Este rincón ha sido creado para recopilar todos mis escritos. Tener un lugar donde disfrutar y compartir mis visiones de la vida, en cada momento, mis alegrías, tristezas, ilusiones, tantas cosas que suceden en nuestras vidas y alrededor de ellas y que muchas veces pasan totalmente desapercibidas. Es para mí una satisfacción contar con este rincón, donde poco a poco iré compartiendo mis poesías, cuentos, y otros escritos.
jueves, 21 de febrero de 2019
domingo, 3 de febrero de 2019
LOS JÁNDALOS EN LOS VALLES PASIEGOS
Cantabria y especialmente los
Valles Pasiegos ha sido históricamente tierra de emigrantes. Entre estos
podemos encontrar, como hablábamos recientemente, a los "indianos"
que eran quienes se iban a América, y, por otro lado, tenemos a los
"jándalos" que se dirigían a Andalucía. Además de a estos hombres y
mujeres que partieron a otras tierras en busca de mejor medio de vida tenemos
que nombrar también a las amas de cría. Sin ellos, Cantabria no sería lo que es
en la actualidad. Todos aportaron en momentos de miseria y hambre su granito de
arena para cambiar el aspecto de nuestra tierra, con los bienes obtenidos en
otros lugares compraron fincas, vacas, casas, construyeron grandes palacios,
ayudaron a su familia y vecinos, haciendo así, la cimentación de lo que es
nuestra región.
Los jóvenes optaban por la emigración. Por lo
general quienes se iban lo hacían reclamados por sus familiares o amigos que ya
se habían ido anteriormente, estos les contaban las bonanzas de otros lugares y
la facilidad de triunfar y ganar dinero. Las ansias de los jóvenes de tener una
fortuna y sacar a los suyos de la pobreza y miseria, así como de hacerse con un
nombre, no les hacía mirar para atrás y a la primera ocasión que tenían, se
marchaban llenos de sueños e ilusiones, deseando regresar pronto con fama y
dinero. Cuando los nuevos emigrantes llegaban, bien a América o a Andalucía,
eran sus familiares o amigos quienes les recibían en sus casas y
generalmente en sus negocios o les ayudaban a encontrar nuevos empleos. Los
montañeses y pasiegos siempre se han caracterizado por ser muy emprendedores.
De todos es conocido el dicho "Ser pasiego, es tener media carrera"
términos muy utilizados en México. Los pasiegos y montañeses han sido gente con
muy buena visión empresarial. Antiguamente, por lo general, los padres trataban
de que sus hijos varones estudiasen para que aprendieran a leer, escribir y
contar y que nadie les "engañase"
En los Valles Pasiegos podemos encontrar en
Villacarriedo el colegio de los PP. Escolapios, fundado en 1746, este fue el
primer centro de enseñanza media de la provincia y uno de los primeros de
España y lo fundó un jándalo, el Ilustre carredano D. Antonio Gutiérrez de la
Huerta que hizo fortuna en las aduanas de Huelva y Cádiz en tiempos de Felipe V
de España. Al morir D. Antonio, sin hijos, legó su fortuna para construir este
colegio que tuvo una importancia vital, por la buena educación que impartía,
que sería muy útil para la futura emigración, ya que alumnos de los
alrededores, Villacarriedo, Selaya, Llerana de Saro, Villafufre, Santa María de
Cayón, así como Santander e incluso en los años 1770 ya había hijos de
importantes emigrantes mexicanos.
Los jándalos eran los montañeses que emigraban a
Andalucía, mayoritariamente a la provincia de Cádiz, pero también a Sevilla y
otras provincias andaluzas. Allí trabajaban en las bodegas, siendo muy
apreciados para la cata de los vinos. Trabajaron de mozos, fueron escalando en
diversos puestos hasta conseguir su objetivo. También compraron terrenos y
pusieron sus vaquerías, pero por lo que más se destacaron los montañeses en
Andalucía, fue por su dedicación al comercio de ultramarinos, así como de bares
y mesones que incluían tablaos flamencos. En Cádiz se les conocía con el nombre de "chicucos" ya que solían ir a una edad temprana con trece, catorce o quince años y así les denominaban cariñosamente y ya no se desprendían de este apodo aunque peinasen canas.
