INTRIGAS PALACIEGAS
Los dos edificios más representativos de
Villacarriedo son el palacio de Soñanes y el colegio de los PP. Escolapios.
Ambos tienen un montón de historia a través del tiempo. Grandes personajes se
formaron en este último. Si nos remontamos a su comienzo no estuvo libre de
polémicas e incluso se llevó a los tribunales, pues su construcción era
incómoda para el segundo señor del palacio D. Domingo Díaz de Arce.
En el año 1680 la pobreza y miseria
reinaba en el Valle de Carriedo, y es justo en este año cuando nació D. Antonio
Gutiérrez de la Huerta y Güemes que fue hijo legítimo de D. Domingo y Dña.
Teresa, vecinos de Villacarriedo.
En la región en aquellos tiempos eran
escasos los medios que había para instruirse y sin duda esto lo llevaría
siempre en sus pensamientos.
Siendo muy joven y viendo las penurias que
había en su casa decide que la mejor manera de acabar con esa miseria era irse
a Andalucía. Allí otros jándalos habían conseguido remontar y hacerse con una
fortuna y un don que antecediera a su nombre. Es muy probable que comenzase
como chicuco en alguna tienda de ultramarinos, pero de lo que si estamos
seguros es de que a los 24 años ingresa como soldado voluntario en el ejército
en Córdoba y aquí comienza su carrera militar. Participó en la lucha de
sucesión entre las casas de Austria y Borbón, tomando parte por estos últimos y
es nombrado capitán de caballos corazas. Al vencer los Borbones y como
agradecimiento por sus servicios le nombran Administrador de la Real Aduana de
Cádiz, caballero de Santiago y del consejo de su Majestad en la Contaduría Mayor
de Cuentas. Tiene un historial impecable al servicio de su Majestad al que
sirve durante más de treinta años.
A los treinta y dos años se casa en Madrid
con doña Melchora González que aporta al matrimonio 27.000 reales en metálico,
bienes y alhajas. Pero no tendrán descendencia por lo que hereda todos los
bienes de su esposa. Pasados los años contrae nuevas nupcias en Cádiz con doña
Catalina Vandín Salgado, con la cual tampoco tiene hijos.
Al enviudar sin sucesión y siendo poseedor
de una gran fortuna, comienza a madurar la idea de hacer una Fundación a través
de la cual cumpliría sus sueños de dotar a sus vecinos carredanos con un
importante colegio e iglesia que sirvan en un futuro para darles una buena
educación gratuita. Al fallecer dejaría a su sobrino al frente.
Don Antonio además de familia, era gran
amigo del Intendente de Aragón D. Juan Antonio Díaz de Arce, caballero de la
Orden de Santiago, Agente General de la M.C. en la Corte de Roma y quien
estando en esta ciudad, manda construir el palacio en el mismo lugar donde
estaba la antigua torre solariega de Arce en la que había nacido. Ésta se aprovechó
para hacer el hueco de la nueva escalera. El famoso arquitecto que dirigió esta
colosal obra fue el italiano Cósimo Fontanelli. Como anécdota diré que el coste
total fue de 140.000 ducados. 385.000 de las antiguas pesetas.
Don Antonio Gutiérrez de la Huerta y
Güemes pone en conocimiento de su amigo la idea de hacer un colegio e iglesia
para la educación gratuita de sus convecinos en el Cagigal de Pellegero entre
Bárcena y Tezanos. D. Juan Antonio Díaz de Arce le ofrece su ayuda económica si
le hiciese falta para hacer una obra más ambiciosa, pues él también había
pensado hacer algo con la escolarización de los niños y le quita la idea de
construirlo en el lugar indicado, haciéndole ver las incomodidades y
contratiempos para los alumnos llegado el invierno. Le propone hacerlo en el
lugar donde se construyó, junto al palacio. En este lugar el Fundador tenía
unas casas y terrenos que habían sido propiedad de sus padres.
D.
Antonio pide y obtiene todos los permisos para llevar a cabo tan ambiciosa obra
y así lo suplica al arzobispo de Burgos en cuya Diócesis se hallaba el Valle de
Carriedo. Igualmente lo obtiene del rey Felipe V
D. Juan Antonio falleció en 1734 sucediéndole
D. Domingo Díaz de Arce y su amigo D. Antonio murió el 24 de julio de
1736.
Fallecido el primer señor del palacio, su
heredero pone pleito a los patronos del colegio cuando estaba en construcción.
Su alegación fue que se privaba a su casa y huerta de aires, luz y vista.
Aprovechándose del cargo que ostentaba de ministro del Consejo Real y acudiendo
al Nuncio de Su Santidad, que ordenó suspender las obras, pero el patrono apeló
a los tribunales del reino y éstos levantaron la prohibición fallando a favor
del colegio.