sábado, 7 de enero de 2023





LOS HOJALATEROS

     El latero u hojalatero es un oficio ya desaparecido, pero eran muy habituales en nuestros valles, concretamente en Sarón existía al principio de sus andaduras como barrio de La Abadilla, un comercio dedicado a estos menesteres.

     Antiguamente por nuestros pueblos era habitual ver a los hojalateros cargados con sus herramientas y su latón con carbón hirviendo para fundir las barras de plomo o estaño y con su tono especial llamaban la atención de los vecinos para la reparación de palancanas, tarteras, sartenes, macetas… y que al grito de “El hojalatero, se arreglan palancanas, ollas, cazos y todo tipo de hojalata.

     Sin duda alguna a quien más llamaba la atención este pregonero tan especial era a los niños que con curiosidad observaban anonadados al artesano de la hojalata como avivaba el fuego en su latón, sentado ante la curiosidad de tan extraordinario público, ávido de conocer todos los pormenores de dicho oficio.

     El hojalatero con toda la paciencia del mundo comenzaba a reparar los encargos de los vecinos que en aquellos tiempos eran muchos, pues la precariedad económica hacía arreglar todos los utensilios que se hubiesen dañado. Muchos de ellos eran heredados de sus padres e incluso abuelos o bisabuelos, pues en aquellas épocas todo se reutilizaba.

     Los tiempos han cambiado mucho, hoy en día se reemplazan con frecuencia por otros útiles más modernos o bonitos. En los comercios encontramos todo tipo de instrumentos y ya no reciclamos nada, todo ha de ser moderno y práctico.

     El hojalatero sentado bajo la atenta mirada de los niños que observaban alucinados, o de los propietarios de tan estimados enseres, comenzaba por fundir el estaño para remendar los agujeros de las ollas y otros enseres de latón. Entre los objetos fabricados por ellos se encontraban los candiles de aceite y petróleo, faroles para los coches antiguos, orinales, yelmos y espadas,  cántaros, se arreglaban barreños y otros muchos artículos.

     Recientemente hablaba con el hijo de Severino, uno de estos artesanos hojalateros y con gran cariño me dijo: - Mira Gilda, mi padre siempre me decía “ yo con este oficio no me he hecho rico, hemos vivido humildemente, pero nunca os ha faltado nada, he tenido la mayor riqueza que el ser humano puede tener, la libertad, he sido libre, libre como un pajarillo, no he tenido a nadie que me  diese órdenes, que me dijese que y como hacer las cosas, y eso no tiene precio, es la mayor riqueza que el ser humano puede tener”.

     Este oficio por lo general se aprendía de generación en generación, de padres a hijos y muchos ya a los doce años eran auténticos maestros en la materia, ya podían comenzar a ganarse la vida con la hojalatería.

     Las mujeres sacaban sus utensilios para ser arreglados, pero antes comenzaban el regateo “¿Cuánto me vas a cobrar? Porque si vale más que comprar uno nuevo, no me merece la pena arreglarlo. El artesano le pedía cinco pesetas, ella que si tres y así llegaban a un acuerdo económico que se quedaba en la mitad como decían al sellar el trato, ni para ti ni para mí, dame cuatro, aunque pierdo dinero. Y se hacía el arreglo.

     Tapaban los agujeros de los pucheros con estaño, primeramente, le daban un poquito de ácido y después ponían el estaño con el calor. El arreglo duraba toda la vida si se conservaba en condiciones adecuadas.

     También arreglaban tiestos o macetas poniendo un trozo de alambre metálico para que no se abriese la grieta.

 

viernes, 30 de diciembre de 2022

 




NUESTROS ANTEPASADOS MÁS BLASFEMOS

     Recientemente hablaba de la blasfemia en nuestros valles de Carriedo, Cayón, así como en Trasmiera y Penagos. Hoy he querido continuar con esta historia, pues creo que es muy interesante, muchos lectores se han puesto en contacto conmigo para decirme que es una pena que no fuese más largo, y ha creado mucho interés.