Con los años en San Fernando los montañeses jándalos fundaron una casa de salud llamada La Unión Montañesa, era algo parecido al Seguro Social.
En la zona oriental de Cantabria, existía un importante
núcleo de "artesanos trashumantes" famosos han sido los canteros
de Trasmiera, además, podemos encontrar a grandes aparejadores, pintores,
campaneros, escultores, herreros, doradores que dejaron huella allá por
donde fueron. Los montañeses en Andalucía tomaron sus costumbres e importaron a
su tierra además de sus casas solariegas y palacios, la forma de ornamentar con
flores las balconadas y jardines que en aquella época no eran comunes en la
montaña. Otra característica de estos jándalos y de ahí viene su nombre,
es que copiaban el "sesear" de los andaluces y quienes apenas
llevaban unos meses en Andalucía regresaban "ceceando" causando
las risas y burlas de sus vecinos que no podían comprender como en escasos
meses habían perdido su modo de hablar habitual. Muchos regresaban una vez al
año, por lo general por San Juan y se volvían a marchar en otoño, por el
contrario, otros regresaban pensando en establecerse ya en su tierra, pero se
dieron muchos casos en que tanto quisieron presumir de sus fortunas que en unos
meses las liquidaron teniendo que volver nuevamente a tierras andaluzas. Los
que consiguieron triunfar y hacer un buen patrimonio, además de hacer su casona
en la montaña hicieron sus casas palacios en Andalucía y la prueba se
encuentra en Sevilla donde muchos palacios pertenecen a montañeses, también
compraron fincas rurales, olivares, ganadería de caballos... Los primeros
montañeses en llegar a Andalucía llegaron en la Edad Media. Tras la conquista
de Cádiz en 1262 Alfonso X el sabio, rey de Castilla y León y demás reinos con
los que se titulaba, repobló la ciudad con 300 montañeses de San Vicente de la
Barquera, Castro Urdiales, Laredo y Santander. Más tarde ya en el siglo XVIII
se produce una emigración en cadena hacia Andalucía, principalmente hacia Cádiz
y muchos de ellos, emigran desde allí para América, preferiblemente a Cuba y
México y al revés, otros regresan de allí hacia Andalucía.
Una prueba de esto, la tenemos en Idelfonso
Lavín y Ruiz natural de Matienzo que emigró con solo 17 años a Cuba, en el
siglo XIX. Allí trabajó en una industria azucarera propiedad de la
familia López Gavilán y se casó con una de ellos, doña Ana Gertrudis López
Gavilán. Fue un hombre muy trabajador y de gran visión empresarial y gracias a
su esfuerzo contribuyó a la prosperidad de la empresa familiar. Con el tiempo
decidieron vender todos sus bienes en Cuba y regresar a España. Se instalaron
en Sevilla y allí compraron al Estado mediante puja la Casa de la Moneda que
reformaron convirtiéndola en una pequeña ciudad. Esta familia y sus
descendientes fueron dueños de una gran fortuna y se integraron dentro de la
alta sociedad andaluza mediante matrimonios y teniendo una gran importancia a
nivel económico, cultural y artístico.
En 1823 los montañeses acaparaban el comercio al por menor
gaditano, y 315 propietarios tenían un total de 387 tiendas. En paralelo, en
México había un total de 679 tiendas, siendo la mayoría de los emigrantes
montañeses, lo que nos lleva a comprender el gran talante comercial y
empresarial que estos hombres tenían.
