EL AFILADOR EN VALLES PASIEGOS
Este es uno de los muchos oficios que está en
vías de extinción. ¿Quién no tiene en sus recuerdos la figura del amolador? Más
familiarmente conocido entre nosotros como “afilador”. Recuerdo en mi infancia
a “Benito el Afilador”, venía desde Galicia, y pasaba temporadas por Cantabria,
y como no, por nuestros queridos pueblos de Valles Pasiegos, entre ellos los
del valle de Cayón. Era un hombre corpulento y muy afable, siempre con la risa
en la boca y esa sabiduría que le daban los años, recorriendo los pueblos,
tratando con gentes de toda índole. Conocía a la perfección a cada familia, sus
virtudes y defectos, pero siempre se ha dicho, que el mejor psicólogo es aquel
que trata en negocios directamente con los clientes. Su cabeza estaba cubierta
por una boina y siempre llevaba un blusón tipo al de los tratantes de ganado,
pero un poco más largo y de color gris ceniza. Empujaba una especie de carrito
de madera con una gran rueda, en el que se encontraba la “roda de afiar”, es
decir, rueda de piedra o “Tarazona”. En dicho carro llevaba todo tipo de
utensilios, paraguas viejos, varillas, mangos o cachabas de paraguas, clavos,
tachuelas y como no, un recipiente con agua muy necesaria para un buen afilado.
Todos los vecinos se enteraban de su presencia que era anunciada con el “pito
de afilador” o “chiflo”. Este consistía primeramente en una pequeña “flauta de
pan”, instrumento de viento compuesto de tubos hechos de caña huecos y tapados
por un extremo que producían un sonido aflautado de notas graves y agudas, al
que seguía el grito: “El afilador…” Posteriormente los “chiflos” fueron de
plástico. Los afiladores eran figuras imprescindibles en aquellos tiempos de
miseria, en los que no se tiraba nada, pues entre otras cosas, porque había poco
que tirar, todo se arreglaba, se remendaba, se remachaba y eso sucedía con los
pucheros, tarteras y sartenes de porcelana cuando se agujereaban por el exceso
de uso. Ahí estaban los afiladores que con su maña y buen hacer, tapaban el
agujero y dejaban el utensilio como nuevo, presto para seguir haciendo su
servicio. Además de arreglar los útiles de cocina, afilaban cuchillos, navajas,
tijeras, arreglaban los paraguas que el viento daba vuelta rompiendo las
varillas. Eran épocas en que todo se reutilizaba. Aún recuerdo, como a ritmo de
pedal afilaban los utensilios con ese chirriar tan característico y las chispas
que desprendían al rozar con la rueda y ser afilados. Afilar correctamente un
cuchillo puede tardar varios minutos. Como anécdota, diré que, en el extremo
Oriente, afilar una katana puede llevar meses.
Los
afiladores ambulantes generalmente eran gallegos, de Ourense. Con el paso del
tiempo su medio de trabajo ha ido evolucionando. Primeramente, era llevada la
rueda a espaldas del propio afilador, más tarde, a lo largo del siglo XX, rodando
y posteriormente fue sustituida por un equipo más moderno, y transportado
primero, en bicicleta y luego en motocicleta o furgoneta.
Los
afiladores de Orense, como los canteros y zapateros, inventaron su propia jerga
o lenguaje para comunicarse entre ellos y que nadie más pudiese entenderlos y
así preservar el secreto de sus técnicas. Era su (idioma secreto) y se llamaba
“barallete”.
Desafortunadamente, con el paso de los años y la mejora de la economía,
así como de las nuevas costumbres entre los ciudadanos de consumir masivamente,
de la cultura de usar y tirar, la profesión del afilador casi ha desaparecido.
Las nuevas técnicas de afilado han dado paso a su desaparición, no obstante,
siguen siendo preferidas dentro del gremio de cocineros, en cocinas
industriales, por su mejor corte y mayor duración para los cuchillos y tijeras.
En la
novela de Benito Pérez Galdós “La Corte de Carlos IV (1873) podemos encontrar
unas palabras que hacen mención a los afiladores: “Mira Gabrielillo - dijo
incorporándose y apartando de la rueda las tijeras, con lo cual cesaron por un
momento las chispas…
A
continuación, pondré unas palabras en “barallete” y su significado:
Arreador-afilador; bata-madre; bato-padre; facorria-cuchillo; faiña-navaja;
follato-paraguas; irmuxo-hermano.