CUANDO AHORRAR SE PREMIABA
Recientemente buscando entre mis papeles
encontré una curiosidad, ante mis ojos apareció una antigua cartilla de ahorro
de la Caja de Ahorros de Santander. Cuando mi hermano y yo nacimos nos abrieron
dos cuentas, una para cada uno, con su respectiva cartilla de ahorro y hucha,
en ella guardábamos lo correspondiente a nuestra paga dominical y de la cual
una parte había que ahorrar y aquí no había discusión posible, todos los
regalos en efectivo que nos daban nuestros familiares y amigos de mis padres, las
“limosnas” del día de la 1ª Comunión. Todo se iba guardando en la alcancía,
creo que en los primeros años de mi infancia eran de color verde, más tarde
negras. El dinero que allí se ahorraba, después era imposible rescatarlo, ya
que la ranura compuesta por dos láminas metálicas no permitía su rescate,
aunque tengo que confesar que con los años, ya siendo más mayores, mi hermano
que era muy habilidoso encontró, aunque no con facilidad, el modo de sacar
algunas monedas y es que los
helados de fresa de la señora Rosa, eran un reto para él.
Este dinero de las huchas cuando ya estaban
llenas, se llevaba a la Caja de Ahorros y allí las posaban en una máquina que
las abría en su base, cayendo libremente todos los billetes y monedas que
posteriormente registraban en nuestras cartillas. En aquella época hasta
pagaban intereses, te premiaban con un dos por ciento y por si esto fuese poco,
el 31 de octubre día mundial del ahorro, hacían sorteos. Según el capital que
tuvieses en la cuenta te daban unas papeletas con números, a mayor cantidad,
más papeletas. Aún recuerdo el escaparate de la Caja de Ahorros en Sarón,
parecía una tómbola, llena de juguetes de los más caros, aquellos con los que
todos los niños soñábamos, pero nunca llegaban. Pensar que lo allí expuesto
podía ser tuyo, merecía la pena el ahorro. Recuerdo que en El Cine Gran Casino
de Sarón se hacía ese día una fiesta infantil donde acudíamos todos los niños
de la zona, Cayón, Obregón, Penagos…, había juegos, y el tan esperado sorteo, a
todos los allí presentes se nos iluminaba la mirada al contemplar objetos tan
deseados, aunque bien es cierto que los premiados eran pocos, con respecto a
todos los allí presentes. Nuestras caras de alegría daban paso a la decepción
cuando el sorteo terminaba y no éramos agraciados, pero pronto lo olvidábamos
con esa candidez que solo la infancia dona.
Como han cambiado las cosas en la banca,
antes nos premiaban por ahorrar, nos daban una cartilla que era el documento
donde controlábamos nuestro dinero, nos premiaban con intereses, regalos…, hoy
por el contrario, nos cobran por las operaciones que hacemos en el banco,
tenemos horarios limitados, somos trabajadores del banco, eso sí, sin sueldo,
hacemos nuestras transacciones, da igual la edad que tengamos, y si estamos
familiarizados o no con la informática, dejando tremendamente vulnerables a
nuestros mayores. Las cartillas para nuestro autocontrol y certificación de
nuestro dinero están desapareciendo, y todos calladitos y felices. Como añoro
aquella Caja de Ahorros de Santander sin ánimo de lucro, que se originó en el
año 1896 gracias a D. Modesto Tapia Caballero, industrial burgalés y que en su
testamento, tras su fallecimiento dejó 45.000 pesetas destinadas para fines
benéficos y que en 1896 el gobernador civil D. francisco Rivas Moreno decide
dedicar 35.000 pesetas del legado de D. Modesto a la constitución del capital
fundacional del Monte de Piedad y Caja de Ahorros. La reina regente, María
Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII sanciona los estatutos de la nueva
caja el 28 de abril de 1898 y el 3 de junio del mismo año se constituye
oficialmente el Monte de Piedad de Alfonso XIII y Caja de Ahorros de Santander.
A finales de 1902 se proyecta ampliar la sede de la entidad con la ayuda de un
legado de 60.000 pesetas del primer marqués de Comillas, al que añadiría otra
cantidad igual su hijo, el segundo marqués, quien recomendó que tuviera estilo
montañés y se encargase la obra al afamado arquitecto catalán D. Luis Domenech,
profesor de Gaudí. Hoy es la Sede de la
Obra Social de Caja Cantabria y lleva el nombre de “Modesto Tapia”. Después del
incendio de Santander de 1941 se reconstruye la ciudad, y en la Plaza Velarde,
conocida como la Plaza Porticada, se construye la Caja de Ahorros de Santander y
en el año 1969 en la fachada principal se colocan dos figuras desnudas de un
hombre y una mujer que significan el Ahorro y la Beneficencia.