"MUJERES CON CORAJE". (MI BISABUELA).
"LAUREANA ACEBO ABASCAL"
Mi bisabuela Laureana fue una mujer coraje. Quiero hacerle desde aquí un homenaje a esta gran mujer.
En el siglo pasado hacia el año 1920 esta campesina que vivía en las montañas de Santander, concretamente en el barrio de Minillo, pueblo de Llerana, Ayuntamiento de Saro, contrajo matrimonio a la edad de 23 años con Paulino Gutiérrez Bárcena.
En aquélla época, las mujeres humildes no estudiaban, por lo que mi bisabuela a duras penas sabía leer y escribir.
Por el contrario, su esposo Paulino Gutiérrez, había sido educado en el colegio PP. Escolapios de Villacarriedo. Tenía una letra muy bonita, y en aquellos tiempos cuando alguien necesitaba hacer algún escrito o documento, siempre acudían a casa de Paulino, quien desinteresadamente les sacaba del apuro. Pero si en algo se caracterizan los "pasiegos" es en su agradecimiento, tienen por norma el dicho " De bien nacido es ser agradecido". Y siempre pagaban los favores al bueno de Paulino con un queso hecho en casa con la leche de sus vacas o una buena mantequilla.
Laureana y Paulino vivían con la madre de éste " Juana", una anécdota de ésta, mi tatarabuela, que siempre se comenta en la familia, fue de unos días antes de su muerte, Juana se quedó ciega en su vejez, en la última etapa de su vida, ya que murió a los noventa y siete años, una edad muy avanzada para aquellos tiempos. Al encontrarse mal, llamaron al doctor D. Andrés. Éste, era del pueblo de Villacarriedo. El doctor al no poder hacer nada por ella, ya que su edad era muy avanzada, por recetarle algo y tenerla tranquila, le recetó agua con limón. Le dijo: " Tía Juana tiene usted que tomar mucha agua con limón", mi tatarabuela al comprender que la estaba tomando el pelo, le dijo: "D. Andrés, déjeme tocarle ¿está usted muy gordo? ¿o ha adelgazado?. Don Andrés le respondió: "No tía Juana, estoy como siempre, ¿por qué me lo pregunta?. La buena de Juana, ni corta ni perezosa, le contestó: No, porque con el agua de limones, se puede usted lavar los "cojones".
Y volviendo a mi bisabuela Laureana, y como ya he dicho anteriormente, vivía con su esposo y suegra en Llerana, primero en "La Calavera", después en "Revuelvo" y más tarde en "Torceno". Vivían humildemente de las pocas vacas que poseían, tenían algunas gallinas y sembraban su huerta. Además, para poder sobrevivir, iban como jornaleros para ayudar en el campo, allá donde requerían de sus servicios.
Laureana se quedó embarazada de mi abuelo "Manolo", y al tener la economía tan precaria y aprovechando que en aquellos tiempos estaba tan de moda irse de "nodriza", pues estas eran muy reclamadas por la alta sociedad española, para criar a sus hijos. Sobre manera si eran "vascas" o "pasiegas". decidieron tras el nacimiento de mi abuelo, que se iría a criar para sacar un sueldo extra que tanto necesitaban. Mi bisabuela fue seleccionada entre varias mujeres del lugar por los médicos de la zona. Se fue a criar a Córdoba, al palacio de los "Duques de Mochuelos". Una vez criada la niña que tenía a su cuidado, regresó a Llerana junto a su familia.
Con el tiempo se volvió a quedar embarazada de su segundo hijo; mi tío abuelo "Abel". Y nuevamente decidieron que se iría a criar. Esta vez más cerca, a Santander, más cerca de su casa y familia.
Crió y amamantó en casa de una familia de abolengo y renombre, del Santander antiguo. La familia Pombo. Crió a un niño, y nuevamente regresó a su hogar.
De nuevo se quedó embarazada, esta vez de una niña, "Carmen", la que sería su única hija, ya que todos fueron varones.
