domingo, 30 de diciembre de 2018




           INDIANOS EN LOS VALLES PASIEGOS



                                                         José Ruiloba Pérez con su hijo José Ruiloba Casasola.




                                                     Fermín Ruiloba Pérez con su sobrino José Ruiloba Casasola.



Indianos en los Valles Pasiegos

 Recientemente hablaba de la importancia que tuvieron las amas de cría en la economía de Los Valles Pasiegos. Hoy quiero hablar de los indianos en nuestra tierra. Por todos es sabido la importancia que tuvieron también, y el cambio que se produjo con la partida de estos hombres y mujeres para hacer las Américas. Unos se iban huyendo de la pobreza, otros, para conocer nuevos horizontes y comenzar una nueva vida que presumían más cómoda y confortable que la que tenían. A lo largo de toda Cantabria se pueden observar las obras de estos montañeses que regresaron con sus caudales. Muchos se construyeron grandes palacios, otros, casas de arquitectura indiana. Donaron hospitales, como fue el caso de D. Ramón Pelayo “Marqués de Valdecilla” para el bien de todos sus conciudadanos y que tantas vidas ha salvado y tantos dolores aliviado. A lo largo y ancho de toda Cantabria hay escuelas donadas por ellos ya que quisieron revertir algo de su fortuna entre sus vecinos. Muchos montañeses hicieron grandes patrimonios, unos muy respetablemente, otros no tanto. La mayoría trajeron sus caudales a la “tierruca” y aquí montaron grandes negocios, se codearon con la realeza y obtuvieron títulos nobiliarios. Pero si bien es cierto que partieron de toda Cantabria hay tres lugares en los que la salida fue masiva: El Alto Asón, El Pisueña y Liébana. Es raro en las familias de estas zonas no encontrar en su árbol genealógico algún indiano. No todos alcanzaron los grandes patrimonios deseados, ni todos regresaron. Un denominador común de estos montañeses era el sueño de volver a su tierra y morir en ella.  Es raro encontrar en Selaya, Villacarriedo, Vega de Villafufre, Saro o Santa María de Cayón alguna familia que no cuente con alguien que se fue a hacer las Américas, principalmente a Cuba o México. Yo, como tantas familias de los Valles Pasiegos, tengo varios que decidieron irse a México. Entre ellos mi abuelo José Ruiloba Pérez y su hermano Fermín, naturales de Villacarriedo. Ellos no se fueron precisamente huyendo de la pobreza, puesto que la economía de su familia era buena, eran artesanos del calzado y mi bisabuelo contaba con una especie de fábrica o taller con diez empleados, pero sin duda, a mi abuelo le llamó la atención la moda de irse a hacer las Américas y decidió que prefería marcharse, a seguir haciendo zapatos y botines. Primero se fue a Cuba a la plantación de un tío suyo, el tío Gregorio, se ve que aquello no le gustó y partió a Nueva York, allí estuvo varios años de intérprete, él hablaba correctamente el inglés. Seguidamente iría a Filadelfia donde estuvo varios años de traductor. Más tarde pasó a México y tras haber estado una temporada de intérprete y teniendo un pequeño capital decidió invertirlo en un comercio de alimentación, fue entonces cuando su hermano, mi tío abuelo Fermín, se trasladó a México para trabajar con él. Así estuvieron juntos en un próspero negocio hasta que conoció a mi abuela Isabel Casasola, española, pero de otra región, su familia llevaba en México desde que ella tenía dos añitos. Tuvo una muy buena oferta por su comercio y lo vendió. Compró otro local en lo más céntrico y selecto de México y puso una peletería que pronto gozó de gran prestigio. México era una ciudad de gran inseguridad y delincuencia, de hecho, mi abuelo sufrió varios robos en sus establecimientos. A estas alturas ya habían nacido mi padre José y mi tía Gloria. A mi padre estuvieron a punto de raptarlo pues era un niño muy guapo, rubito y muy blanquito, y en México los niños con estas características eran asiduamente robados para ser vendidos en Estados Unidos, a familias ricas que no los podían tener. Mi abuelo ante tanta delincuencia e inseguridad ya no se encontraba cómodo en ese país y decidió vender sus bienes y regresar a España con su familia. Le dijo a su hermano que volviese  con ellos que aquel era un país muy inseguro. Pero Fermín no quiso volver, y allí formó su familia y salvo algunas ocasiones que visitó España, se quedó en México. Eso sí, al ver su imposibilidad de ser enterrado en su patria, pues ya toda su familia residía en México, encargó unas bolsas de tierra española que lo cubrirían para siempre en el momento de su fallecimiento. Así de grande era su amor por su España del alma. Mi abuelo y su familia embarcaron en el transatlántico que les regresaría, pero cuando estaban en alta mar, estalló la guerra civil y no pudieron atracar en ningún puerto español. Llegaron a Plymouth, en el sudoeste de Inglaterra y estuvieron casi tres años por toda Europa, hospedándose en hoteles hasta que pudieron entrar en España. Acabada la guerra civil regresaron a su pueblo de Villacarriedo, donde se instalaron y pusieron su negocio.