INDIANOS EN LOS VALLES PASIEGOS
Indianos en los Valles Pasiegos
Recientemente hablaba de la importancia que tuvieron las amas de cría en la
economía de Los Valles Pasiegos. Hoy quiero hablar de los indianos en nuestra
tierra. Por todos es sabido la importancia que tuvieron también, y el cambio
que se produjo con la partida de estos hombres y mujeres para hacer las
Américas. Unos se iban huyendo de la pobreza, otros, para conocer nuevos
horizontes y comenzar una nueva vida que presumían más cómoda y confortable que
la que tenían. A lo largo de toda Cantabria se pueden observar las obras de
estos montañeses que regresaron con sus caudales. Muchos se construyeron
grandes palacios, otros, casas de arquitectura indiana. Donaron hospitales,
como fue el caso de D. Ramón Pelayo “Marqués de Valdecilla” para el bien de
todos sus conciudadanos y que tantas vidas ha salvado y tantos dolores
aliviado. A lo largo y ancho de toda Cantabria hay escuelas donadas por ellos
ya que quisieron revertir algo de su fortuna entre sus vecinos. Muchos
montañeses hicieron grandes patrimonios, unos muy respetablemente, otros no
tanto. La mayoría trajeron sus caudales a la “tierruca” y aquí montaron grandes
negocios, se codearon con la realeza y obtuvieron títulos nobiliarios. Pero si
bien es cierto que partieron de toda Cantabria hay tres lugares en los que la
salida fue masiva: El Alto Asón, El Pisueña y Liébana. Es raro en las familias
de estas zonas no encontrar en su árbol genealógico algún indiano. No todos
alcanzaron los grandes patrimonios deseados, ni todos regresaron. Un
denominador común de estos montañeses era el sueño de volver a su tierra y
morir en ella. Es raro encontrar en Selaya, Villacarriedo, Vega de
Villafufre, Saro o Santa María de Cayón alguna familia que no cuente con
alguien que se fue a hacer las Américas, principalmente a Cuba o México. Yo,
como tantas familias de los Valles Pasiegos, tengo varios que decidieron irse a
México. Entre ellos mi abuelo José Ruiloba Pérez y su hermano Fermín, naturales
de Villacarriedo. Ellos no se fueron precisamente huyendo de la pobreza, puesto
que la economía de su familia era buena, eran artesanos del calzado y mi
bisabuelo contaba con una especie de fábrica o taller con diez empleados, pero
sin duda, a mi abuelo le llamó la atención la moda de irse a hacer las Américas
y decidió que prefería marcharse, a seguir haciendo zapatos y botines. Primero
se fue a Cuba a la plantación de un tío suyo, el tío Gregorio, se ve que
aquello no le gustó y partió a Nueva York, allí estuvo varios años de
intérprete, él hablaba correctamente el inglés. Seguidamente iría a Filadelfia
donde estuvo varios años de traductor. Más tarde pasó a México y tras haber
estado una temporada de intérprete y teniendo un pequeño capital decidió
invertirlo en un comercio de alimentación, fue entonces cuando su hermano, mi
tío abuelo Fermín, se trasladó a México para trabajar con él. Así estuvieron
juntos en un próspero negocio hasta que conoció a mi abuela Isabel Casasola,
española, pero de otra región, su familia llevaba en México desde que ella
tenía dos añitos. Tuvo una muy buena oferta por su comercio y lo vendió. Compró
otro local en lo más céntrico y selecto de México y puso una peletería que
pronto gozó de gran prestigio. México era una ciudad de gran inseguridad y
delincuencia, de hecho, mi abuelo sufrió varios robos en sus establecimientos.
A estas alturas ya habían nacido mi padre José y mi tía Gloria. A mi padre
estuvieron a punto de raptarlo pues era un niño muy guapo, rubito y muy
blanquito, y en México los niños con estas características eran asiduamente
robados para ser vendidos en Estados Unidos, a familias ricas que no los podían
tener. Mi abuelo ante tanta delincuencia e inseguridad ya no se encontraba
cómodo en ese país y decidió vender sus bienes y regresar a España con su
familia. Le dijo a su hermano que volviese con ellos que aquel era un país muy
inseguro. Pero Fermín no quiso volver, y allí formó su familia y salvo algunas
ocasiones que visitó España, se quedó en México. Eso sí, al ver su
imposibilidad de ser enterrado en su patria, pues ya toda su familia residía en
México, encargó unas bolsas de tierra española que lo cubrirían para siempre en
el momento de su fallecimiento. Así de grande era su amor por su España del
alma. Mi abuelo y su familia embarcaron en el transatlántico que les
regresaría, pero cuando estaban en alta mar, estalló la guerra civil y no
pudieron atracar en ningún puerto español. Llegaron a Plymouth, en el sudoeste
de Inglaterra y estuvieron casi tres años por toda Europa, hospedándose en
hoteles hasta que pudieron entrar en España. Acabada la guerra civil regresaron
a su pueblo de Villacarriedo, donde se instalaron y pusieron su negocio.