CUENTOS Y LEYENDAS
“LA FUENTE DE LOS LADRONES”
Pedrón era un muchachón del Valle de Cayón que gustaba reunirse con sus amigos en el portal de la ermita de
San Antón, en su pueblo de La Abadilla. Allí hablaban, fantaseaban con sus
proyectos, amores, bravuconerías.
Un día estando en estos menesteres, pasaron unos jóvenes de pueblos
vecinos al valle y sin haber mediado palabra alguna, comenzaron a insultarlos:
-“En Cayón, en cada casa un ladrón”
Los jóvenes se miraron atónitos, sin dar crédito a lo que oían. De un
salto, bajaron de la pared y les pidieron explicaciones y retirar esas palabras
tan ofensivas para todos ellos. Lejos de retirar las palabras siguieron
insultándoles e increpándoles.
En fechas recientes se habían producido varios robos en los pueblos
vecinos. Uno de ellos y el más sonado, se había dado la noche de la feria que
se realizaba en el barrio de San Antonio.
Un vecino de Penagos había vendido una vaca, por la noche cinco hombres
con la cara tapada fueron a robar. Revolvieron toda la casa hasta que dieron
con el dinero.
Comenzó a correrse la voz de que los ladrones eran de Cayón, pues todos
los robos eran cercanos a este Valle.
Pedrón y sus amigos, consiguieron echar a cajas destempladas del pueblo
a los intrusos ofensores. Pero una espina les quedó clavada en su amor propio.
-No podemos consentir que se nos trate de ladrones.
-De ninguna de las maneras.
-Esto tenemos que aclararlo.
-Pero ¿cómo?
Los jóvenes pensaban como podían descubrir a los auténticos ladrones.
Después de darle muchas vueltas, decidieron tenderles una trampa.
En la próxima feria tenían que fingir un trato importante. Algo
llamativo en lo que los ladrones se fijasen.
El abuelo de Pedrón vivía en Castañeda y fingieron que quitaría su
ganadería. Y en la feria, hechos del habla con un ganadero más pudiente,
hicieron la falsa transacción. El abuelo cogió una gran cantidad de dinero,
ante los ojos de muchos curiosos. Y acompañado de su nieto, se retiró a casa de
sus hijos.
Antes devolvieron el dinero al ganadero, con quien se fingió el trato.
Pedrón cogió unos periódicos y los recortó del tamaño de los billetes
del dinero. Puso un billete por cada lado del taco de papeles y los amarró con
una goma.
Pedrón y muchos jóvenes de Cayón amigos suyos, se dirigieron a casa de
su abuelo y se escondieron, dejando los billetes en el cajón de la mesa de la
cocina, fáciles de encontrar.
Al caer la tarde, pudieron escuchar unos ruidos y tres individuos
entraron y cogieron el dinero. Y salieron corriendo.
A Pedrón y sus amigos no les cuadraban las cuentas de los ladrones y
optaron por no atraparlos en el lugar y los siguieron.
¿Dónde estaban los dos que faltaban?
Los ladrones se fueron derechos al monte de “La Paul” en La Abadilla,
allí junto a un riachuelo, escondido por un pequeño montículo, se encontraban
los otros dos cómplices, habían encendido una pequeña fogata para calentarse.
Una vez reunidos los cinco ladrones se disponían entre alborozos a
repartirse el dinero, comentando lo fácil que había sido.
Cuando estaban entretenidos se les echaron encima los jóvenes de Cayón,
dejándoles inmovilizados y entregándoles a las fuerzas del orden, siendo
detenidos.
Desde ese día hay una fuente en el monte de “La Paul” que se llama “La
Fuente de los Ladrones” Por ser el lugar de encuentro de éstos, para sus
fechorías.
Ni que decir tiene, que los ladrones no eran de Cayón, sino una banda de
delincuentes de otros pueblos.
Gilda Ruiloba.