.
-Esperar un pocu, qui voy a priguntarli a esus cochis di atrás, adimás qui estus no quierin bajar cun cualquiera.
-¡Oye!, que nosotras no hemos matado a nadie.
-Ya, ya. Esperar un pocu, no us vayais.
-Pero tu has visto este repipio de chiquilla que tiene parados a tres coches a la vez para bajar.
-No, si no hay una pasiega tonta.
-¡Y no acaba de venir!, ¿Qué les estará diciendo?.
-Ya, ya viene.
-¿Pero tu que crees que tenemos todo el día para esperarte?.
-No, qui bajamus cun vusotras, qui mi dais mas cunfianza.
-¿Y dónde están los otros?.
-Ahí abaju, en la cabaña, ¿pus dondi van astar?. Ahora vienin.
-Ya os hemos visto esta mañana cuando subíais con las vacas.
-Si, es qui hemus mudau hoy. ¿Igual he riñio con vusotras y tou?.
-No. ¿Qué tienes mucho genio?.
-Si, y adimás hoy estoy di muy mal humor, purqui toas las vacas se mi asustaban .


       La chiquilla hablaba con la voz característica del lugar, y muy desenfadadamente, era simpática, y no poco habladora y espabilada.

      Nos reíamos con ella constantemente por los golpes tan graciosos y dichos que nunca habíamos oído.

-Pero ¿qué?, ¿suben o no suben? que viene un autobús detrás y no puede pasar.
-¡Estu es la hostia!, ¡y no vienin!, esperar un pocu.

       La chiquilla se asoma a una orilla y les grita:
-Piru venga, arrear juder, qui vieni un trulibús.

       Me bajo del coche y miro las cabañas, estaban bajando un terraplén, casi imposible de bajar por la pendiente. Al fondo, dos cabañas de piedra y tejados de losa.

-¿Cuál es la cabaña tuya?.
-Las dos.
-¡Jolín!, cuantas cabañas tienes.
-¡Vaya cosa qui tengu!, adimás no sun mías , son arrindás.

Ya en el coche...
-Tenéis qui entritiner al chicu purqui está tristi, es qui sabéis está algu malucu y pur esu está tristi .

Por fin llegaron la mujer y los chiquillos.

-Bien buenas habéis siu pur espirarnus.
Ya una vez en el coche reemprendimos el viaje.
-A esta cascada vieni muchitisima genti.
-Si, nosotras hemos venido varias veces a hacernos fotos.
-¿Las dos solas?
-No, con más amigos.


       La conversación la llevaba la chiquilla. La madre se la veía avergonzada y el hermano mayor era más serio, se le veía tímido. El pequeño de vez en cuando repetía la última palabra que habíamos dicho.

-¿Estáis casadas o solteras?
-Solteras.
La chiquilla nos contesta:
-Lo mijor qui haceis  y no si us ucurra casarus purqui  para qui el maridu os mati a leña y os revienti a trabaju, na, así es comu mijor estáis.
Jo, vaya bien qui conducis y que manus más bunitas tienis, parecin nacareadas. Comu si nota qui no tenéis vacas.Yo tengu las mayoris ganas de perderlas de vista  y comprarmi un cochi.
-Pues ya sabes lo que tienes que hacer, estudia mucho y así podrás trabajar en otra cosa.
-Mira lo que te dice Mari Carmen que es maestra.
-Jo, pues vaya coscorrones que le arrearás a los pobris chicus.
-No, yo no pego nunca a los chiquillos.
-Esu lu dirás tu, piru habrá qui verti.
¿Y tu en que trabajas?.
-Yo vendo calzado.
-Jo, ¡que bien!.
Dirigiéndose a su madre:
-Ves te tienis  que comprar un cochi, qui además ya tienis carnét.
-¡Ah!, pero para esu haci falta dineru.
-Eso ti sobra a ti. Jo, hoy ha siu mi día de suerti, me ha tocau la lutiría. ¡Ir en cochi!. Mama yo baju cun ellas al Túnel, vosotrus si queréis os vais pa casa, pero yo me voy con ellas en el coche que se va muy bien.
-Ves, tenías miedo de bajar con nosotras, pero no somos ningún ogro.
-No, ni nosotrus ningún sapu.
Al pasar por allí aún estaban haciendo vuelo delta.
-Mira esus tochus, vaya mañana qui nus han dau, asustandu las vacas. Yo dicía así pirmita Dios qui si junti el cielu con la tierra, pero na.¡Que mañana!.


