"LA SEÑORA DEL CASTILLO"
Desde mi ventana
contemplo el exterior.
Diviso los hermosos
remates de piedra,
dibujando figuras caprichosas
en la vieja Catedral .
Al fondo, las murallas
que rodean y protegen la villa.
Sentada en los bancos
laterales de sillería,
junto a la ventana,
contemplo ensimismada
el atardecer sobre la ciudad.
Las nubes van tomando
un color rojizo
mezclado con el azulado
del cielo.
Las viejas piedras de sillería
en sus colores rojizos,
de piedra caleña sangrante,
son testigos mudos
del paso de los años.
Me invade la melancolía
al recordar tu partida
montado en tu corcel
de guerra negro.
Al pasar junto a mi ventana,
te detuviste.
Y me regalaste una sonrisa.
Te vi partir, con lágrimas
en los ojos.
Tuve una sensación extraña.
Te seguí con la mirada.
Tú cabalgabas erguido
en tu corcel negro.
Ibas desafiante, seguro.
Deseoso de llegar
al campo de batalla.
Yo te observaba.
Presagiando malos augurios.
Pasaban los días
y tú no volvías.
Mi corazón estaba casi agónico.
Rodeado de un silencio sepulcral.
La melancolía me invadía.
Desde mi ventana
observaba el ir y venir
de los transeúntes.
Los vendedores gritaban
ofreciendo sus mercancías.
Los mendigos sentados
con sus harapientas ropas
pedían caridad en las calles.
Y tú...No volvías.
Pasaron muchos días...
Y desde mi ventana
vi llegar diezmado
tu ejército.
Pero tú... No venías.
Gilda Ruiloba.