domingo, 23 de mayo de 2021

 






        LOS “HAIGAS” EN VALLES PASIEGOS

     Siempre se ha dicho que la etapa más bonita de la vida es la infancia. Yo creo que cada edad tiene su encanto. Aunque bien es cierto, que mi mente con frecuencia recuerda los buenos momentos vividos en ella. Recientemente recordaba uno de tantos días en casa de mis abuelos en Villacarriedo, cuando era pequeñita, en este aspecto fui privilegiada, pues al tener ellos un comercio, me permitió conocer a todos los vecinos de este pueblo y a la mayoría del valle de Carriedo. Por la tienda pasaban todo tipo de personas, madres que hablaban de lo bien que les iba a sus hijos en México, y orgullosas contaban en que trabajaban y esperaban ansiosas sus cartas o el momento de volver a verlos y abrazarlos, otras hablaban del campo, que una vaca se les había enfermado y estaban esperando al veterinario. Yo, jugaba y observaba todas aquellas escenas.

     Reconozco que mi abuelo tenía gran visión comercial, pocas tiendas en aquellos tiempos gozaban de exquisiteces o delicatessen como la que él tenía, pero claro, contaba con clientela para estos productos.

     Recuerdo a los antiguos dueños del Palacio de Soñanes, doña María Luisa y don Gonzalo. La antigua señora del palacio, era una dama que siempre me cautivó por su elegancia y sencillez innata. Esbelta, con el pelo blanco recogido en un moño, de delicados movimientos y con una sonrisa que pareciese formar parte de su figura. Siempre amable, solía acudir al supermercado para hacer los pedidos que posteriormente le llevaban mis tíos. Con frecuencia yo iba con ellos al palacio y allí los dejaban en la gran cocina. Recuerdo ver ese espectacular monumento que al observarlo en el exterior te deja sin palabras por su belleza absorbente, pero sin duda alguna, lo que me cautivó fue la preciosa escalera, nunca había visto algo igual, parecía sacada de los cuentos de hadas que yo leía en aquellos tiempos.

     Un día doña María Luisa acudió al comercio e hizo un gran pedido, con abundantes delicatessen, pues en fechas cercanas se daría una fiesta en palacio. Recuerdo esos momentos en Soñanes, en aquella época eran muy pocos los coches que circulaban, pero Carriedo en esas jornadas se llenaba de vehículos muy lujosos. A mí me gustaba sentarme en un banco de piedra situado en el exterior de la tienda donde solía estar el anciano padre del cura del pueblo, un señor muy agradable que me daba caramelos. Cuando los vehículos subían en dirección al palacio, los vecinos miraban con curiosidad los automóviles desfilar, uno tras otro. Y algunos de los curiosos decían: “Menudos haigas que suben, esos no valen cuatro perras”. Mi curiosidad de niña comenzó con los por qué. ¿Por qué se llama haiga, si es un coche? El padre del cura con toda la paciencia del mundo me respondió: -Mira, una vez se fue el hijo de un pasiego a hacer fortuna a las Américas, y cuando iba a volver le dijo al padre que quería traer un coche, y éste le respondió: -Pues trae el mejor que haiga, para que los vecinos vean lo bien que te ha ido, compra el más grande, vistoso, elegante y caro, vamos, el mejor que haiga. Y por eso a los coches caros y lujosos también se les conoce como haigas en los Valles Pasiegos.