Una vez nacida "Carmen", y de nuevo seleccionada para la crianza, esta vez se fue a Palencia a casa de los Calderón. Renombrados empresarios que tenían fabricas de harinas. Allí crió a Julio, su niño mimado, con quien siempre le unió un lazo especial. Se da el caso que la hermana de Julio, "Concha Calderón", se casó con el antiguo alcalde de Santander, Manuel González-Mesones y Díaz. Estuvo de alcalde desde 1946 hasta 1967. Es el alcalde que más tiempo ha estado en Santander. Y se dice que fue uno de los mejores alcaldes que ha habido en dicha ciudad.
A mi bisabuela Laureana, siempre la unió un gran cariño y amistad con esta familia, hasta su muerte, en mil novecientos cincuenta y ocho, a la edad de setenta y dos años.
Fueron frecuentes las visitas a Santander, ella gustaba llevarles como buena "pasiega", quesos y mantequillas, aunque ella los compraba, no los hacía, así como huevos aldeanos que eran muy apreciados en la capital, y más en tiempos de miseria y hambre. Aunque esta familia nunca la sufrieron. Pero ellos, también muy agradecidos a mi bisabuela, la obsequiaban con sacos de harina blanca, que en aquéllos tiempos escaseaban y no se encontraban por ningún lado, y de conseguirse a precios prohibitivos. Nunca en casa de Laureana faltó la harina blanca de trigo para hacer la torta de pan. Esta familia se encargaba de traerles un saco de vez en cuando desde sus fabricas de Palencia, y se lo llevaban a LLerana en el maletero de sus elegantes coches.
Fueron frecuentes las visitas a Santander, ella gustaba llevarles como buena "pasiega", quesos y mantequillas, aunque ella los compraba, no los hacía, así como huevos aldeanos que eran muy apreciados en la capital, y más en tiempos de miseria y hambre. Aunque esta familia nunca la sufrieron. Pero ellos, también muy agradecidos a mi bisabuela, la obsequiaban con sacos de harina blanca, que en aquéllos tiempos escaseaban y no se encontraban por ningún lado, y de conseguirse a precios prohibitivos. Nunca en casa de Laureana faltó la harina blanca de trigo para hacer la torta de pan. Esta familia se encargaba de traerles un saco de vez en cuando desde sus fabricas de Palencia, y se lo llevaban a LLerana en el maletero de sus elegantes coches.
Pero aún estaba por venir la aventura más grande de Laureana, la joven y humilde muchacha campesina que a duras penas sabía leer y escribir.
Nuevamente se quedó embarazada de su último hijo, "Isaac", más conocido como "El Cubano". Y todo volvió a comenzar, solo que esta vez un poquito más lejos. Se fue a Cuba para criar a la hija de los banqueros Gómez Mena. Estos eran vascos y tenían el capricho de que a su hija la criase una "pasiega", ya que en aquellos tiempos era de reconocida fama y prestigio.
Y para Cuba se fue la buena de Laureana, dejando atrás a su esposo, sus tres hijos pequeños y su suegra.
A estas alturas, su vida económica había mejorado notablemente, su esposo era cartero de la zona y también era el encargado de la fábrica de luz que había en Llerana. Tenían sus vacas y sus otros animales.
Al despedirse Laureana, le dijo a su esposo que como ya tenían una vida mejor, que no mandaría el dinero hasta que ella regresase, que se las apañarían como pudiesen.
En Cuba, no se bautizó a la niña hasta que llegó Laureana, en el barco de la compañía Trasatlántica que operó desde (1887-1932). A su llegada la esperaba el coche con el chófer de la familia Gómez-Mena, que la trasladaría a su palacio, donde fue recibida con gran alegría.
Al día siguiente de llegar Laureana, se bautizó a la niña, participando en dicho bautizo, lo más selecto de La Habana. Todos los invitados a la ceremonia se mostraron muy interesados por la nueva nodriza que venía desde Santander, y la obsequiaron con importantes propinas.
