LA
FIGURA DEL HERRADOR EN VALLES
PASIEGOS,
PENAGOS Y TRASMIERA
Recuerdo
que la primera vez que vi a un herrador era muy pequeñita, fue al lado de mi
casa, junto a la cuadra de mis vecinos. Yo siempre he tenido un gran cariño a
los animales, especialmente a los caballos y perros. Pues bien, al ver a aquel
señor que, según mis criterios de niña, estaba maltratando a mi caballo
favorito, y al no comprender el motivo, me enfadé mucho. Ver a ese individuo
con tenazas, martillo… agarrando la mano del caballo y cortando sus cascos, fue
una sensación que me crispó e increpé al bueno del herrador que más tarde supe
que se llamaba Toño. –No le hagas daño al caballo, déjale, vete a tu casa, eres
muy malo. Recuerdo como reían mis vecinos. - Mírala, no se la ve por el suelo,
pero hay que ver las narices que tiene. Mi vecina Matilde, me cogió de la
manita y me dijo: - Que no le están haciendo daño al caballo, mira, le están
cortando las uñas, es como cuando tú tienes las uñas largas ¿a qué tu madre
también te las corta? Pues con el caballo pasa lo mismo, hay que arreglarle los
cascos y recortárselos porque si le crecen mucho, se pueden poner malitos de
los tendones y articulaciones. ¿Y tú no quieres que el caballito se ponga malo
verdad? –Pues no, contesté. Y ese hierro ¿por qué se lo ponen? Y lo clavan con
un martillo. Pobre caballo, yo no quiero que le hagan daño. Nuevamente
volvieron a reír. Toño el herrador dijo: -Matilde, te va a costar convencerla.
–Mira, me dijo mi vecina, eso son las herraduras, que son para los caballos lo
mismo que para ti esos zapatos, y para bien, cada cuarenta y cinco o cincuenta
días, hay que herrarle para que el caballo no sufra de sus patitas. Y mira,
cada caballo tiene un número diferente de casco, como cada persona tiene un
número distinto de pie, e igual que nosotros, ellos necesitan su zapato, en
este caso, su herradura adecuada, para protegerle sus pies.
Más tarde supe, que las herraduras en
algunas ocasiones, eran los propios herradores quienes las hacían, pero en la
mayoría de los casos, las compraban ya hechas en las fábricas, y como muy bien
me dijo mi vecina, tienen diferente numeración.
Hoy en día la figura del herrador no es
tan común, es un oficio que a pesar de que en la actualidad está repuntando e
incluso hay escuelas de herraje donde se aprende el oficio, que, por cierto, no
es nada fácil obtener el título oficial, pues se les exige conocer a la
perfección, tanto el casco del caballo, como tener conocimientos de ortopedia y
radiología, pues deben de ser capaces de leer una radiografía para hacer un
óptimo trabajo. En la actualidad este oficio está muy bien pagado y se enfoca
más al ámbito deportivo, turismo ecuestre, espacios inaccesibles para el
automóvil, etc., pero antiguamente gozó de gran importancia desde la Edad Media
hasta la modernidad con la revolución industrial. Y es en este periodo donde la
figura del herrador tuvo su época dorada ya que el número de équidos era muy
elevado, raro era la casa en Valles Pasiegos, Penagos, Trasmiera, donde en sus
cuadras no contaran con algún caballo, asno, mulo e incluso vacas de tiro y
labranza. Cada zona; Vega de Pas, Selaya, Saro, Vega de Villafufre, Santa María
de Cayón, etc., contaba con su herrador, que bien en su propia fragua o de
manera ambulante daba servicio a los vecinos. En la zona de Santa María de Cayón gozaron de
gran prestigio por su buen hacer D. Pedro Huerta y posteriormente su hijo D.
Antonio, más conocido como Toño el herrador. Así como en Selaya tuvo gran fama
Balbino; en Vega de Villafufre Narciso y en Saro Luis Quintial. Un buen
herrador es un tesoro, pues de él depende la buena salud y bienestar del
animal.
Entre las herramientas utilizadas por los
herradores se encuentran las siguientes: El Bolo que es donde se meten todas
las herramientas. Martillo de nylon que sirve para descalzar. Descalzador.
Gubia de embutir. Martillo de clavar. Tenazas de descalzar, Tenazas de corte.
Escofina. Tenaza de remachar los clavos (para evitar dar golpes con el martillo,
pues contra menos golpes se le dé, mejor). Legra para cortar.
La
modernidad trajo consigo los tractores y otros útiles modernos de labranza, así
como los automóviles y disminuyeron drásticamente los animales y con ellos los
herradores.