domingo, 8 de septiembre de 2019












VENDEDORES AMBULANTES EN VALLES PASIEGOS  
     Muchos y diferentes tipos de vendedores ambulantes han pasado por nuestra tierra a lo largo de los siglos, de los años…Antiguamente no había la movilidad que hay hoy en día, no existían los automóviles que nos dan tanta independencia. En los pueblos y barrios de las ciudades, estaban los pequeños comercios de ultramarinos que también hacían las veces de bares o tascas. En ellos se podía conseguir casi todo lo que se necesitaba para sobrevivir, que bien es cierto, en aquellos tiempos, no era mucho. ¿Quién no ha oído hablar de los vendedores gallegos que acudían a nuestra tierra para ganarse la vida? En sus espaldas portaban una especie de maleta de madera que, al abrirse, era observada con esos ojos de admiración e intriga de quienes no estaban acostumbrados a ver productos tan finos y distinguidos. El vendedor adornaba y sabía vender bien su mercancía, quien lo escuchaba, podía imaginarse con esos preciosos y finos pañuelos, perfumes, unos simples cordones pasaban a ser para quienes los llevasen, casi productos exclusivos de actores, y que decir de los tirantes o cinturones y así estos hábiles vendedores se ganaban la vida andando de pueblo en pueblo.
      Otro personaje que nos visitaba con cierta asiduidad era el mielero. Con su manera típica de vestir, llevaba boina, blusa negra o gris, pantalón de pana, alpargatas. De uno de sus hombros colgaban uno o dos recipientes de madera, eran estos, envases cilíndricos como el barril o la cuba, con asas largas de cuero. La tapa estaba dividida en dos partes, una fija y la otra móvil, que se abría alrededor de una bisagra. En su interior estaba la tan preciada miel, e introducida en dicho tonel, se encontraba la cuchara de madera de mango largo con la que se servía a los clientes. En el otro hombro colgaba una alforja y dentro de ella, chorizo, salchichón, queso. Todos productos artesanales. Tampoco podía faltar la romana, romanita como decían ellos, para pesar la mercancía. Con la miel, primero pesaban el tarro vacío en el que se introduciría el producto, después lleno: - “No la quiero engañar señora, mire la romanita, el peso bien corrido” –“Tu verás, si me engañas, no vuelvas. “La estoy vendiendo miel auténtica de la Alcarria y los mejores embutidos y quesos de la zona. Yo soy de la provincia de Guadalajara, de Peñalver” –“Ya te lo diré cuando vuelvas, pobre de ti como me engañes”. Y así estos vendedores ambulantes trataban yendo de casa en casa y de pueblo en pueblo, al grito de. ¡El mielero! ¡Miel de la Alcarria! ¡A la rica miel!
     Otro personaje que llamaba mucho la atención de los niños era el vendedor de utensilios de barro, por su despliegue con varios mulos, con sus alforjas de jareta cargadas de vasijas, tiestos, botijos, jarras, tazas, tinajas vidriadas parcial o totalmente, que se utilizaban para todo tipo de líquidos, semillas y en las zonas de Cayón, Carriedo, Selaya, Saro, Vega de Pas, Penagos, Trasmiera, para guardar la matanza del cerdo. Los alfareros, muchas veces eran los encargados, tanto de fabricar sus propios productos, como de venderlos, aunque era más habitual que hubiese un intermediario. Estos vendedores venían desde La Mancha. Y sus productos gozaban de un prestigio milenario, pues ya dos mil años antes del nacimiento de Cristo se utilizaba la técnica del torneado, es decir, modelar a mano en una cabeza de rueda, una masa fresca de arcilla. Los alfareros solo utilizan la arcilla en sus creaciones, por el contrario, los ceramistas utilizan todas las variedades existentes del barro y cuentan con dos técnicas propias: el esmaltado y la decoración. Los ceramistas son alfareros especializados en fabricar piezas de forma artística y se diferencian de los alfareros en que después de cocidas las piezas todavía les quedan pasos por dar: El esmaltado y el decorado. Utilizan la llamada “Paleta de Gran Fuego” es decir: emplean únicamente seis colores: azul, amarillo, verde, anaranjado, negro y blanco. Obtenidos de la mezcla de diferentes minerales. En Castilla-La Mancha se encuentran dos de los centros más importantes del mundo: Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo. Sus cerámicas son muy similares, pero se diferencian en que la del Puente del Arzobispo (Toledo) predomina el color verde esmeralda, el vidriado es menos blanco, esto permite percibir el tono cremoso de sus arcillas. Por otro lado, está la persistencia de antiguas temáticas como los motivos de caza de cierto barroquismo paisajístico.
     Y para finalizar, contar una anécdota de cuando venían los mulos cargados de vasijas de barro al barrio de San Antonio, en La Abadilla de Cayón. Caminaban en fila, uno tras otro, por la calle conocida como “La Rampa”. Al fondo, en el barrio, estaban observando un grupo de vecinos y como en todos los grupos había un joven más gracioso y le dijo a los demás: -“A que paro a los mulos en seco”.  Como es lógico todos se burlaron. –“¿Pero que dices hombre?” El joven crecido dice: -“Ya lo veréis” y de su boca salió una expresión parecida a esta –“Yip” Y para asombro de todos, los mulos se pararon en seco. El alfarero no podía hacerles caminar y por más que les decía, ellos permanecían  clavados en el suelo. El alfarero tirando de ellos y moviendo la boina de atrás para adelante, ellos clavados en el suelo, y el dueño gritando. Pasa un vecino a su lado y le dice: -“Ahora comprendo la expresión de eres más terco que una mula”. –“No entiendo que les ha pasado, venían la más de bien, y de repente, se han parado. Y no hay manera de que se muevan”. Ni que decir, que al otro lado de la calle estaba el grupo de vecinos viendo el espectáculo sin poder controlar las carcajadas.