BODAS EN EL SIGLO XVII EN VALLES PASIEGOS
Los tiempos han cambiado mucho, hoy
disfrutamos de comodidades y lujos que en tiempos no tan lejanos eran
impensables. Concretamente en el siglo XVII en la década entre 1650 y 1660 la
población en Valles Pasiegos y Cantabria en general, era muy pobre, y aunque
los pasiegos siempre han tenido un carácter de superación, gran visión
comercial y trataron a través de la educación de sus hijos superar estas
maltrechas economías, ellos las sufrieron en sus propias carnes. Muchos de sus
hijos consiguieron dejar atrás esta vida de precariedad y pobreza
convirtiéndose en grandes personalidades en el mundo de la política, la iglesia
y en lo militar.
A pesar de estas carencias los pasiegos
siempre han sido un icono de la libertad. Personas a las que no les ha gustado
tener jefes, ellos disponían libremente de sus vidas, eran sus propios dueños y
esta libertad suplía ampliamente las carencias económicas.
Hay documentos de esta época que nos hacen
conocer, por ejemplo, como eran las bodas en aquellos tiempos.
Así nos cuentan que la novia acudía
acompañada de sus padres y el novio con los testigos, generalmente, gente
destacada de la comarca entre los que se podían encontrar, abogados, militares,
clérigos, entre otras personas importantes. Los novios se daban la mano en
señal de esponsales. Los padres de la novia indicaban la parte de su hacienda
que había de aportar al matrimonio y se levantaba acta por el escribano.
Las escrituras dotales comenzaban señalando
el lugar y fecha, e indicaban en el escrito quienes comparecían ante él como
testigos de ambas partes. Ante el escribano decían tener trato entre ambos y
haber concertado que el novio se ha de casar y velar con la novia. Lo harán
conforme al Santo Concilio de Trento en el que el matrimonio se considera como
un sacramento y además como un contrato indisoluble y en señal de cumplimiento
los novios se daban la mano y bebían juntos brindándose.
Los padres de la novia para que el matrimonio
tenga efecto y puedan subsistir con las cargas en mancomún, juntamente, dotaban
a su hija con diferentes bienes raíces y hacían un inventario de las fincas,
prados y tierras de labor. Detallaban los carros que medía cada finca y donde
se encontraba ubicada. Así mismo inventariaban el ganado a dotar. Lo mismo
hacían con el ajuar de la novia. En diferentes documentos he podido encontrar
curiosidades como estas, que los animales diferenciaban a la clase más
pudiente, a mayor número de cabezas de ganado, señal de mayor
riqueza. Además de describir los animales a entregar, también se
hacía apunte, en muchas ocasiones, el ajuar de la novia. Si los contrayentes
fuesen de la misma familia, los padres de la novia serían los encargados de
pagar la dispensación de parentesco.
En cuanto a los animales, podemos encontrar
inventariados, dos gruñentes medianos, tres cabras y un lechón, esto en uno de
los casos. En otro inventariado para entregar el día que se casen y velen
juntos, una vaca parida o preñada con jato o jata, dos bueyes, tres lechones,
dos cencilladas de yerba y los ajuares necesarios de por casa, así como las
diferentes fincas y terrenos.
Una cama de ropa, seis sábanos, dos sábanas,
seis barbellares, cuatro tocas, una tabla de manteles, dos camisas, dos
gorgueras, una de Ruan y otra de lienzo, dos faldas, una de estopa y una de
lienzo, un vestido, una manta de Carriedo, un abantal listado de Santillana,
tres garrotes, tres cestos, un baño y una tijera, una azada, una hacha, un
rastrillo, una caldera, una sartén, un asador, una cuchara, un yugo con sus
aparejos, un aladro con su reja, un rastro con su cunera, una arquilla pequeña
de Carriedo y otra mediana de haya, una caja pequeña y un arca de roble. Con
todo esto, el novio se obligaba a cumplir la palabra dada.
Gilda Ruiloba