     Como comentaba en mi anterior escrito, había en estos valles carteles por los bares, así como en diferentes lugares públicos, prohibiendo expresamente la blasfemia. He podido recopilar diferentes anuncios con textos que no tenían desperdicio, y quiero transcribirlos aquí para su conocimiento, así podemos comprender mejor la época que les tocó vivir a nuestros antepasados. La blasfemia en España fue delito desde la Edad Media hasta finales del siglo XX ya que era considerada como delito contra Dios. 

      Uno de estos carteles decía textualmente: “Por orden de la alcaldía se prohíbe blasfemar bajo multa de 125 pesetas”. En otro, avisaba de lo siguiente: “Prohibida la blasfemia, la palabra soez, y el comportamiento disoluto en este honorable y pio lugar”. Igualmente encontramos otro que así se expresa:” Alabado sea el Santo nombre de Dios. Esta casa es cristiana, en ella no se permite blasfemar. El que blasfeme y trabaja en los días festivos tendrá la maldición del cielo. Desgraciado el hombre que blasfeme y que profane las fiestas, el Señor hará sentir el peso de su justicia sobre él y sobre su casa”. Otro reza con más sencillez: “Se prohíbe blasfemar”. Transcribiendo estos carteles viene a mi memoria las recomendaciones de mi profesora en mi infancia, siendo yo muy pequeñita, en clase nos recomendaban que si oíamos a alguien blasfemar automáticamente dijésemos “Perdónale Señor, porque no sabe lo que hace”. Es curioso este recuerdo que ha venido a mi mente con este escrito. Hoy viendo estos carteles que empapelaban las paredes de nuestros valles carredano y cayonés, tal parece que se trata de una película, pero ciertamente ocurrió en la realidad y en tiempos no tan lejanos. Sin duda han cambiado mucho las cosas.

         Los domingos y festivos tampoco se podía trabajar, algo muy complicado en los pueblos donde había que atender a las vacas y demás animales. Recuerdo una anécdota que viví en primera persona, pues le sucedió a un amigo de mi familia, era un domingo de verano, en el mes de julio, nuestro amigo había ido a por un carro de verde a una de sus fincas para dar de comer a las vacas. Al regresar a su casa lo adelantó el cura del pueblo que iba a decir misa, justo detrás ibamos nosotros a la Iglesia, al saludarle nos dijo: "Voy a arreglarme rápido yo también para llegar a tiempo". Cual no sería mi sorpresa que en la homilía el cura dijo: "Hoy es el día del Señor, tenemos la obligación de venir a escuchar misa para darle gracias por todo lo bueno que nos da, pero hay personas que parecen ignorarlo y se van a buscar verde aunque sea domingo y la hora de misa, ahora mismo me acabo de encontrar con un vecino con el carro cargado, como si no hubiese otro momento, y os voy a decir quien es, Muley. En ese momento una voz se escuchó desde el fondo, donde se sentaban los hombres, y dijo: " D. Estanislao que Muley está aquí" El sacerdote anonadado  le contestó: "Perdona hombre, como te acabo de ver con el carro de verde, pensé que no habías venido". Al salir le dijo a mi padre: "Que te dije, que me iba a dar prisa para venir, que a éste ya le conozco yo, y mira, no me equivoqué". Así eran las cosas no hace demasiados años.

     En el siglo XVII los soldados eran uno de los colectivos que peor fama de blasfemos tenían. Se decía de ellos que eran mercenarios y gente de baja estofa social y muy poca cultura, que no tenían ningún tipo de prejuicios ni escrúpulos, lo que les hacía venderse al mejor postor a costa de traiciones con el único objetivo de progresar. Muchos eran los calificativos, no precisamente amables, con los que se describía a los militares españoles en aquellos tiempos, no ahorraban descalificaciones tales como: Mezquinos, banda de libertinos, lujuriosos, ladrones y muy por encima de todo, blasfemos. Para controlar a estos soldados pecadores en el tratado de la Armada de 1748 endurecen las leyes e imponen al soldado blasfemo la pena de serle atravesada la lengua con un hierro candente, muy cruel castigo.