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domingo, 30 de diciembre de 2018
INDIANOS EN LOS VALLES PASIEGOS
Indianos en los Valles Pasiegos
Recientemente hablaba de la importancia que tuvieron las amas de cría en la
economía de Los Valles Pasiegos. Hoy quiero hablar de los indianos en nuestra
tierra. Por todos es sabido la importancia que tuvieron también, y el cambio
que se produjo con la partida de estos hombres y mujeres para hacer las
Américas. Unos se iban huyendo de la pobreza, otros, para conocer nuevos
horizontes y comenzar una nueva vida que presumían más cómoda y confortable que
la que tenían. A lo largo de toda Cantabria se pueden observar las obras de
estos montañeses que regresaron con sus caudales. Muchos se construyeron
grandes palacios, otros, casas de arquitectura indiana. Donaron hospitales,
como fue el caso de D. Ramón Pelayo “Marqués de Valdecilla” para el bien de
todos sus conciudadanos y que tantas vidas ha salvado y tantos dolores
aliviado. A lo largo y ancho de toda Cantabria hay escuelas donadas por ellos
ya que quisieron revertir algo de su fortuna entre sus vecinos. Muchos
montañeses hicieron grandes patrimonios, unos muy respetablemente, otros no
tanto. La mayoría trajeron sus caudales a la “tierruca” y aquí montaron grandes
negocios, se codearon con la realeza y obtuvieron títulos nobiliarios. Pero si
bien es cierto que partieron de toda Cantabria hay tres lugares en los que la
salida fue masiva: El Alto Asón, El Pisueña y Liébana. Es raro en las familias
de estas zonas no encontrar en su árbol genealógico algún indiano. No todos
alcanzaron los grandes patrimonios deseados, ni todos regresaron. Un
denominador común de estos montañeses era el sueño de volver a su tierra y
morir en ella. Es raro encontrar en Selaya, Villacarriedo, Vega de
Villafufre, Saro o Santa María de Cayón alguna familia que no cuente con
alguien que se fue a hacer las Américas, principalmente a Cuba o México. Yo,
como tantas familias de los Valles Pasiegos, tengo varios que decidieron irse a
México. Entre ellos mi abuelo José Ruiloba Pérez y su hermano Fermín, naturales
de Villacarriedo. Ellos no se fueron precisamente huyendo de la pobreza, puesto
que la economía de su familia era buena, eran artesanos del calzado y mi
bisabuelo contaba con una especie de fábrica o taller con diez empleados, pero
sin duda, a mi abuelo le llamó la atención la moda de irse a hacer las Américas
y decidió que prefería marcharse, a seguir haciendo zapatos y botines. Primero
se fue a Cuba a la plantación de un tío suyo, el tío Gregorio, se ve que
aquello no le gustó y partió a Nueva York, allí estuvo varios años de
intérprete, él hablaba correctamente el inglés. Seguidamente iría a Filadelfia
donde estuvo varios años de traductor. Más tarde pasó a México y tras haber
estado una temporada de intérprete y teniendo un pequeño capital decidió
invertirlo en un comercio de alimentación, fue entonces cuando su hermano, mi
tío abuelo Fermín, se trasladó a México para trabajar con él. Así estuvieron
juntos en un próspero negocio hasta que conoció a mi abuela Isabel Casasola,
española, pero de otra región, su familia llevaba en México desde que ella
tenía dos añitos. Tuvo una muy buena oferta por su comercio y lo vendió. Compró
otro local en lo más céntrico y selecto de México y puso una peletería que
pronto gozó de gran prestigio. México era una ciudad de gran inseguridad y
delincuencia, de hecho, mi abuelo sufrió varios robos en sus establecimientos.
