miércoles, 13 de junio de 2018




REAL VALLE DE CAYÓN

       Según mis investigaciones , se dice que viene su realengo de la larguísima lucha que libraron junto con los otros ocho valles que compusieron la antigua merindad de los nueve valles de las Asturias de Santillana y que en la defensa del larguísimo pleito, casi 150 años, contra los herederos de la casa de la Vega, los Duques del Infantado (Marqués de Santillana) que pretendían someter a su jurisdicción señorial estos territorios. Todos los nueve valles de la antigua Asturias de Santillana, se llaman REALES, porque eran de realengo.
       El campesinado, hartos de la situación con los señores, se levantó en diversos pleitos contra la casa de la Vega-Mendoza ya que no querían pertenecer al señorío de Iñigo López de Mendoza. Durante el mandato de Leonor de la Vega, el tacto de ésta, había evitado la explosión de las quejas. Sin embargo, Iñigo, actuó con gran violencia en los valles, contra sus gentes y propiedades. Tomando posesión de ellos por las armas. Algo que no le perdonaron los campesinos, quienes querían depender directamente del rey.

       Tras el fallo favorable del pleito de Carriedo, decidieron apelar a la monarquía, los valles de Alfoz de Lloredo, Cabezón, Cabuérniga, Camargo, Cayón, Penagos, Piélagos, Reocín y Villaescusa. El pleito comenzó en 1438 y terminó en 1581. Se trató de una serie de pleitos en que primeramente fueron ganados por el poder señorial, pero finalmente se inclinó a favor de los valles. La devolución de los valles a la corona castellana, mermó el poder señorial en la zona. Siendo muy bien visto por la corona, que pretendía recuperar el poder en la zona norte.
       La ermita de San Antonio Abad en La Abadilla de Cayón, tuvo gran importancia en estos acontecimientos, ya que en ella se reunían los miembros del concejo para tomar toda clase de decisiones comunales, así como lo que se refería a las relaciones con los “señores” o representantes del rey.
       En 1630 Felipe IV otorgó a la provincia de los Nueve Valles el privilegio de regirse por alcaldes ordinarios.



                           Gilda Ruiloba.