     Otro gremio considerado como muy blasfemo eran los taberneros, carreteros y arrieros, a todos ellos se les consideraba “blasfemadores contumaces”. A las tabernas se las tenía como lugares perversos “verdaderos templos del diablo”. Los carreteros y arrieros al tratar con los animales se les consideraba de un comportamiento salvaje, que al mismo tiempo que golpeaban a las bestias, blasfemaban sin ningún tipo de consideración a Dios. Muy frecuente era el dicho de “Hablas como un carretero”.

     Otro gremio muy desacreditado y acusado de ser grandes blasfemos era el de los marinos, la gente del mar, estos trabajadores no lo tenían fácil, sus trabajos eran muy duros y trataban de superarlos con la ingesta de alcohol, compartían la bebida y esto hacía que perdiesen el control de sus palabras y la blasfemia reinase entre la tripulación.

   También se consideraban como grandes blasfemos a los colectivos más marginales, los pobres de solemnidad, los bandoleros, gitanos, prostitutas y vagabundos. 

         Mi amiga Ángeles Capellán Güemes recientemente me comentaba que la blasfemia es una manifestación transgresora verbal intrínseca a la religión cristiana, se protestaba ante las injusticias de la vida, ante padecimientos humanos, un acaloramiento emocional. La blasfemia conducía al ateísmo, era un pecado de infidelidad a Dios y por eso era condenado por la Iglesia.

               En el siglo XVII había varios castigos morales por haber blasfemado, al blasfemo se le denunciaba por renegar de Dios de manera pública y se le aplicaba por castigo: 1) besar el suelo en el lugar donde antes había pronunciado la injuria divina a instancia de los testigos, y si no se le obligaba a la fuerza. 2) o bien pagar una multa de 30 ducados, oír misa todos los domingos y fiestas de precepto con la obligación de confesar y comulgar en las tres Pascuas del año.

                  

    

        

            

     


domingo, 18 de diciembre de 2022

 


                          Retrato de Gilda Ruiloba hecho por Lucía Polanco.


GRACIAS

     Han pasado casi seis años desde aquella primera publicación en el suplemento de El Diario Montañés en la página “Imágenes e historias”, que titulé “La Fuente de los Ladrones”. Desde entonces he procurado no faltar a mi cita quincenal con vosotros. Han sido momentos muy gratificantes de investigación en los que he conocido a personas maravillosas con las que he compartido el amor por nuestra tierra, y esos vecinos de nuestros valles que un día decidieron abandonar su hogar para procurarse una vida mejor, más cómoda, sin necesidades económicas, he recordado a nuestras amas de cría, indianos, jándalos, nuestros trabajos ya desaparecidos, nuestra infancia y todos los maravillosos recuerdos que en ella transcurrieron.

     He tratado de rescatar nuestra historia, que nuestros jóvenes conozcan de donde venimos y que no siempre las cosas fueron fáciles. Cada domingo he deseado que disfrutásemos juntos de “lo nuestro”, nuestra cultura, costumbres, y creo que lo he conseguido, pero en esta vida todas las cosas tienen un principio y un fin. Y aquel principio que para mí comenzó hace casi seis años gracias a la apuesta de Elena Tresgallo en “El Diario Montañés”, hoy finaliza, ya que la edición del suplemento dominical Trasmiera, Cayón, Penagos ha llegado a su fin, y con él mis historias. Pero no todo acaba aquí, seguiré escribiendo en mi blog y compartiendo con todos vosotros.

     Muy pronto editaré mi quinto libro, en el que tendrán cabida todos mis artículos publicados en El Diario Montañés, desde el último publicado en “Esencia Pasiega” hasta el publicado hoy.

     Ha sido un placer compartir nuestra historia con todos vosotros. Muchas gracias por esa gran acogida que ha tenido, por vuestro cariño cuando nos encontramos y me habláis con orgullo y alegría de como os ha gustado. Gracias por leerme, tanto en el Diario Montañés como en mi blog o en mi libro “Esencia Pasiega”. Gracias, gracias, gracias.

