Gilda Ruiloba recoge la leyenda de este mítico jugador de bolos de La Abadilla en su libro "Historia y Gentes de un Barrio"
Esta historia se encuentra en mi libro “Historia y Gentes de
un Barrio”. El barrio de El Cajigal se encuentra prácticamente unido al barrio
de San Antonio en La Abadilla de Cayón. Antiguamente el barrio de San Antonio
era el más importante del pueblo por su ermita de San Antonio Abad, donde se
celebraban las juntas vecinales para tomar todo tipo de decisiones comunales. Así
mismo, se celebraban las ferias y mercados del Valle. Con el paso de los años y
al llevarse la feria comarcal al barrio de Sarón para dar más auge a éste,
quedó El Cajigal en desuso, ya que en él se celebraban las ferias de ganado. En
este barrio de El Cajigal de Rehoyo, más conocido por El Cajigal fueron varias
las familias pioneras en formar su hogar. Así tenemos el caso de Francisco
Obregón, Jesús Mazón y Mercedes Bustillo, que vivían en una casa propiedad de
Mariano Penagos. Pegada a esta casa había otra propiedad de Paulino Penagos. Y
por último viene una de las cuatro casas que existían en aquellos tiempos en el
barrio, la casa de D. José de la Lastra Alonso, llamada El Bosque. Más tarde
este barrio fue aumentando en casas y vecinos. Se da el caso que la mayoría de
los habitantes del barrio de El Cajigal, provienen del barrio de San Antonio.
Pero si hay algo que caracteriza a estos dos barrios, son sus gentes, que
dejaron sus huellas para orgullo de todos sus convecinos.
Hoy me ocupa la
historia de uno de ellos. Francisco Obregón, este, estaba casado con Casilda
Gutiérrez. Tenía la profesión de herrero y en su casa de El Cajigal, de dos
plantas, con gran balcón en su fachada frontal y a su lado izquierdo una
pequeña construcción de planta baja, puerta principal de cuarterón y dos ventanucas,
una al sur y otra al este, en cuya única habitación se ubicaba una fragua o
ferrería. Este sitio era más conocido por La casa de la tía Casilda.
Francisco
Obregón era más conocido como el tío Francisquín, pero tiene su mejor historia,
no por su profesión, de la que era un excelente artesano, si no como jugador de
bolos y de la que detallo datos que figuran escritos en libros, “Tomo III del
Cancionero Popular de Santander, del reverendo D. Sixto de Córdoba y Oña, año
1952, que dice: Al terminar el siglo XIX eran aclamados como mejores jugadores
de bolos de la provincia, Francisco Obregón, de Cayón, herrero; El Campingo, de
Santillana, labrador y Claudio González, de Torrelavega. A juicio de muchos el
mejor jugador ha sido el cayonés Francisco Obregón, sereno, sencillo y noble.
Poseía toda la generosidad y grandeza del jugador de bolos. En 1893 en la
bolera Mallavia de Torrelavega se celebró un desafío con el gallardo Niño de la
Bola. Este eligió las bolas más grandes, y en su turno, plantóse con la fina
elegancia de un discóbolo atleta y lanzó cada bola con actitud mayéstatico como
un semidios…alta, pingona y retorneada, con certero pulso vista. Caían con cada
golpe en tierra al pie del bolo primero, le derrababan con dos o tres más,
torcían suaves y alegres en busca del codiciado emboque, situado a 0,50 metros
de los bolos; se quedaban muy cerca de la caja y Francisco segaba con cada bola
seis o siete bolos. Cada jugada suya promovía clamor, gozo y ovaciones ruidosas
sobre todo cuando tiraba al pulgar parecía que daba impulso eléctrico a la bola
y contemplaba su efecto con noble estampa de escultura. Ganó el partido y
diríase que Francisco no se enteraba, pues caminaba tranquilo y levantaba de
vez en cuando la mano hasta la frente de orador, más que de gladiador, como en
acción de gracias. Ganaba por facultades y por conocimiento del juego. Fue a
Puente San Miguel para ver a un jugador forastero y dijo en voz baja a un
amigo: A este le gano yo, porque tiene al tirar un defecto y al birlar otro
mayor. Se corrió la noticia, suplicó el corro un desafío y Francisco ganó.