LA GUARDESA
Recientemente, paseando con mis amigas por
el precioso paseo que recorre el lugar donde se encontraban las antiguas vías
del tren, entre la Encina y Sarón, terminando en la Plaza de la Estación,
vinieron a mi mente tiempos del pasado. Al pasar por San Lázaro y contemplar el
río apoyadas en la barandilla del puente, con muy poco caudal, recordamos las
grandes crecidas y lo traicionero que puede llegar a ser nuestro Suscuaja. Siendo
nosotras muy pequeñitas, tal vez cinco añitos, estudiábamos en la escuela de La
Abadilla, nuestra maestra enfermó y vino a sustituirla una sobrina suya, se
desplazaba diariamente en el tren, ya que vivía en Santander. Las alumnas la teníamos
mucho cariño, en aquella época era una profesora muy joven y con mucha
paciencia para con todas nosotras, así que decidimos ir a buscarla todos los
días a su llegada a Sarón. Entonces me parecía preciosa nuestra Estación, y
creo que lo era. Constaba de varias edificaciones. Es una pena que todos esos
edificios desapareciesen con los años. Hubiese sido un bonito patrimonio para
Sarón y nuestro valle de Cayón. Un día fuimos como todas las mañanas, a dar la
bienvenida a nuestra profesora, pero no pudimos pasar, el Suscuaja se había
cabreado y después de unas intensas lluvias se desbordó y no hubo manera de
acceder a la Estación, algo que en aquella época era muy habitual.
El ferrocarril Astillero-Ontaneda ya
desaparecido, comenzó a construirse en 1898 y tardó cuatro años en terminarse,
es decir, el 9 de junio de 1902 comenzó su recorrido. Y estuvo operativo hasta
1973. Famosas fueron sus máquinas entre los cayoneses, las primeras eran
conocidas como las “Yanquis” porque se habían construido en Estados Unidos.
Posteriormente las cambiaron por otras de mayor tamaño que eran de construcción
belga y en 1906 comenzaron a dar servicio con los nombres de nº1 era la
“Sarón”, nº2 “Puente Viesgo” y la nº3 la “Ontaneda”. Pasados los años las
cambiaron por otras mucho más modernas la nº5 la “Villaescusa”, la nº6 la
“Penagos”, la nº7 la “Cayón” y la nº8 la “Toranzo”. El fin primitivo para
llevar este ferrocarril hasta Ontaneda y alrededores, fue desplazar a los
pasajeros hasta los Balnearios tan en auge en aquellos tiempos, de Puente
Viesgo, Alceda y Ontaneda. La minería de Cabárceno y Liaño fue otro punto por
el que se apostó, con el paso de los años, fue clave para instalar la fábrica
de la Nestlé en La Penilla de Cayón.
Muchos fueron los vecinos de los valles de
Cayón, Carriedo, Penagos, y otros, por donde transcurría el tren que utilizaron
este medio de transporte. Se convirtió en centro de reuniones y medio para las
transacciones económicas de las zonas por donde transcurría, también fue
testigo mudo de muchos amores y noviazgos que posteriormente terminarían en boda,
pero como casi todas las cosas sucumbió ante la modernidad. Con la llegada de
los automóviles y el transporte por carretera perdió un poquito su razón de ser,
y llegó el momento en que su servicio dejó atrás su rentabilidad, y
desapareció. Llevándose consigo cantidad de puestos de trabajo. Hoy miramos
atrás con nostalgia y nos parece escuchar el silbido del tren con ese chacachá
que tanto imitábamos en nuestra infancia.
De pequeñita siempre me llamó la atención,
y tengo que decir que en aquella época me cabreaba un poquito, la figura de “la
guardesa”, yo recuerdo haber viajado en tren en mi infancia solamente una vez,
una vecina me llevó a Santander, para mí fue como una fiesta nacional. ¡Qué
ilusión! En mi familia, tanto mi padre como mi abuelo tenían coches y siempre
nos desplazábamos en ellos, así que ir en tren fue toda una aventura.
La guardesa es un oficio prácticamente
desaparecido, en mi zona las llamábamos “la portillera”, eran las encargadas de
subir y bajar las barreras cuando se acercaba la hora en que debía de pasar el
tren y así evitar posibles accidentes, debían calcular muy bien la hora para no
crear demasiadas colas de automóviles en la carretera, según mis cálculos de
niña podrían ser unos cinco minutos, pero cuando llegabas a las barreras y
daban el alto al coche para bajarlas, recuerdo que no me hacía mucha gracia. ¡Qué
aburrimiento! Pensaba, ahora aquí parados hasta que pase el tren.
La guardesa también tenía como obligación
limpiar los contracarriles, vigilar el camino o carretera para que nadie se lo
saltara. En los años 50 suponían el 16,5
por ciento del total del personal de infraestructuras de la empresa, en 1962
había 1484 mujeres ocupadas en esta labor. Por lo general eran familia de
trabajadores del gremio.