     

 


 







LEONARDO DE GÜEMES Y GUTIÉRREZ DE LA HUERTA

“UN ILUSTRE CARREDANO AL SERVICIO DEL REY “

     El Valle de Carriedo siempre ha destacado por sus Hijos Ilustres a través de los años. Personajes que dejaron huella en nuestra historia además de ser muy generosos, donaron parte de su patrimonio para beneficio de los vecinos en obras que se pueden apreciar en los diferentes pueblos del valle.

     Leonardo fue bautizado en la antigua Iglesia Parroquial de San Martín (actual ermita de Nuestra Señora de La Concepción) de Villacarriedo el 14 de junio de 1706 por el cura D. Diego Gutiérrez de la Huerta. Sus padres, ambos naturales de Villacarriedo, fueron D. Manuel de Güemes y María Gutiérrez de la Huerta, descendientes de antiquísimas casas y familias de caballeros nobles e hidalgos que obtuvieron empleos honoríficos en el Valle de Carriedo, fueron jueces, regidores y procuradores generales. Tuvieron 6 hijos: Manuela, Francisco, Leonardo, Ana, María y Juan Manuel.

     Existe una Prueba de Nobleza de D. Leonardo de Güemes y Gutiérrez de la Huerta dada en Madrid el 22 de agosto de 1740 y sellada con el sello de armas de esta Imperial y Coronada Villa de Madrid, con firma y rúbrica de los 3 escribanos del Rey Felipe V, Firma y da Fe de Conformidad, D. Juan Alfonso Guerra y Sandoval, Caballero de la Orden de Santiago, Cronista y rey de Armas del Rey. Esta Prueba de Nobleza está confirmada por una Certificación de Armas y Solares Infanzonados que presentó D. Francisco de Morales LLarco Cronista y Rey de Armas del Rey Carlos II, dada el 2 de mayo de 1697, a petición de D. Leonardo Gutiérrez de la Huerta y Pérez de Camino, tío suyo, cuyos apellidos, su ilustre esplendor, antigüedad, solares y armas corresponden a cada uno de ellos. Sabemos que residió en el Reino de Nápoles y allí comenzó a servir al rey con el cargo de Teniente del Gran Almirante de dicho reino (ya que su tío Leonardo Gutiérrez de la Huerta y Pérez de Camino que fue nombrado caballero de la orden militar de Alcántara, ostentaba el cargo de Juez del Tribunal del Gran Almirante en Nápoles y como Fiscal y Ministro togado de la Curia de Messina, Sicilia). Nombramiento (28 - XI -1761) de Leonardo de Güemes como Juez Oficial Tesorero de la Casa de Contratación de Indias, atendiendo al dilatado mérito y servicios prestados como tesorero del Ejército de la Plaza de Orán, el Rey D. Carlos III le nombró para que sirviera en la Depositaria y Tesorería General establecida en Cádiz. Tomó posesión de su cargo en dicha ciudad el 11 de enero de 1762 como Juez Oficial Tesorero de la Depositaria General de los Reales Derechos y Caudales de Indias, el sueldo a percibir era de 50.000 reales de vellón al año y con los honores de Juez Oficial de la Real Audiencia de Contratación. Leonardo de Güemes cesó por jubilación el 30 de diciembre de 1776 a causa de lo imposibilitado que se encontraba para continuar con sus servicios, por lo avanzado de su edad y achaques, su Majestad Carlos III le concede la jubilación que había solicitado, con una pensión de 25.000 reales de vellón anuales, la mitad del sueldo que disfrutaba al año. Se firmó este Real Decreto en Cádiz el 8 de enero de 1777 para pasar la Real orden a la Contaduría Principal de Contratación para el cumplimiento de su contenido.

     Leonardo, ejerció de Tesorero durante 15 años, tenía 70 en el momento de su jubilación tras una dilatada carrera como Funcionario Real y más de 46 años al servicio del rey Carlos III en diferentes destinos.