A estas alturas ya habían nacido mi padre José y mi tía Gloria. A mi padre
estuvieron a punto de raptarlo pues era un niño muy guapo, rubito y muy
blanquito, y en México los niños con estas características eran asiduamente
robados para ser vendidos en Estados Unidos, a familias ricas que no los podían
tener. Mi abuelo ante tanta delincuencia e inseguridad ya no se encontraba
cómodo en ese país y decidió vender sus bienes y regresar a España con su
familia. Le dijo a su hermano que volviese con ellos que aquel era un país muy
inseguro. Pero Fermín no quiso volver, y allí formó su familia y salvo algunas
ocasiones que visitó España, se quedó en México. Eso sí, al ver su
imposibilidad de ser enterrado en su patria, pues ya toda su familia residía en
México, encargó unas bolsas de tierra española que lo cubrirían para siempre en
el momento de su fallecimiento. Así de grande era su amor por su España del
alma. Mi abuelo y su familia embarcaron en el transatlántico que les
regresaría, pero cuando estaban en alta mar, estalló la guerra civil y no
pudieron atracar en ningún puerto español. Llegaron a Plymouth, en el sudoeste
de Inglaterra y estuvieron casi tres años por toda Europa, hospedándose en
hoteles hasta que pudieron entrar en España. Acabada la guerra civil regresaron
a su pueblo de Villacarriedo, donde se instalaron y pusieron su negocio.
domingo, 18 de noviembre de 2018
En el siglo pasado -hacia 1900- esta campesina que vivía en el barrio de Minillo, pueblo de Llerana (Saro) contrajo matrimonio a la edad de 23 años con Paulino Gutiérrez Bárcena. En aquella época, las mujeres humildes no estudiaban, por lo que mi bisabuela a duras penas sabía leer y escribir.
Laureana se quedó embarazada de mi abuelo Manolo, y al tener la economía tan precaria y aprovechando que en aquellos tiempos estaba tan de moda irse de "nodriza"pues estas eran muy reclamadas por la alta sociedad española para criar a sus hijos, decidieron tras el nacimiento de mi abuelo, que se iría a criar para sacar el sueldo extra que tanto necesitaban.
Mi bisabuela fue seleccionada entre varias mujeres del lugar por los médicos de la zona. Se fue a Córdoba, al palacio de los Duques de Hornachuelos. Una vez criada la niña que tenía a su cuidado, regresó a Llerana junto a su familia. Con el tiempo se volvió a quedar embarazada de su segundo hijo; mi tío abuelo Abel. Y nuevamente decidieron que se iría a criar. Esta vez más cerca, a Santander, donde amamantó a un hijo de la familia Pombo.
Posteriormente se quedó embarazada de una niña, Carmen, y de nuevo fue seleccionada para la crianza y se desplazó hasta Palencia a casa de los Calderón. Renombrados empresarios que tenían fábricas de harinas y con quienes siempre la unió un gran cariño y amistad hasta su muerte en mil novecientos cincuenta y ocho, a la edad de setenta y dos años a consecuencia de un trágico accidente.
Pero aún estaba por venir la aventura más grande de Laureana, la joven y humilde muchacha campesina que a duras penas sabía leer y escribir. Fue cuando se quedó embarazada de su último hijo, Isaac, más conocido como "El Cubano" y todo volvió a comenzar, aunque esta vez un poquito más lejos. Viajó a Cuba para criar a la hija de los banqueros Gómez Mena que también eran propietarios de numerosos ingenios azucareros e importantes bienes inmuebles dentro y fuera de Cuba. Estos eran de Burgos y tenían el capricho de que a su hija la criase una pasiega ya que en aquellos tiempos era de reconocida fama y prestigio.
Y para Cuba se fue la buena de Laureana, dejando atrás a su esposo, sus tres hijos pequeños y su suegra. Como es lógico al irse a Cuba sus ganancias por la crianza eran mayores que haciéndolo en España. A estas alturas, su vida económica había mejorado notablemente, su esposo era cartero de la zona y también había conseguido ser el encargado de la fábrica de luz que había en Llerana. Tenían sus vacas y sus otros animales.
En Cuba, no se bautizó a la niña que ella iba a criar hasta que llegó Laureana en el año 1907 en el barco de la compañía Trasatlántica que operó desde (1887-1932). A su llegada la esperaba el coche con el chófer de la familia Gómez-Mena, que la trasladaría a su palacio, donde fue recibida con gran alegría.
