EL SUEÑO REPARADOR DE LOS PASIEGOS
Recientemente buscando entre mis
archivos que contienen documentación sobre los Valles Pasiegos, me topé con una
curiosidad, donde se explicaba que allá por el año 1890 se creía que una
conciencia tranquila, hacer buenas obras o perdonar al enemigo, era un buen
procedimiento para descansar y dormir bien.
Pensaban que el trabajo duro al que
estaban expuestos los aserradores, canteros, maquinistas, herradores y todas
aquellas personas que tienen trabajo fuerte o están demasiado tiempo de pie,
pueden estar expuestas a enfermedades adinámicas o debilidad muscular
patológica. Por el contrario, se tildaba al holgazán como perezoso y recordaban
que la religión cristiana califica la pereza como un vicio capital que genera
otros pecados. Y esta holganza embrutecerá al individuo haciéndole perturbar la
inteligencia.
Según su modo de pensar, creían que el
trabajo debía estar en consonancia con la constitución física de cada
individuo. El alimento sería esencial para el desgaste del cuerpo y aconsejaban:
legumbres, verduras, carnes, pescados, pan, vino, leche, entre otros, pero sin
duda, entre las recomendaciones destacaba un buen descanso. Un sueño reparador
implicaría la desconexión de los actos cotidianos. El sueño no debía de ser ni
muy largo ni muy corto. Lo aconsejable eran ocho horas, de este modo, el día se
dividiría en tres partes, ocho horas para trabajar, ocho para descansar y otras
ocho para dedicarlas a tareas recreativas. Más de ocho horas en la cama estaría
mal visto, pues se les consideraba perezosos, faltos de ambición y apáticos con
respecto a la fortuna y la felicidad.
Las alcobas deberían de tener ventanas y
estar bien ventiladas, no tener plantas en macetas, pues durante la noche
consumen oxígeno y expulsan
dióxido de carbono, por el contrario, durante el día generan oxígeno. Tampoco
se aconsejaba tener en los cuartos lámparas, lamparillas, bujías o candiles ya
que viciarían el aire y producen como las plantas anhidrido carbónico.
En estos archivos encontrados,
se dice que allá por el año 1890 en nuestros Valles Pasiegos consideraban que
era malo soñar mucho o tener ensueños porque el cuerpo no se relajaba.
También creían que era malo
acostarse después de comer o cenar porque la digestión se hace lentamente y se
generan gases en los intestinos y el estómago y puede darle incluso una
apoplejía o derramen cerebral. Aconsejaban no dormir con fajas o ropa muy
ceñida ya que dificultaría la circulación de la sangre y podría llegar a ser
mortal.
Dormir le da al cuerpo y al
cerebro tiempo para recuperar el estrés del día. El ser humano no puede vivir
sin desconectar. Hay un refrán que ratifica estas palabras “Vamos a consultar
con la almohada”
Según los especialistas
entre los beneficios de dormir bien se encuentran los siguientes: Se incrementa
la creatividad, ayuda a perder peso, hace estar más sano, mejora la memoria,
protege el corazón, reduce la depresión.
Se dice que tu sueño
condiciona tu vida. Hay estudios que nos indican que pasamos un tercio de
nuestra vida durmiendo, así cuando tenemos sesenta años, habremos pasado
durmiendo 20.
El sueño mantiene nuestra
mente y cuerpo sanos.