Falleció en Villacarriedo el 14 de diciembre de 1788, certifica su obituario D. Francisco Domingo Pérez de Camino y Goenaga.  Ordena en su testamento que se le dé sepultura en el convento de Ntra. Sra. Del Soto de Religiosos Franciscanos. Instituyó por sus herederos a sus 2 hermanos: D. Juan Manuel y Dña. María de Güemes, cumpliendo su voluntad. Se documenta que la actual Iglesia de San Martín de Villacarriedo, se erigió en el barrio del Postigo, fue mandada construir con fondos de D. Leonardo de Güemes, obra concluida un 22 de agosto de 1729, fecha certificada por el Cura y Vicario de este Valle, D. Francisco de Güemes y Esles y que el primer entierro fue el de su padre D. Manuel de Güemes un 5 de septiembre 1729. Existe un Estandarte en el coro de la Parroquia de San Martín de Villacarriedo de D. Leonardo, bordado en oro con tejido de damasco que tiene una dedicatoria “A LA DEVOCIÓN DEL SR. D. LEONARDO DE GÜEMES GUTIÉRREZ DE LA HUERTA, dicho estandarte se encontró oculto y se tuvo que restaurar y ahora luce con su esplendor para todos los carredanos.

 


domingo, 11 de diciembre de 2022

 





(Altar de piedra de la iglesia "La Castrense" que se encuentra en la actualidad en la iglesia de Cristo Rey en Santa Fe. Fotografía de Blair Clark). Obra de Bernardo de Miera.



BERNARDO PASCUAL DE MIERA-VILLA Y PACHECO

     Algunas veces investigando me encuentro con personajes verdaderamente apasionantes, y no alcanzo a comprender como han permanecido tanto tiempo en una posición de “desconocidos”, cuando son auténticos genios. Personajes de nuestra tierra que deberían de estar incluidos en los libros de texto y ser estudiados y conocidos por todos nuestros alumnos.

     Este es el caso del carredano Bernardo de Miera-Villa y Pacheco nacido el viernes 4 de agosto de 1713 en Santibáñez de Carriedo. Nace en el seno de una familia por parte paterna de vocación militar. Tanto su padre Luis de Miera-Villa como su abuelo del mismo nombre tienen el grado de capitán de caballería cántabra. Su madre fue Dª Isabel Ana Pacheco de la Cerda natural de Milán y de ascendencia de Vejorís, se dice que el apellido de la Cerda viene de Reyes, concretamente, de una rama de los Trastámara. Fue bautizado por D. Francisco Antonio de Arce en Santibáñez el 13 de agosto de 1713. Sus apellidos; Miera es de Selaya. Villa, de la casa de la Hondal en Santibáñez y Pacheco de su madre de Vejorís en el Valle de Toranzo.

     Bernardo era un varón de poca estatura y ojos azules. Fue educado como ingeniero militar y como tantos otros jóvenes emigró a la Nueva España para hacer las Américas, aunque su familia estaba muy bien posicionada.  Allí se casó en Janos, el 20 de mayo de 1741 con María Estefanía de los Dolores Domínguez y Mendoza con quien tuvo cinco hijos: Manuel, María, Anacleto Bernardo, María Antonia y Juan De Miera y Pacheco. En 1743 vivió junto a su familia en El Paso.

      Bernardo fue un “genio”. Está considerado como el más importante cartógrafo de la Nueva España. Era un gran artista especializado en imágenes religiosas. Tuvo la capacidad de alcanzar la excelencia en diferentes ramas del conocimiento como astronomía, cartografía, comercio, matemáticas, geografía, geología, geometría, tácticas militares, ganadería, enología, metalurgia, idiomas, iconología, iconografía, liturgia, pintura, escultura y dibujo.

     Miera trabajó como comerciante, recaudador de deudas, ranchero y siguiendo la tradición familiar fue militar sirviendo en varias campañas. Llegó a ser como sus ancestros capitán y en 1747 dirigió un destacamento militar acompañando al padre Juan Menchero empeñado en convertir a los navajos y reasentarlos alrededor del actual Nuevo México, pero no tuvo éxito en sus objetivos. Nuestro protagonista de hoy elaboró el primer mapa del territorio que atravesaron. Se sabe que en 1749, cartografió el río Grande desde el Paso hasta su confluencia con el río Conchos.

