JOSÉ ABASCAL Y CARREDANO
Muchos han sido los personajes
descendientes de nuestra tierra que han brillado con luz propia, dejándola con
su ejemplo de vida en lo más alto. Este es el caso de nuestro personaje de hoy.
El trasmerano José Abascal y Carredano que triunfó en las grandes esferas
empresariales, políticas y sobre todo por su gran humanidad y honradez. Un
personaje por el que sentir gran admiración y respeto.
José Abascal nació en Pontones (Cantabria)
el 1 de septiembre de 1829. Fue hijo de D. José Abascal del Peral y de Dña.
Felipa Carredano y del solar, ambos cántabros o como se decía en aquella época,
montañeses. Se trasladaron a Madrid y su padre le legó a su muerte, como no podía ser de otra manera, una
importante empresa propietaria de talleres de cantería. Tal era el prestigio de
esta compañía que fue la encargada de la construcción del actual edificio del
Congreso de los Diputados.
José Abascal y Carredano cursó estudios
de Humanidades y Filosofía, más tarde se licenció en el Real Colegio de San
Carlos en Medicina y Cirugía, aunque nunca ejerció esta profesión, pues al
fallecer su padre tuvo que hacerse cargo de la empresa familiar, dedicándose
fundamentalmente a las obras públicas más importantes, especialmente en Madrid.
Fue un gran empresario que no se encasilló únicamente en el negocio familiar,
exploró otros caminos con gran éxito, entre ellos creó un negocio muy próspero
de envío de productos agrícolas e industriales desde Alicante a Madrid.
En 1853 contrajo matrimonio con la rica
heredera Dña. Isidora Rodríguez, hija del primer empresario industrial de
fontanería de la Villa y Corte que se encargó de la construcción del Canal de
Isabel II. Con la cuantiosa dote de su esposa, junto a sus más que prósperos
negocios le convirtieron en un hombre muy rico, pero no tuvo descendencia y dotó
a su muerte toda la fortuna a sus sobrinos quienes recibieron y gestionaron su
legado.
Fue un hombre muy comprometido con la
política, desde niño militó en el Partido Liberal Progresista del que fue un
gran mecenas y gozó de una estrecha amistad con sus dirigentes, Sagasta,
Olózaga y Calvo Asensio, entre otros. En 1868 adquirió la mitad de la propiedad
del periódico La Iberia órgano del partido Liberal Progresista dirigido por su
amigo Sagasta, desde donde realizaron una gran campaña de desgaste y oposición
contra el Gobierno conservador.
Fue alcalde de Madrid, previamente se le
nombró por dos veces Teniente de alcalde y organizó y costeó de su bolsillo el
vestuario y armamento de un batallón del que era comandante en jefe. Elegido
diputado a Cortes en 1869, miembro de su diputación permanente y representó
sucesivamente a los distritos de Alcalá de Henares y Villajoyosa. Senador del
Reino por la provincia de Alicante, siendo además secretario de la Alta Cámara
entre otros muchos altos cargos. Siempre fue leal a Sagasta. Sin duda alguna ha
sido uno de los mejores alcaldes de Madrid, reconocido así por los suyos y por
la oposición. Entre las muchas cosas que hizo; saneó a fondo las cuentas
municipales. Autorizó los proyectos de construcción de las Escuelas Aguirre y
de la catedral de la Almudena, compró la biblioteca del duque de Osuna (treinta
y siete mil volúmenes) que contaba con manuscritos originales de Lope de Vega y
de Calderón de la Barca, entre otras joyas, ayudando al mismo tiempo al arruinado
duque. Creó un centro de enseñanza para la mujer, donde las alumnas recibían
cursos de Gramática, Caligrafía, Geografía, Historia, Geometría, Aritmética y
otras materias, todo un logro para aquellos años. Mejoró las vías públicas,
sustituyendo el borrillo por el adoquinado; iluminó con farolas de gas la
Puerta del Sol, y conmemoró brillantemente el segundo centenario del dramaturgo
barroco Calderón de la Barca. Igualmente resolvió con gran delicadeza la crisis
obrera, repobló el arbolado del parque del Retiro, mejoró el alcantarillado y
dos colectores de aguas, y las instalaciones del Cementerio del Este. Aprobó la
construcción del Banco de España y la prolongación de la calle Mayor, mejoró el
control de calidad de los suministros y alimentos, y promovió la instalación de
un tranvía de circunvalación. En tiempos de crisis renunció a diez mil pesetas
de las veinticinco mil que estaban señaladas en el presupuesto municipal para
gastos de representación.
Presentó su dimisión por motivos de salud
siendo admitida por la reina regente M.ª Cristina. Murió debido a un cáncer en
1890.
Numerosas son las condecoraciones que
obtuvo; Senador vitalicio del Reino y poseía la Gran Cruz de las órdenes de
Carlos III e Isabel la Católica, Cruz de primera clase de la Orden Civil de
Beneficencia, Gran Oficial de la Legión de Honor Francesa y Gran Cruz de la
Orden del Nicha, Iftijar de Túnez.