LA DESHOJA EN VALLES PASIEGOS
Los tiempos han cambiado mucho,
actualmente nuestra tierra se ha convertido en un lugar próspero y muy cómodo
para vivir. Disfrutamos de modernidades y comodidades que nuestros ancestros
nunca hubiesen imaginado. Disponemos de modernos medios de comunicación, radio,
televisión, teléfono, internet, pasamos las horas ante la pantalla del
ordenador o con los móviles entre las manos. Nos comunicamos con nuestros
amigos a través de ellos, pero en cierto modo hemos perdido la cercanía con los
vecinos. Atrás quedaron aquellas reuniones y veladas de la deshoja que eran una
buena disculpa para juntarse.
Cuando llega el otoño, concretamente los
meses de octubre y noviembre, una especie de melancolía se apodera de nosotros, recordamos
aquellas historias que nuestros mayores nos contaban, y cuando el viento sur
nos envuelve pensamos en esas cocinas en las que al calor del fuego y la tenue
luz se reunían los vecinos en sus casas. Ese viento conocido en nuestros valles
pasiegos como “el viento castañero o viento de las castañas” hace subir las
temperaturas y bajar la humedad en pleno otoño, y esto es aprovechado para la
buena recolecta y secado del maíz, alubias y castañas.
En tiempos no tan lejanos nuestros mayores
en estas fechas se reunían en sus casas para la deshoja y se ayudaban unos a
otros. Consistía en retirar las hojas de las panojas y dejar los granos al aire
para su aireado y secado. Las panojas se ponían a secar y posteriormente se
guardaban en el desván o en un almacén preparado para estos casos, al igual que
las alubias, a la espera de ser desgranadas para su consumo. Para los vecinos
esto era toda una fiesta en la que se recitaban versos y coplas antiguas, al
igual que lo hacen hoy los rabelistas de Cabuérniga, pero sin rabel. Se
contaban cuentos e historias y después de la deshoja, en las noches de otoño,
el dueño de la casa invitaba a sus vecinos a castañas, vino, aguardiente o
anisado. Las risas y camaradería estaban aseguradas.
A este asado de castañas en Cantabria se
le conoce como magosta. Se dice que cuando se asaban, a la más ruin de todas se
la consideraba como la bruja, y una vez terminada la celebración se la
enterraba bajo la ceniza de la hoguera.
Se cree que el origen de las magostas
viene de los celtas para honrar las cosechas después del equinoccio y antes de
la matanza.
Como he hablado en otras ocasiones, en
Cantabria el maíz era una de las mayores fuentes de alimentación e igualmente
lo eran las castañas. Si había castañas y maíz, la mantención estaba asegurada.
La llegada de la patata desde América, de donde es originaria, sustituyó en
gran medida su consumo.
En los pueblos vecinos como Asturias aún
está muy presente en su dieta y son muchas las recetas y platos que podemos
disfrutar.
Se pueden comer crudas, asadas, cocidas, en guisos, postres…Antiguamente las molían haciendo harina para fabricar el pan, pasteles o aquellos manjares que la imaginación tuviese a bien hacer. Cuando en nuestra tierra no existía el café la harina de castañas tostado hacía las veces.
Cantabria es muy rica en castaños, pueden
vivir más de mil años y los podemos encontrar tanto en los prados, montes o
silvestres. A causa de la humedad del suelo, así como por la mucha cantidad de
materia orgánica sufren una enfermedad llamada la “tinta” y el “chancro” del
castaño y por este motivo pueden morir.