     Unos años más tarde se trasladó con su familia a Santa Fe y fue nombrado alcalde de los pueblos Galisteo y Pecos. Participó en tres campañas contra los comanches.

     En la iglesia de Cristo Rey en Santa Fe podemos encontrar su obra maestra, el retablo del altar “La Castrense” impresionante obra labrado en piedra por este gran cantero en el año 1761 y que sin duda aprendió el oficio en nuestra tierra montañesa.  El retablo mide siete metros y medio de altura por cinco metros y ochenta centímetros de ancho y fue construido en bloques de piedra blanca que posteriormente se pintaron. Un rasgo típico y que distinguía las obras de Miera eran los dedos largos y las orejas más grandes de lo normal para indicar que los feligreses escuchasen mejor las plegarias, o eso es lo que se cree que el artista quería expresar. Fue un gran pintor y tallista. Varias de sus obras pueden ser observadas en iglesias y museos como la talla de S. José (1784-1785) con el Santo Niño o Santa Bárbara (1782) entre otros.

     Bernardo realizó varios mapas del territorio para el virrey de Nueva España por petición de Francisco Antonio Marín del Valle que era el gobernador y capitán general de Nuevo México. Sus mapas serían muy importantes para futuras rutas.

     Fue un gran artesano experimentado en la madera, el metal y la piedra, nada se le resistía, pero si algo tenía nuestro protagonista de hoy era sencillez, tanta, que lejos de querer deslumbrar con sus obras ni siquiera las firmaba, lo que ha sido un problema para poder reconocerlas hoy en día.

      Durante los últimos siete años de su vida sirvió como soldado distinguido en el Presidio de Santa Fe. Falleció el lunes 11 de abril de 1785 en dicho lugar de Nueva España a la edad de 71 años donde fue enterrado, un año y medio después que su esposa.

        El carredano Bernardo de Miera fue sin duda alguna el cartógrafo más importante de Nueva España y uno de los estudiosos más grandes de la América del siglo XVIII. Sus mapas fueron usados y copiados por los más prestigiosos cartógrafos estadounidenses durante muchos años, incluso trataron de apropiarse de su autoría. Cartografió ríos y montañas de Nuevo México, Colorado y Arizona. 

 

     

 


domingo, 27 de noviembre de 2022

 



















AQUILINO GÓMEZ LASTRA                                                                                                                                  

     Nuestro protagonista de hoy fue un meracho que nació en Linto, localidad del municipio cántabro de Miera. Vino al mundo en el año 1902. A la edad de veintiocho años se fue a México reclamado por su hermano mayor Venancio Gómez que ya había probado fortuna con muy buenos resultados. Su hermano, hombre generoso como la mayoría de los indianos que hacen fortuna, mandó construir las escuelas de Linto y el cementerio de Miera que se pagaron con su aportación. Aquilino partió a las Américas con esa ilusión y fuerza que la juventud le daba.

     En México primero fue empleado, pero como buen meracho terminó siendo un acaudalado empresario. Se casó con Carmen Gómez nacida en esta ciudad, hija de merachos que también se instalaron en Distrito Federal, su padre político era el conocido empresario D. Venancio Gómez Acebo. La boda fue todo un acontecimiento, la novia estaba deslumbrante con un precioso y elegante vestido que denotaba su clase social.

     La vida le sonrió a Aquilino, tanto en sus negocios como en su vida privada. Se vio bendecido con el nacimiento de sus hijos; Ángel, Bernardo Aquilino, José Antonio y María Catalina.

     Viajaron a España en el mes de junio de 1952 recorriendo de norte a sur los lugares más hermosos e históricos, estuvieron en Granada visitando la Alhambra, allí vistieron a sus hijos con la moda y vestimenta nazarí, y ante una mesa típica sacaron preciosas fotografías que inmortalizaron el momento. Sin duda serían un valioso recuerdo cuando regresaran a México. 

