TRAJES TÍPICOS MONTAÑESES
Cantabria es una región rica en estos
trajes, pues son varios y diferentes los modelos y colores, según la zona, el
clima y los trabajos que se desarrollan. Por lo general datan del siglo XIX.
Aún recuerdo la primera vez que vi una exposición de los distintos trajes
regionales. Estaba formada por parejas de cada zona. Allí se encontraban representadas
todas las comarcas; Pasiega, Lebaniega, Campurriana, Trasmerana, Cabuérniga,
Tresvisana, Tudanca y Pescadora y Pescador de gala. Todos eran a cuál más
llamativos e interesantes, pero sin duda alguna los más exagerados y adornados
eran los de los pasiegos. Siempre se ha dicho que les gusta hacer gala de sus
posesiones y que mejor manera de demostrar su riqueza que engalanándose con
grandes collares, joyas e incluso monedas.
Las pasiegas en su gran mayoría se
dedicaban al oficio de amas de cría y llevaron estos trajes para su crianza,
eran de gran vistosidad y ellas los lucían con gran porte y elegancia y así se
convirtió en el uniforme de ama de cría. Las familias en donde criaban llegaron
a competir por la riqueza y el lujo de los trajes de sus nodrizas. Todas
querían que las suyas fuesen las mejores. Que luciesen las telas más exclusivas,
las cadenas, collares, corales y “arracadas” (pendientes para las orejas que
cuentan con un adorno colgante) más singulares.
Fruto de esta competición entre las
familias pudientes donde las pasiegas estaban a su servicio vino la
adulteración de sus trajes, ya que comenzaron a añadirles puntillas y otros
adornos derivados del oficio de amas de cría y así tuvieron que amoldarse a los
gustos de la burguesía del momento ya que eran quienes las contrataban y
pagaban.
El escritor francés Teófilo Gautier
describió muy bien el traje de las pasiegas que paseaban con las criaturas por
el Paseo del Prado de Madrid. “Llevan una falda de paño rojo fruncida con
gruesos pliegues y ribeteado con una ancha trencilla, un corpiño de terciopelo
negro también ribeteado en oro, y tocado de madrás abigarrado de colores
brillantes, todo ello acompañado de alhajas de plata y otros aderezos
salvajes”.
Los collares de corales eran muy
apreciados por las pasiegas y servían según sus creencias como amuleto para el
mal de ojo.
Los trajes tenían algún detalle que les
diferenciaba, entre las tres villas pasiegas, Vega de Pas, San Pedro del
Romeral o San Roque de Riomiera. El complemento más tradicional es el cuévano
niñero.
Aún recuerdo la primera vez que vi a una
pasiega vestida de una manera tan original y llamativa, fue en la pradera de
Valvanuz en Selaya, un 15 de agosto, siendo yo muy pequeñita. Todo el conjunto
llamó mi atención, sin duda el modo de lucirlo con orgullo y gracia de aquella
pasiega amiga de mi familia, pero hubo algo que hizo que me fijase con atención
y eran los exagerados adornos y joyas que llevaba. La camisa fruncida en el
cuello se sujetaba por delante con dos moneditas de plata al igual que la
botonadura de la chaqueta, también con monedas de plata, numerosos collares,
unos de coral, otros de cuentas de colores, un rosario con su crucifijo y
cadenas con medallas. En las orejas llevaba “arracadas” hechas con realines de
plata como los botones. Los dedos de sus manos estaban adornados con hermosas
sortijas.