       Ya a la entrada del Túnel de la Engaña, salía gente con bolsas de limones.


-Mira, mal rayu lus parta, y todos llevan limones.

La madre:
-Pero déjalos  ¿a ti que ti importa?.
-Mira esi barrigón, vaya barriga qui tiene, parece qui va a parir.
-Piro bueno, que dichus son esus.
Le corrigió la madre.
-No, si en todus lus rebañus hay una vaca pinta.
-¿Y eso que quiere decir?
-Pues mira esu le dicía mi abuelu a mi madri cuando ella mi dicía que con lo cruzá que salí, lu mejor era matarmi. Y entoncis el li dicía, dejala mujer, que en todus los rebañus hay una vaca pinta.
Jo, pero que guapas y que limpias vais, pa esu nosotrus, mira como vamus, tous sucios.
-Ya, pero vosotros venís de trabajar y nosotras vamos de paseo.
-Por esu yo lo qui quiero es perder di vista las vacas y tener cochi y pintarmi.

       La madre rompió el silencio casi absoluto que había guardado hasta entonces y nos dijo:
-Yo me he quedau viuda haci dos mesis, mi maridu se murió de repenti con cuarenta y seis años y ya veis, me he quedau sola con estus tres hijus. Pocu más que con el cielu arriba y la tierra abaju.. He tiniu que quitar al mayor de la escuela pa que me ayude con las vacas y el pobri ,qui es muy buenu, está reventau.
-Ves por esu os digu yo, que no os caséis, que mirar que vida más triste.
-Si hija, pero si la vida vieni así ¿qué vas a hacer?. Que Dios me ayudi pa poder sacar pa lanti a estus pubritucos.


      Ya habíamos llegado al lugar donde debían apearse.

-Buenu, muchas gracias por traernus, qui Dios us lo pagui.

      La madre le mandó al niño pequeño que nos diese la mano para darnos las gracias como amigos, y el pequeño así lo hizo.

-Buenu, adiós.
-Adiós.

       Lo cierto es que habíamos pasado un rato entretenido.

-¡Que chiquilla!.
-¡Es un torbellino!.
-La verdad es que si que les hemos hecho un favor, porque según nos ha dicho la chiquilla, les lleva ir todos los días una hora y media de la cabaña a casa.
-Si, y eso por los atajos, porque hay ocho kilómetros largos, ¡y que carretera!.
-Esta mañana tenía razón yo, ésta pobre mujer está viuda.
-¡Pobre mujer!. Que valor y agallas va a necesitar para sacar adelante a estos tres niños, ella sola, con esta vida tan dura y sin posibilidad de hacer otro trabajo, tan lejos de la ciudad, sin recursos económicos y con las pensiones tan bajas que le han quedado.
-Si,  por otro lado parece mentira que en estos tiempos, en este país, todavía haya niños que el subir en un coche sea para ellos fiesta nacional.
-Si, pero lo más triste, es que se le tenga que privar del colegio a un niño de 12 años, y con ello un futuro un poco más alentador y confortable, porque tiene que ocupar el trabajo del padre. Porque aunque la madre quiera hacerlo todo ella, es totalmente imposible, porque esto es trabajo de hombres, y sobre todo en esta tierra tan accidentada y dura.

       Ya nuestro coche llegaba a nuestras casas.

-Sabes, hoy ha sido un día diferente, hemos podido ver que detrás de esos parajes tan hermosos, llenos de paz, hay gente que sufre, que está aislada y que tienen muy poco y reciben también muy poco de quienes están obligados a ayudarles.

      Pero también hemos aprendido que no por eso pierden su alegría y buen humor.


Autora:Gilda Ruiloba.