     En su pueblo natal de Miera estuvieron hasta el mes de diciembre,  pasaron momentos inolvidables con su gente, reuniones familiares, con amigos, pero quien sin duda disfrutó enormemente con esta visita fue la abuela, con esa complicidad que existe entre abuelos y nietos y el regreso del hijo ausente.

     La agenda de nuestro protagonista de hoy estaba completa, hicieron una visita obligada que todo buen meracho no puede pasar por alto, a su iglesia de Santa María de Miera, conocida también como la “catedral de Miera” por su belleza y grandiosidad. Visitaron a su patrona y como mandaba la tradición, como todos los indianos sacaron a la Virgen alrededor de la iglesia, pues esta era una costumbre muy arraigada. Los indianos cumplían también con el hábito de donar una buena cantidad económica para la conservación y mejora del templo. Y para finalizar, no podían faltar las fotografías de toda la familia junto a la Virgen. Tanto era el cariño que Aquilino sentía por su tierra y su patrona de Miera, que en sus deseos siempre estuvo que sus hijos hiciesen la Primera Comunión en dicho lugar, y así lo cumplió con su hijo mayor Ángel. Entre los invitados estaba su sobrina, la mexicana Gloria Sotomayor que viajó con ellos.

     Otro sueño que cumplió Aquilino fue la jura de bandera y para ello se acercó junto a su esposa al cuartel de la Guardia Civil de Liérganes donde cumplió su deseo, honrar a su bandera.

    Tras unas maravillosas vacaciones con los suyos y después de seis maravillosos meses para toda la familia llegó el momento de regresar a su casa de México donde les esperaba la familia de Carmen. Primeramente Aquilino pensó viajar a bordo del "Magallanes" o el "Comillas", pero a última hora decidió irse en avión y envió el coche en un transatlántico. Se dirigieron a Madrid y allí cogerían el avión que haría la ruta Madrid-Habana. En el Tetramotor DC-4 matrícula CVT-397 con el nombre de “Estrella de Oriente” tomarían el vuelo 33 pasajeros y 8 tripulantes, de ellos 14 serían de nacionalidad española. La esposa de Aquilino, Carmen y sus hijos tenían nacionalidad mexicana. Pilotaba el avión uno de los más prestigiosos y experimentados pilotos de la aerolínea, el capitán Luis Sastre junto con el comandante René Ayala. Hicieron escala en el aeropuerto Hamilton en las Azores (Bermudas) el 6 de diciembre de 1952 tomando nuevamente el vuelo a las 16:40 horas. Poco después de despegar, una explosión obligó al piloto hacer un amaraje forzoso y cayeron al mar en aguas de las Bermudas. Al caer el tetramotor al agua después de la explosión, una gran mancha de aceite en llamas cubriría el lugar dificultando así el salvamento. De los 41 tripulantes y pasajeros solo se salvarían 6 de los que sobrevivieron 4, entre ellos la sobrina mexicana, la joven Gloria Sotomayor. Todos los españoles fallecieron al igual que la familia de Aquilino. A los fallecidos de nuestra tierra se les enviaría por vía aérea a España.

     Fue un dolor inmenso para todas las familias, pero muy especialmente para la de nuestro protagonista de hoy, pues todos los miembros de la familia Gómez y Gómez fallecieron, los padres y sus cuatro niños. A los diez años de su fallecimiento el padre de Carmen seguía recordando con una misa en la Parroquia de San Hipólito en Zarco y Avda. Hidalgo en México a su amada familia.


Parte de la información y fotografías han sido facilitadas por la familia Abascal Gómez, previa investigación de Carmen Toraya. Gilda Ruiloba ha obtenido información de varios medios de comunicación de la época, entre ellos la noticia  publicada en El Diario Montañés el miércoles 10 de diciembre de 1952 y de diversos archivos personales.

 

    

 


jueves, 24 de noviembre de 2022









DIME, ¿POR QUÉ ME TRATAS ASÍ?

