domingo, 30 de junio de 2019











LOS CANTEROS EN LOS VALLES PASIEGOS

       Otro de los personajes muy ligados a nuestra tierra, así como a nuestra historia son los canteros. En toda la comarca de los Valles Pasiegos podemos admirar la multitud de cabañas de piedra y cubiertas de lastra que han sido construidas por ellos. Los canteros se han encargado desde abrir las zanjas de los cimientos y cimentar, hasta culminar la obra con los tejados. En las cuencas altas de los valles del Pas y del Miera, estas cubiertas son de lastras y en los valles de Carriedo, Cayón, Penagos, parte de Trasmiera, los tejados son de teja de barro cocido. Las cabañas son de planta rectangular, con techumbres a dos aguas y muros de mampostería de piedra, de hasta 0,70m. de anchura. Suelen ser de dos plantas. La parte baja se utiliza como cuadra para el ganado y al mismo tiempo sirve de calefacción para la primera planta que está aislada de las humedades del suelo.  Esta, se suele dividir en dos partes, la mitad, en pajar, y la otra mitad, en parte habitable; cocina de “lar” y en algunas ocasiones una o dos habitaciones. Las cabañas de dos plantas tienen unas escaleras de piedra en el exterior para acceder a ellas y cuando ya son más lujosas, una solana de madera. Por la puerta se introduce la hierba seca al pajar.  
      En muchas de estas cabañas, los canteros hacían a ambos lados de la puerta las “posaderas” que consistían en dos losas apoyadas en la pared y que sobresalían de esta, una horizontal y la otra justo donde terminaba, por un costado, en vertical, y otras, solo con una losa horizontal. Estas “posaderas” servían para posar el queso, la manteca, poner la leche a refrescar y que los animales, por ejemplo, los perros no lo pudiesen alcanzar y comérselo. Los canteros eran maestros en colocar las lastras en las techumbres, primero los “alares” en la fila bajera, una “media” encima de esta, lo ancho abajo, y por encima la “entercia” y así construían las cabañas sin una sola gotera por muy difícil que parezca.
     Pero en los Valles Pasiegos podemos encontrar una gran obra en la que la cantería tuvo un papel importante. Los artesanos de la piedra dejaron su huella en el Túnel de la Engaña donde grandes canteros, entre ellos gallegos, dieron forma a estas edificaciones, concretamente, a la que habría de ser la Estación. Allí nos encontramos con cinco túneles en los que la piedra tiene gran protagonismo. El Túnel de La Engaña que mide 6.976 metros y toma su nombre por la cercanía del río La Engaña. En segundo lugar, podemos encontrar el Marojal, seguidamente, el Empeñadiro, el cuarto el Polvorín y el quinto el Enverao, estos últimos, más cortos que el primero.  Toman su nombre, a excepción del túnel el Polvorín, que se llama así, porque al lado se almacenaba la pólvora, los demás reciben su nombre de los terrenos que ocupan y así se llaman. Pero además de estas obras de cantería podemos encontrar por toda la región importantes obras civiles y religiosas en las que los canteros pusieron toda su imaginación y buen hacer. Nos encontramos con grandes palacios, torres, iglesias, colegiatas, puentes…Obras de gran envergadura. Nuestros canteros siempre han tenido gran fama, especialmente los de Trasmiera y esta se remonta a la Edad Media encontrándose importantes obras suyas fuera de la Región, por toda España, Portugal y Colonias Americanas. Así podemos encontrar monumentos como el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la Catedral de Sigüenza, la Catedral de Sevilla. Un gran número de estos canteros trabajaron en las Murallas de Ávila. En el siglo XV trabajaban por toda Castilla teniendo puestos de gran responsabilidad. Tuvieron que formar una agrupación del gremio y se comunicaban por una jerga lingüística que solo ellos conocían, se llamaba “la Pantoja”. Este oficio se trasmitía de padres a hijos con los beneficios que esto suponía para los más jóvenes, pues a una temprana edad, llegaban a ser maestros y eran capaces de dirigir obras de gran envergadura. En todas estas obras dejaron su firma en las piedras mediante signos (marca de cantero) que les identificaba como autores de la obra.  
“La Piedra” (es una bonita reflexión que se le atribuye al escritor  
                      Antonio Pereira)                                   
El distraído tropezó con ella.
El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor construyó, con ella.
El campesino cansado la utilizó como asiento.
Para los niños fue un juguete.
David mató a Goliat.
Miguel Angel le sacó la más bella escultura.
En todos los casos,
La diferencia no estuvo en la piedra,
Sino en el hombre.
No existe piedra en tu camino que no puedas aprovechar para tu propio crecimiento.
      

