domingo, 20 de marzo de 2022

 






VIZCONDE DEL GINIRO 

 

     Recientemente hablando con mi amiga carredana Marta Diego, nos vino a la memoria un Ilustre cayonés y carredano. Me hizo gracia, pues los dos compartimos ambos valles, por nacimiento y familia, así como por residencia ya que él nació en el valle de Cayón, concretamente en mi pueblo, La Abadilla y yo en el valle de Carriedo, posteriormente él vivió en este valle y yo en el de Cayón. Esta casualidad y la vida tan peculiar e interesante que tuvo me animó a escribir sobre él. 

     Francisco Antonio Pérez de Soñanes y Crespo, fue hijo natural y reconocido del Reverendo D. Francisco Pérez de Soñanes y Pérez de la Herrán, Cura de Bárcena de Carriedo y de Dña. Andrea Crespo Gutiérrez, moza soltera, residente en La Abadilla y natural de la villa pasiega de S. Pedro del Romeral. Sus abuelos paternos fueron D. Diego Pérez de Soñanes y Pérez de Arce y de Dña. María Pérez de la Herrán y Gómez de la Llamosa, de Bárcena de Carriedo. 

     Nuestro protagonista de hoy D. Francisco Antonio Pérez de Soñanes y Crespo, nació en La Abadilla de Cayón el 23 de noviembre de 1741. Cuando contaba con 20 años, se casó en Abionzo con Dña. Clara Concepción Fernández-Campero y Hesles. 

     Como tantos jóvenes en aquella época partió para las Indias con el sueño de hacer fortuna, y lleno de ilusiones emprendió una nueva vida que se antojaba plena de éxitos. En 1768 partió desde el puerto de Cádiz a La Habana como criado de D. Manuel Gutiérrez de la Huerta, natural de Abionzo, que fue Alcalde Mayor de Maravatio, Tacona y la Villa de Zamora en la provincia de Nueva España. Podemos saber a través de la licencia de embarque que Francisco Pérez de Soñanes, residente en Bárcena de Carriedo, tenía cuando se embarcó 26 años, era blanco sonrosado, picado de viruelas y ojos pardos. Partieron en una especie de goleta de tres palos, muy rápida, llamada “Nuestra Sra. del Carmen”. Antes de partir, su esposa da la autorización ante el escribano del juzgado de Villacarriedo para que pueda embarcarse a los reinos de Indias con D. Manuel Gutiérrez de la Huerta. 

      Lejos de cumplirse sus sueños, la cruel realidad le hizo retornar fracasado en sus negocios a su tierra natal. Por casualidad en la Habana escuchó una conversación entre varias personas que hablaban de un posible filón de plata en Nueva España, y que habían causado su ruina. D. Francisco Antonio volvió tras sus pasos y luchó para encontrar el filón, y lo encontró. Convirtiéndose en uno de los hombres más ricos del mundo. 

     Comenzaron a llegarle los reconocimientos por su apoyo económico a la Corona. Se le premió por su patriotismo con el título de I Conde de la Contramina y I Vizconde del Giniro, firmado en San Ildefonso por el rey Carlos IV. En 1787 se le concede el Título de Caballero de la Orden de Santiago. 

     Fue coronel de las Milicias Nacionales de Toluca en México. Gentilhombre de Cámara de SM Carlos IV. Dueño de las Minas de Plata de Tepantitlán en México.  

     Se hizo inmensamente rico, pero también muy generoso. Sufragó íntegramente la carretera que va desde México hasta Veracruz por Puebla, Córdoba y Orizaba. También dio dinero cuando era conronel para el sostenimiento de las milicias.

     Se sabe que tuvo dos hijos junto a su esposa Dña. Clara Concepción Fernández Campero y Hesles. Éstos fueron Jacinta Máxima y D. José Antonio Pérez de Soñanes y Fernández-Campero. Se casó en segundas nupcias el 20 de diciembre de 1789 en Ciudad de México con Dña. Josefa Alegría y Yoldi. 

     Cuando nos encontramos con estos datos, en los que observamos que nuestros vecinos, a pesar, de las muchas vicisitudes que tuvieron que pasar para poder triunfar, nos enorgullecemos enormemente de ellos, pues dejar su casa, familia y tierra, para ir en busca de una fortuna y fama incierta, tiene mucho mérito. Estoy segura que de los muchos títulos que nuestro protagonista de hoy tuvo en su poder, el que más ilusión y con más orgullo llevó fue el de Vizconde de Giniro, pues el portar el nombre de lo tuyo, cuando uno está lejos de su terruño, es una sensación que no se puede expresar con palabras. Y él portaba nada menos que el nombre de su montaña, de su Pico de Giniro de su Carriedo del alma.