EL CLAMOR DE LA DESESPERACIÓN
Recientemente leía una nota desgarradora,
llena de desesperación ante la pérdida total de la esperanza, de la confianza
en las instituciones y en el gobierno al que había votado con gran ilusión,
esperando cambios y mejoras para los trabajadores. Una devolución de los
derechos perdidos con la reforma laboral del 2012, algo que prometieron por
activa y pasiva, según su carta.
Pero cuando la pobreza entra por la puerta,
la seguridad y la confianza salen por la ventana.
En esta desgarradora misiva se decía que
llevaba en un ERTE desde hace dos meses, cuando comenzó la crisis del
coronavirus en España y aún no había cobrado nada. No es un caso aislado ya que
aproximadamente 900.000 trabajadores se encuentran en la misma situación. Los
gastos siguen viniendo cada mes, hipoteca, agua, luz, teléfono, gastos de
escalera, comida, medicinas y recibos varios, relacionados con los vehículos y
la vivienda, cada mes llegan los gastos a una cuenta sin fondos, con lo que se
generan nuevas deudas, esta vez bancarias. La desesperanza y el nerviosismo
ante la incertidumbre, la llevaban a una situación de depresión y
desesperación. Todo había cambiado de un día para otro, de tener un trabajo
fijo, estable, aunque no demasiado bien remunerado, pues por desgracia los
sueldos de los trabajadores en España son los que son, después de la tan
famosa, así como odiada reforma laboral, en la que tener una jornada de ocho
horas es utopía, apenas los más antiguos gozan de este privilegio, pero también
ellos son despedidos allá cuando rondan los 52 años. Y así esta España nuestra
en la que los jóvenes no encuentran trabajo, y si lo consiguen, es totalmente
precario, de cuatro o seis horas en el mejor de los casos. Y ahora todo esto se ha juntado con la crisis
de la COVID-19 y por si fuera poco la mayoría de los trabajadores se han visto
dentro de un ERTE en el que un alto porcentaje no ha cobrado. Día a día, vemos
aumentar las colas de la pobreza, que esperemos sean temporales, como los
ERTES. El nerviosismo reflejado en esta nota era muy grande, un no saber que
hacer ante la impotencia de no poder hacer nada. En Cantabria ya hay que ir a
pasar la ITV, hay que comprar obligatoriamente las mascarillas que durante el
mayor pico del coronavirus no eran necesarias, pero que ahora te sancionarán si
no las llevas. Y así los gastos siguen creciendo, las ITV se juntarán unas con
otras, pues en la tarjeta seguirán respetándose la fecha inicial, la que
correspondía antes de la pandemia, no importa que el vehículo haya pasado la
revisión más tarde, por obligación, y por este motivo no llegará a la fecha
reglamentaria, lo importante, es pasar por caja. Y así los gastos crecen y
crecen, ante unas cuentas vaciadas. En el mejor de los casos, muchos
trabajadores pasada esta crisis, volverán a sus puestos, harán malabarismo y
seguirán sus vidas. Pero por desgracia, muchos se quedarán sin sus trabajos y
sus voces desgarradoras tratarán de ser oídas allá donde debieran ser
escuchadas.
Gilda Ruiloba.