LA UTILIDAD DE LOS CUÉVANOS EN VALLES
PASIEGOS
La primera vez que vi una canastra, era yo
muy pequeñita. Recuerdo que estaba en Villacarriedo, en el comercio de mi
abuelo Pepe. Una señora de San Bartolo, entró con un cuévano a sus espaldas, yo
los había visto muchas veces, tanto en Cayón como en Llerana de Saro, pero tan
bonito como aquel, nunca mis ojos lo observaron. Era más clarito que los que yo
conocía hasta entonces, de delicada construcción, sus “costillares” más anchos,
pero lo que más me llamó la atención fue su vestimenta, nunca vi algo igual,
estaba forrado de puntillas y fieltro de color rojo, adornado con cintas negras
y tenía unos brazales de cuero por los que la señora metía los brazos como si
de una mochila se tratase. En la parte superior llevaba un aro que más tarde he
sabido que era de avellano e iba amarrado a dos agujeros en el cuévano. Este
aro o “arquio” tenía como finalidad proteger al niño para que estuviese
totalmente cubierto mediante un paño que se colocaba sobre él, de este modo se
le preservaba de las inclemencias del tiempo y de igual manera pudiese respirar
correctamente y evitar que la ropa cayese sobre él. También tenía como objetivo
protegerle de los insectos.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar
la señora con su cuévana, las mujeres que se encontraban en el comercio,
incluida mi tía, se dirigieron a ella preguntándole por la niña. La señora
esbozando una sonrisa hizo una maniobra, y posó la canastra en el suelo, y ahí
pude ver que ese cuévano no contenía ni verde, ni leña, ni otros utensilios
¡Había un bebé! Y esa canastra era su
cunita. En Cayón nunca las vi, allí teníamos serones, cunas, cochecitos y
sillas para transportar a los niños, pero no cuévanas. Mi admiración fue muy
grande cuando la mamá apartó una colcha con flecos, una mantita de lana fina y
una sábana con puntilla igual que la almohada. La pequeña dormía plácidamente,
pero con la admiración y el murmullo de las señoras estuvo a punto de despertarse,
la joven madre comenzó a balancear la canastra como cuando se mece una cuna, y
es que en la base de la cuévana había dos soportes curvos en forma de media
luna. Terminadas las compras, la señora volvió a poner la canastra sobre sus
espaldas, la cabeza de la criatura quedaba a la altura del hombro derecho y los
pies al lado izquierdo, de este modo, con un giro de cabeza podía observar a su
pequeña hijita. Recientemente, hablando con mi amigo Neluco, el artesano de
herramientas de madera que vivía en las montañas de Valles Pasiegos, y al
decirme que también hacía canastras o cuévanos niñeros, recordé la primera vez
que los vi. Nelo me decía que eran muy habituales en Vega de Pas, Selaya, y las
zonas de alta montaña, pues de este modo, las pasiegas al mismo tiempo que
cuidaban a sus hijos podían hacer las labores del campo, igualmente era muy cómodo
cuando se hacían las mudas del ganado de cabaña a cabaña. Neluco me explicó que
las canastras tienen las costillas más anchas que los demás cuévanos, los
brazales son de cuero a diferencia de los otros que son de tiras de avellano
trenzadas y que generalmente se fabrican de avellano o sauce, pero es más común
hacerlos de avellano. Las tiras verticales se llaman “costrones” y las
horizontales “costillas”. Estas canastras se utilizan para llevar a los niños
hasta que tienen aproximadamente siete meses. Neluco sonreía y me decía:
¿Sabes? Antiguamente la vida de los pasiegos giraba en torno al cuévano, cuando
nacían se les ponía en la canastra, para su trabajo estaban ligados al cuévano
y cuando morían se les ponía en él para bajarles de las montañas. La cuévana o
canastra lleva dentro unos trozos de cuero llamado “estuérdiga” o cuerdas de
cáñamo sobre las que se coloca un jergón relleno de hojas de maíz (por su fácil
secado) y una almohada cuyo interior es de lana. En el espacio libre entre las
cuerdas que sujetaban el jergón y la base inferior, se guardaba lo necesario
para alimentar y vestir al niño.
Además de los cuévanos niñeros hay otros
que también mi amigo Nelo fabricaba. Estos son: El de mayor capacidad es el
cuévano “giro” “bombo” o “romeralo” en él se pueden transportar hasta cien
kilos. Se usa principalmente para llevar el verde. Luego está el “coberteru”
este lo usaban las mujeres para “traficar” por los mercados y en ellos transportaban
los huevos, mantecas y quesos. Generalmente llevaban una “cesteña” de tela que
se adosaba y sujetaba al cuévano en la parte superior con cuerdas o correas.
Luego está el cuévano “trascolar” es el de menor tamaño, muy parecido al de
“traficar”, pero este no tiene “cesteña” se utiliza para mudar, llevar leña u
otros utensilios.