VENDEDORES AMBULANTES EN VALLES
PASIEGOS
Muchos y diferentes tipos de vendedores ambulantes han
pasado por nuestra tierra a lo largo de los siglos, de los años…Antiguamente no
había la movilidad que hay hoy en día, no existían los automóviles que nos dan
tanta independencia. En los pueblos y barrios de las ciudades, estaban los
pequeños comercios de ultramarinos que también hacían las veces de bares o
tascas. En ellos se podía conseguir casi todo lo que se necesitaba para
sobrevivir, que bien es cierto, en aquellos tiempos, no era mucho. ¿Quién no ha
oído hablar de los vendedores gallegos que acudían a nuestra tierra para
ganarse la vida? En sus espaldas portaban una especie de maleta de madera que,
al abrirse, era observada con esos ojos de admiración e intriga de quienes no
estaban acostumbrados a ver productos tan finos y distinguidos. El vendedor
adornaba y sabía vender bien su mercancía, quien lo escuchaba, podía imaginarse
con esos preciosos y finos pañuelos, perfumes, unos simples cordones pasaban a
ser para quienes los llevasen, casi productos exclusivos de actores, y que
decir de los tirantes o cinturones y así estos hábiles vendedores se ganaban la
vida andando de pueblo en pueblo.
Otro personaje que nos visitaba con cierta
asiduidad era el mielero. Con su manera típica de vestir, llevaba boina, blusa
negra o gris, pantalón de pana, alpargatas. De uno de sus hombros colgaban uno
o dos recipientes de madera, eran estos, envases cilíndricos como el barril o
la cuba, con asas largas de cuero. La tapa estaba dividida en dos partes, una
fija y la otra móvil, que se abría alrededor de una bisagra. En su interior
estaba la tan preciada miel, e introducida en dicho tonel, se encontraba la
cuchara de madera de mango largo con la que se servía a los clientes. En el
otro hombro colgaba una alforja y dentro de ella, chorizo, salchichón, queso.
Todos productos artesanales. Tampoco podía faltar la romana, romanita como
decían ellos, para pesar la mercancía. Con la miel, primero pesaban el tarro
vacío en el que se introduciría el producto, después lleno: - “No la quiero
engañar señora, mire la romanita, el peso bien corrido” –“Tu verás, si me
engañas, no vuelvas. “La estoy vendiendo miel auténtica de la Alcarria y los
mejores embutidos y quesos de la zona. Yo soy de la provincia de Guadalajara,
de Peñalver” –“Ya te lo diré cuando vuelvas, pobre de ti como me engañes”. Y
así estos vendedores ambulantes trataban yendo de casa en casa y de pueblo en
pueblo, al grito de. ¡El mielero! ¡Miel de la Alcarria! ¡A la rica miel!
Otro personaje
que llamaba mucho la atención de los niños era el vendedor de utensilios de
barro, por su despliegue con varios mulos, con sus alforjas de jareta cargadas
de vasijas, tiestos, botijos, jarras, tazas, tinajas vidriadas parcial o
totalmente, que se utilizaban para todo tipo de líquidos, semillas y en las
zonas de Cayón, Carriedo, Selaya, Saro, Vega de Pas, Penagos, Trasmiera, para
guardar la matanza del cerdo. Los alfareros, muchas veces eran los encargados,
tanto de fabricar sus propios productos, como de venderlos, aunque era más
habitual que hubiese un intermediario. Estos vendedores venían desde La Mancha.
Y sus productos gozaban de un prestigio milenario, pues ya dos mil años antes
del nacimiento de Cristo se utilizaba la técnica del torneado, es decir, modelar
a mano en una cabeza de rueda, una masa fresca de arcilla. Los alfareros solo
utilizan la arcilla en sus creaciones, por el contrario, los ceramistas
utilizan todas las variedades existentes del barro y cuentan con dos técnicas
propias: el esmaltado y la decoración. Los ceramistas son alfareros
especializados en fabricar piezas de forma artística y se diferencian de los
alfareros en que después de cocidas las piezas todavía les quedan pasos por
dar: El esmaltado y el decorado. Utilizan la llamada “Paleta de Gran Fuego” es
decir: emplean únicamente seis colores: azul, amarillo, verde, anaranjado,
negro y blanco. Obtenidos de la mezcla de diferentes minerales. En Castilla-La
Mancha se encuentran dos de los centros más importantes del mundo: Talavera de
la Reina y Puente del Arzobispo. Sus cerámicas son muy similares, pero se
diferencian en que la del Puente del Arzobispo (Toledo) predomina el color
verde esmeralda, el vidriado es menos blanco, esto permite percibir el tono
cremoso de sus arcillas. Por otro lado, está la persistencia de antiguas
temáticas como los motivos de caza de cierto barroquismo paisajístico.
Y para
finalizar, contar una anécdota de cuando venían los mulos cargados de vasijas
de barro al barrio de San Antonio, en La Abadilla de Cayón. Caminaban en fila,
uno tras otro, por la calle conocida como “La Rampa”. Al fondo, en el barrio,
estaban observando un grupo de vecinos y como en todos los grupos había un
joven más gracioso y le dijo a los demás: -“A que paro a los mulos en
seco”. Como es lógico todos se burlaron.
–“¿Pero que dices hombre?” El joven crecido dice: -“Ya lo veréis” y de su boca
salió una expresión parecida a esta –“Yip” Y para asombro de todos, los mulos
se pararon en seco. El alfarero no podía hacerles caminar y por más que les
decía, ellos permanecían clavados en el
suelo. El alfarero tirando de ellos y moviendo la boina de atrás para adelante,
ellos clavados en el suelo, y el dueño gritando. Pasa un vecino a su lado y le
dice: -“Ahora comprendo la expresión de eres más terco que una mula”. –“No
entiendo que les ha pasado, venían la más de bien, y de repente, se han parado.
Y no hay manera de que se muevan”. Ni que decir, que al otro lado de la calle
estaba el grupo de vecinos viendo el espectáculo sin poder controlar las
carcajadas.