Laureana había llevado a su hijo Isaac y al mismo tiempo que ella criaba a María Luisa, otra nodriza cubana lo hacía con su hijo y exigió que por cada kilo que cogiese la niña, su hijo debería aumentar otro kilo. Pero el pobre Isaac, cada día estaba más flaco, lo pesaban y así como la niña aumentaba día a día de peso, el de ella apenas subía. Mi bisabuela estaba muy preocupada y se lo hizo saber a los señores Gómez-Mena, cambiaron a la nodriza, pero nuevamente sucedía lo mismo, así hasta seis veces. En la sexta ama de cría cubana pesaron al niño y el peso era correcto, pero el pequeño lloraba, y ella lo veía demacrado y descolorido. No creyéndose en absoluto el peso que la báscula marcaba, ni corta ni perezosa cogió a su hijo y lo desnudó, encontrándose que lo habían envuelto en una sábana de medio para abajo, para que pesase más. Tal fue el cabreo que Laureana cogió, que amenazó con volverse a España. Los Gómez-Mena le pidieron por favor que esperase un poquito más, mientras encontraban otra nodriza para su hijo, y una vez encontrada, despidieron a la anterior. Esta vez, y ya a la séptima, fue la vencida. El niño no solo cogía el peso que la niña que ella criaba conseguía, si no que había semanas que lo superaba. Por eso, cuando ella reñía con su hijo Isaac, le decía:"No, si no puedes ser bueno, que por algo mamaste siete leches".
Los Gómez-Mena, estaban encantados con Laureana, llegaron a quererla mucho, pues compartían su nacionalidad, y el ser vecinos, unos de Burgos y la otra "pasiega".
El banquero le abrió una cuenta a Laureana y ahí le ingresaba todos los meses su paga y ella a su vez la incrementaba con las muchas propinas que los familiares y amigos le daban. El tiempo pasó y llegó el momento de la partida para España. Mi bisabuela le pidió al banquero que le hiciese una transferencia a un banco de Santander, con todo el dinero, a excepción de lo que se llevaría en el viaje, quería que estuviese a salvo por si el barco sufría algún percance y de este modo su familia pudiese rescatarlo.
El deseo de Laureana era poder comprar una casa y unas fincas cuando volviese a España. Y así finalizó la estancia de esta emprendedora mujer en Cuba. El viaje transcurrió sin ningún problema y por fin volvió con su familia a su hogar de Llerana. Como habían sido sus deseos compró su casa y varios terrenos.
Las nodrizas pasiegas no solo conseguían su sueldo, la mayoría eran mujeres muy queridas por los padres de los bebés que amamantaban, pues eran muy importantes para el bienestar de sus retoños. Por este motivo, posteriormente contaban con los favores e influencias que en un futuro pudiesen necesitar. Siempre se ha dicho que los pasiegos gozaban de grandes influencias y en la mayoría de las ocasiones aquí se encontraban sus orígenes.
Ella fue una mujer muy avanzada a sus tiempos, sin casi saber leer ni escribir, siendo muy joven aún, viviendo en las montañas de Santander, en un ámbito humilde y rural, fue capaz de armarse de valor y no mirar para atrás, procurando no ver a sus hijos pequeños que dejaba al cuidado de su padre y abuela para conseguirles una vida mejor que la que ella tenía.
Una vez en España, siguió trabajando, era gran comerciante y luchadora, se iba desde Llerana a Selaya andando, para comprar en la fábrica de quesos, llamada "De Cueto", y los cargaba a sus espaldas en su cuévano, los vendía por su zona carredana.
Cuando fue y regresó de Cuba hizo dos promesas, una a San Lorenzo en Llerana y la otra a la Virgen de Valvanuz. Les prometió que si volvía sana y salva y todo iba bien, a su regreso les compraría unos jarrones para poner en sus altares. Y así lo hizo. En Llerana aún los podemos observar. En Valvanuz lo desconozco.
Gilda Ruiloba