domingo, 9 de junio de 2019














PUENTE DE DON DIEGO EN LA ABADILLA DE CAYÓN EN LOS VALLES PASIEGOS.
       Este puente lo mandó construir D. Diego de Villa en 1889 sobre el río Suscuaja para unir el pueblo de La Abadilla con su barrio de La Paúl y así poder acceder a los terrenos comunales que se encontraban al otro lado del río. Es un puente muy bonito y de un entrañable valor sentimental para los vecinos de este pueblo. Sus dos ojos son de sillería y los muros construidos en mampostería de piedra como mandaba la tradición en aquella época, hechos a mano por unos buenos canteros.
       La modernidad hizo que este puente se quedase obsoleto y hace aproximadamente treinta y cuatro años se produjo la ejecución de la concentración parcelaria y un nuevo puente, más moderno y amplio se construyó, sustituyendo al primitivo. Este nuevo puente es diariamente transitado por coches, tractores e incluso camiones, pero su estructura, nada tiene que ver con el precioso puente de D. Diego.
       El antiguo puente era cruzado por carretas de ejes de madera y varales de varas de avellano, bien enjabonados sus ejes para que “cantaran” fuerte y alto, tiradas por parejas de bueyes. Más tarde los burros o asnos tuvieron gran protagonismo, estos portaban en sus lomos los sacos de pienso para el resto del ganado, el verde o la yerba seca, un par de ollas de leche que llevaban al depósito y más tarde recogería el camión para transportarlas a la fábrica. Las mulas también tuvieron su importancia en la economía de aquellos tiempos, estas ya eran señal de mayor prosperidad y a medida que los tiempos fueron avanzando y con ellos el mayor poder adquisitivo, dentro de la precariedad de aquellos años, fueron los caballos quienes tomaron el testigo de los anteriores équidos. Las carretas de ruedas de madera dieron paso a los carros de ruedas de goma y así el puente de D. Diego ha sido testigo a través de los años de los cambios de los diferentes carruajes.
       Pero si el viejo puente fue testigo de estos cambios, también lo fue de las muchas conversaciones de las mujeres que allí iban a lavar la ropa. Las jóvenes que intercambiaban sus vivencias, fantasías y noviazgos con sus vecinas y que muchas veces eran piropeadas y cortejadas por los jóvenes del lugar que desde el puente las observaban y ellas se las ingeniaban para que les llevasen las ropas mojadas hasta sus casas, pues la distancia no era corta y la carga muy pesada. El viejo puente era lugar de reunión entre las vecinas, los campesinos que iban a hacer sus tareas al campo y hacían un alto en él, para fumarse un cigarrillo y charlar un rato. Luego estaban los vecinos que llevaban sus vacas a beber al río todos los días, y el problema surgía cuando se juntaban las ganaderías de dos o más cuadras. ¡Que follón de vacas! Los nervios de los vecinos afloraban por miedo a confundirlas, ¿y si se llevaban las que no eran de ellos? Nerviosos las arreaban y las vacas corrían amontonándose unas con otras. Eran momentos un tanto angustiosos para los ganaderos hasta que conseguían sacarlas del mogollón, pero las vacas sabían perfectamente quien era su dueño y que camino debían de tomar. Muchas veces los chiquillos del barrio acompañaban a sus vecinos a llevar las vacas a beber al río y cuando estos tumultos de vacas se producían unas veces corrían ayudando al vecino y otras por el contrario los observaban con una mezcla de incógnita y de risas entre ellos, bromeaban y apostaban cuanto tiempo los llevaría recuperar a cada uno sus respectivas vacas.
       Y así este viejo puente de D. Diego, fue testigo del paso de los años en la vida de sus vecinos, hasta que la modernidad llegó y lo convirtió para disgusto de todos, en una ruina, cubierto de zarzas y maleza, hasta el punto de no divisarse. Afortunadamente una vecina del pueblo, del barrio de Sarón, e hija de un vecino del barrio El Cajigal, que, sin duda alguna, habrá oído hablar mucho a su padre de este puente, puesto que ha formado parte de nuestras vidas, fue al puente, observó sus condiciones y como alcaldesa pedánea del pueblo se movilizó y ha conseguido limpiarlo y que el viejo puente vuelva a lucir sus preciosos ojos de piedra de sillería. Muchas gracias Yoli por hacer posible que nuestro viejo puente vuelva a formar parte de nuestras vidas.