AYER ESTUVE EN NUESTRA ISLA
Ayer estuve en nuestra isla,
la mar estaba bella,
el cielo azul,
y tú no estabas.
Las gaviotas surcaban el cielo
sobre la mar bella,
con su vaivén de alas, giraban,
y graznaban al grito unísono.
Tal vez se percataban de tu ausencia,
viendo mi tristeza
al contemplar su vuelo
que en otros tiempos fue anhelo.
Nuestra isla
ya no es la misma sin ti.
Su verdor de antaño
se ha convertido en vegetación xerófila.
Me senté en nuestro banco,
ese que siempre decías
que la naturaleza
había esculpido para mí.
Allí permanecí inmóvil,
durante horas,
contemplando el hermoso paisaje
que ante mí se ofrecía etéreo, puro.
Un pequeño velero
surcaba las aguas azules,
imaginé a una joven pareja enamorada
compartiendo momentos sublimes.
Sin ti,
nuestra isla ya no es la misma,
sigue siendo hermosa, agreste,
pero la falta de tu vitalidad la hace
anhedonia.
Un gran buque de carga
apareció en el horizonte,
surcaba las aguas
en dirección al puerto.
Comenzaba el ocaso del sol.
La melancolía me envolvía.
De pronto,
me pareció oír tu voz.
Tu silueta se dibujaba
entre los rayos de un sol en retirada.
Tu sonrisa se apoderó de mí,
Y extendiendo tus manos
me ayudaste a levantarme
de nuestro banco.
Sigue tu camino,
vive tu vida,
no estés triste,
me susurraste.
Sentí un cálido beso
en mi rostro
y mi interior se llenó de paz.
Tu halo de luz permanece en mí.
Gilda Ruiloba.