Laureana había llevado a su hijo "Isaac", y al mismo tiempo que ella criaba a la niña, otra nodriza cubana, criaba a su hijo y exigió que por cada kilo que cogiese la niña a la que ella iba a criar, su hijo debería coger a cambio otro kilo. Pero su hijo, cada día estaba más flaco, lo pesaban y así como la niña aumentaba día a día de peso, el de ella apenas subía, ella cada día estaba más preocupada y así se lo hizo saber a los señores Gómez-Mena, cambiaron la nodriza, pero nuevamente sucedía lo mismo, así seis veces. En la sexta, pesaron al niño y el peso era correcto, pero el niño, lloraba, y ella lo veía demacrado y descolorido. No creyéndose en absoluto el peso que la bascula marcaba, ni corta ni perezosa cogió a su hijo y lo desnudó, encontrándose que lo habían envuelto en una sábana, de medio para abajo, para que pesase más. Tal fue el cabreo que Laureana cogió, que amenazó con volverse a España. Los Gómez -Mena le pidieron por favor que esperase un poquito más, mientras encontraban otra nodriza para su hijo, y una vez encontrada, despidieron a la anterior, esta vez y ya a la séptima fue la vencida. El niño no solo cogía el peso que la niña que ella criaba cogía, si no que había semanas que lo superaba.
Por eso cuando ella reñía con su hijo Isaac, le decía: "No, si no puedes ser bueno, que por algo mamaste siete leches".
Los Gómez-Mena, estaban encantados con Laureana, llegaron a quererla mucho, pues compartían su nacionalidad, y el ser vecinos, unos "vascos" y la otra "pasiega".
El banquero le abrió una cuenta a Laureana y ahí le ingresaba todos los meses su paga, más ella ingresaba las muchas propinas que los familiares y amigos le daban. El tiempo pasó y llegó el momento de la partida para España. Mi bisabuela le pidió al banquero que le hiciese una trasferencia a un banco de Santander, con todo el dinero, a excepción de lo que se llevaría en el viaje. Ella quería que su dinero estuviese a salvo por si el barco sufría algún percance, que su familia pudiese rescatarlo.
El deseo de Laureana era poder comprar una casa y unas fincas cuando volviese a España.
Y así finalizó la estancia de Laureana en Cuba. El viaje transcurrió sin ningún problema y por fin volvió con su familia a su hogar de Llerana.
Al día siguiente de llegar, un vecino avispado, imaginándose que después de tanto tiempo de estar criando en Cuba, traía mucho dinero, trató de engañarla para que se lo prestase, pero ella aunque muy joven, ya había pasado muchas vicisitudes. El avispado vecino, que de avispado no tenía mucho, vino a decirle: " El problema es encontrar el dinero, el devolverlo ya no me preocupa". La buena de Laureana le dijo que no tenía nada, pues tardaría en llegar, ya que se lo mandaban desde Cuba. Y así se quitó el problema del vecino.
Como habían sido sus deseos, Laureana compró su casa y varios terrenos.
Ella fue una mujer muy avanzada a sus tiempos, sin casi saber leer ni escribir, siendo muy joven aún, viviendo en las montañas de Santander, en un ámbito humilde y rural, fue capaz de armarse de valor y no mirar para atrás, procurando no ver a sus hijos pequeños que dejaba al cuidado de su padre y abuela para conseguirles una vida mejor que la que ella tenía.
Una vez en España, siguió trabajando, era gran comerciante y luchadora, se iba desde "Llerana" a "Selaya", andando, para comprar en la fábrica de quesos, llamada "De Cueto", que allí había, un cuévano de ellos, que llevaba a sus espaldas y por el camino iba vendiendo, los vendía por su zona, ("Carredana").
Cuando fue y regresó de Cuba hizo dos promesas, una a San Lorenzo en Llerana y la otra a la Virgen de Valvanuz, patrona de los "pasiegos". Les prometió que si volvía sana y salva y todo iba bien, a su regreso les compraría unos jarrones para poner en sus altares.
Al pie de este escrito pongo unas fotografías sacadas en la Iglesia de San Lorenzo en Llerana, de los jarrones regalados por ella, hace aproximadamente ciento dos años.