Dime ¿Por qué?
¿Por qué me tratas así?
Me jurabas amor,
Me acariciabas,
Me besabas,
Y hoy me golpeas
Sin compasión.

Dime,
¿Por qué Me obligas a bajar la mirada?
Me controlas,
Cambias mi todo
Para anular mi yo.
Anulas mi voluntad.


Dime,
 ¿Por qué crees que te provoco?
Cuando yo te amo.
Me castigas, me pegas,
Y crees que esto es lo normal
Cuando yo te amo.

Niegas tu verdad:
Yo no he hecho nada,
Me acusan de algo que no es cierto,
Pero como voy a hacer yo eso
Me dices.

Dime,
¿Por qué no reconoces tu culpa?
Dices que exagero,
Que no es para tanto,
Que solo me insultaste,
Que son peleas como las de cualquier matrimonio


Y yo me lo creo,
Y te disculpo,
Y tengo dependencia de ti.
Porque me has hecho creer
Que sin ti no soy nada
Que soy una inútil
Que no sirvo parara nada

Y vuelves,
Y me desprestigias,
Y me dices: Sin mí, no eres nadie.
Eres muy descuidada,
Mira como tienes la casa
No hay quien te aguante,
Estás loca.

Y vuelves a golpearme,
Me tiras al suelo,
Me pateas.
Dime, ¿Por qué lo haces?
¿Por qué me haces esto?
Y después, cuando se te pasa,
Me pides perdón;
Tuve un arrebato
No pretendía hacerte daño.
Solo quería asustarte para que me obedecieras.
Y me traes flores
Y me pides perdón.

Y yo te creo,
Y te perdono
Porque necesito creerte
Porque tú eres mi mundo
Porque tengo miedo y estoy sola.

Dime, ¿por qué?
¿Por qué me haces esto?
Me dices cuando te arrepientes
Que eres víctima de tu padre
Porque también pegaba a tu madre
Y lloras al recordarlo.
Y tú sigues sus pautas.
Y me pegas,
Y me pateas.

Y yo vuelvo a perdonarte
Y esto se convierte en una espiral de dolor,
De sufrimiento.
Y me anulas.
Y me desprecias.
Y me odias.

Dime, ¿Por qué?
¿Por qué me haces esto?
Y sigo fingiendo.
Y sigo pensando que no pasa nada.
Porque tengo miedo,
Porque temo tus represalias si pido ayuda.

Y ahora me sobresalto
Y adopto una postura defensiva
Cuando alguien me toca inesperadamente.
Porque tengo miedo.
Oculto mi cuello bajando la barbilla
En un movimiento rápido y automático
Porque tengo miedo.

Me he vuelto sumisa,
Evito el contacto visual
Mantengo la mirada baja
Porque tengo miedo.

Has hecho que crea
Que no valgo nada,
Que soy incapaz,
Que no puedo realizar tareas
Relativamente sencillas.
Has destrozado mi autoestima.

Estoy cansada,
No duermo,
Mi respiración es acelerada,
Mis músculos se vuelven rígidos.
Me he vuelto desconfiada,
Porque tengo miedo.

¿Por qué me haces esto?
Me he vuelto maestra del camuflaje
Y el maquillaje
Para ocultar las magulladuras
Y moratones.
Uso mangas largas
Y ropas sin escote.
Asumo todas las culpas
Porque no quiero sufrir más.

Retraso mi llegada a casa
Tomando el camino más largo
O alargando conversaciones
Con mis amigos
Porque no quiero llegar a casa
Porque tengo miedo
Porque allí estás tú
Porque no sé qué humor tendrás hoy.
Y yo tengo miedo.

Siento vergüenza
De no entender bien las cosas.
La sola idea de preguntar,
Me ruboriza.
Porque me siento sin autoestima
Y tengo miedo.

Porque tú fuiste cruel
Y yo cobarde.
Porque podré maquillar mi cara
Pero jamás mi corazón.

                                       Gilda Ruiloba.