CURTIDORES,
CORTADORES Y ZAPATEROS EN VALLES PASIEGOS
El tema que hoy me ocupa
tiene un gran valor sentimental para mí, pues es la historia de una saga
familiar, la mía.
Corría la década de 1850 cuando mi
tatarabuelo Martín Ruiloba, hijo de José María Ruiloba y Tomasa, de profesión
artesano del calzado y natural de Novales en Alfoz de Lloredo, decide trasladarse
junto con su esposa Rosario González para dar servicio de zapatería al colegio
de los Padres Escolapios de Villacarriedo. Entre sus pertenencias, viaja con
las herramientas básicas para comenzar su vida profesional, viene de un pueblo
y una familia con tradición de zapateros. Junto con su flamante esposa emprenden
una nueva vida. En Carriedo, como lo conocemos familiarmente, nacen todos sus
hijos, entre los que se encuentra mi bisabuelo Plácido Ruiloba. Martín se
dedica al servicio de zapatería para el colegio, así como presta sus servicios
a los vecinos del valle. Es un hombre muy afable y con un gran don de la
palabra. Él conoce muy bien su oficio y no tardará en tener gran popularidad
entre los vecinos. Tras una vida dedicada a la profesión de zapatero, es su
hijo Plácido quien toma el relevo, pues su otro hijo, Gregorio, decide irse a
Cuba. Mi bisabuelo, es un hombre con gran visión comercial y pone en marcha una
fábrica o taller de calzado artesano que llega a contar con diez trabajadores,
cada quien tiene su misión en la cadena de fabricación, uno corta la piel, se
lo pasa a otro que la coserá y así sucesivamente hasta llegar al último, cuando
el zapato está terminado. Pronto goza de gran popularidad y su calzado es
solicitado por todos los rincones de valles pasiegos. Puntualmente viaja a la
capital, a Santander, en su caballo rojo, en busca de materiales para su
negocio. Es cliente habitual de la fábrica de curtidos de cuero Mendicouague
situada en el Paseo del Alta, actual Paseo de General Dávila. Esta era la
empresa más antigua de Cantabria ya que desde su apertura hasta su cierre en el
año 2000 trabajó durante 239 años. Esta empresa tenía productos de muy buena
calidad y era experta en curtir y tintar pieles. Mi bisabuelo Plácido Ruiloba
aprovechaba el viaje para ir a la calle Tetuán, a la fábrica La Societé General
des Cirages Françaises et Forges d´Hennebon para comprar las latas de betún
para calzado que fabricaba con el nombre de “Eclipse”. La fábrica era conocida
como “la cirages” o “la fábrica de betún”. Además de este producto fabricaba
envases y latas de hojalata de todo tipo, para café, galletas, aceite, etc. Esta
factoría tenía edificaciones a ambos lados de la calle y se comunicaban dichos
edificios a través de un puente. Tenía una gran chimenea que se podía ver desde
Puerto Chico, por detrás de la fábrica de azúcar que ocupaba los terrenos del
actual colegio Padres Escolapios o Calasanz de Santander. Fue en uno de estos
viajes de negocios donde conoció a la que sería su esposa, Hermenegilda Pérez
Fuentes Pila, conocida como Gilda, de quien he heredado mi nombre. Mi bisabuela
Gilda era vasca, de Balmaseda. Trabajaba en Bilbao en una fábrica de pieles y
curtidos hasta que se presentó a un concurso de corte de piel y quedó campeona
de España, esto cambiaría su vida. La empresa Mendicouague de Santander la
contrató y es ahí donde se enamoraría de mi bisabuelo, para posteriormente
casarse en la iglesia de “El Cristo” en Santander y trasladarse a Villacarriedo
donde formó parte de la empresa familiar y ni que decir tiene que, a raíz de ahí,
fue ella la encargada de cortar la piel para fabricar el calzado, pues nadie la
igualaba en este arte. Todos sus hijos varones, entre los que se encontraba mi
abuelo José Joaquín Ruiloba, conocido como Pepe, aprendieron el arte de
confeccionar calzado, tanto es así, que cuando eran jóvenes, tenían la tarea de
hacer un par de zapatos o botines diarios, cada uno, y hasta que no lo acabasen
no podían salir de fiesta. Una anécdota es que uno de mis tíos deseaba mucho ir
a una fiesta, pero su padre no lo dejaba ir, él le dijo: -Si me dejas ir, hago
dos pares de botines antes de salir. Su padre al ver el gran interés que tenía
le dijo: - Está bien, pero hasta que no los hagas, no te vas. Tal vez se lo
dijo pensando que no los iba a acabar, pero mi tío era muy rápido en su trabajo
y más aquel día que tanto le interesaba irse de fiesta. Y para asombro de su
padre, terminó los dos pares de botines y se fue. Mi abuelo heredó de su madre
el arte de cortar, era un gran cortador de piel, pero sus sueños de juventud lo
llevaron por otros caminos y se fue primeramente a Cuba, a la plantación de su
tío Gregorio, más tarde estuvo en Pensilvania de intérprete de inglés, idioma
que hablaba a la perfección, posteriormente en Filadelfia para terminar en
México. Allí se casó con una española, mi abuela Isabel Casasola. Tuvieron
varios negocios además de una peletería, sin duda, mi abuelo al conocer el
mundo de la piel, optó por esta profesión. Varias veces le robaron los
establecimientos, pues la delincuencia en México estaba a la orden del día,
hasta que se hartó y decidió regresar a España. Compró varios baúles, que llenó
con pieles y cueros, con la intención de construir una fábrica de calzado en
Villacarriedo, y formar una sociedad junto a uno de sus hermanos. Cuando
regresaban y estando en alta mar estalló la guerra civil española y no pudieron
entrar en España, estuvo junto a mi abuela, mi padre y mi tía Gloria por toda
Europa hasta que acabó la guerra y pudieron regresar a Villacarriedo. Una vez
en casa, su hermano no quiso entrar en la sociedad de la fábrica por lo que
decidió vender todas las pieles a una empresa, obteniendo un gran beneficio,
pues acabada la guerra las cosas cambiaron mucho. La fabricación de curtidos se
vio muy beneficiada con la guerra, pues al agotarse las existencias por el
conflicto, el producto adquirió un precio elevadísimo y se revalorizó un 200
por ciento pues a menor oferta mayor precio y esto le sirvió a mi abuelo para
colocar las pieles traídas desde México con tanta ilusión, en una empresa de
curtidos, obteniendo grandes beneficios. Un hermano de mi abuelo, Plácido
Ruiloba, conocido como Pasín, siguió los pasos de sus ancestros. Mi abuelo se
dedicó a otro tipo de negocios. Y así, mi familia ha contribuido en Valles Pasiegos con su saber hacer dentro de la artesanía del calzado.