domingo, 20 de febrero de 2022

 






CORREOS DE A CABALLO DE SU MAJESTAD EL REY EN CARRIEDO 

     En los fondos de Archivos Históricos Provinciales y Nacionales podemos encontrar numerosos documentos que nos hablan de los Correos de a Caballo de S.M. el Rey en el Valle de Carriedo. 

     El antiguo mensajero o correo a caballo era quien tenía el oficio de llevar la correspondencia epistolar a pie o a caballo. Solían utilizar las postas situadas en los caminos para hacer el intercambio de corceles cuando éstos ya estaban cansados, por otros frescos y así llegar con premura.  

     En el Valle de Carriedo encontramos que para ejercer el oficio de Correos de a Caballo de Su Majestad el Rey, era necesario tener la prueba de nobleza que se encontraba inscrita en los padrones de Hidalguía. En los Protocolos del Valle está mencionado ya este oficio a finales del siglo XVI. Estos Correos tenían privilegios como si fuesen Embajadores, pero al mismo tiempo eran de alto riesgo, pues, aunque las ordenanzas decían que eran inviolables y que nadie podía detenerles por causa civil, excepto por asesinato, otros soberanos no podían detenerles ni asaltarles pues era considerado “crimen de lesa Majestad “. Incluso llevaban bordadas en el pecho las armas reales, troqueladas sobre un escudo protector para poder transitar sin problemas, lo cierto es que muchos eran asesinados, tanto es así que temiendo muy seriamente por sus vidas en el desarrollo de su trabajo, llegaron a fundar una Cofradía en Madrid, en el Convento del Carmen y allí se encomendaban cada vez que tomaban ruta en estos viajes tan inciertos y no exentos de peligros. Igualmente formaron en el Valle de Carriedo otra Cofradía de Correos del Rey bajo la advocación de Santa Ana, cuyos miembros excedían de treinta. Entre los hidalgos que componían este oficio podemos encontrar apellidos muy destacados del Valle, como: Arce, Bárcena, Campero, Mazorra, Miera, Pérez de Soñanes y otros muchos. 

     Entre los privilegios que estos Correos Reales tenían, se les debían de abrir las puertas de las villas o ciudades si estuviesen cerradas, y en el supuesto de cerco en las plazas fuertes, se tirarían sobre los fosos, canastillas atadas con cuerdas para que depositasen en ellas los pliegos reales e incluso se abrirían los portillos o poternas secretas. Si los caballos muriesen en el camino o los robasen, hasta poder acudir a la justicia podían tomar el de cualquier caminante que se encontrasen a su paso hasta llegar a las Postas, donde siempre había dos caballos de repuesto. Tenían la facultad de retener el correo hasta que no se les pagase y estaban exentos de pagar contribuciones e impuestos. 

       Podemos encontrar citas como: “Los correos del Valle de Carriedo llevan agora las armas reales al pecho, y en el lugar de la cornetilla de bronce que usan en casi toda Alemania, se sirven del látigo con cuyo chasquido avisan para que se les de paso y se les prevengan los caballos que han de mudar”. Y esto me recuerda al señor D. Gonzalo Fernández de Velasco quien fue dueño del magnífico Palacio de Soñanes en Villacarriedo, y decía, cuando hablaba de los Correos Reales, “Látigos en Pellejeros, novedades en la Corte” refiriéndose a la llegada del Correo al barrio de Pellejeros, donde se fabricaban los vergajos para arrear los caballos. 

     En muchas ocasiones la vida o integridad física de los Correos dependía de las noticias de las que eran portadores. Si estas no gustaban al receptor, podían apalearle e incluso acabar con su vida. En contrapartida, cuando eran buenas noticias se les premiaba, este regalo era conocido como “albricias”. También se enfrentaban a las revueltas, guerras, bandoleros, pues no solo portaban el correo. En muchas ocasiones también llevaban dinero, incluso, grandes cantidades. Cuando esto sucedía se les daba una serie de recomendaciones: viajar siempre de día, por el Camino Real, sin tomar atajos, procurando llegar siempre a las postas y posadas con la luz del día, hacer noche en las posadas más seguras y pedir a la Justicia los guardias que necesiten para que le acompañen, igualmente pedirán custodia para atravesar los lugares más vulnerables hasta sacarles del peligro.

     Los Correos Reales del Valle de Carriedo tenían gran fama por su honradez y lealtad siendo los preferidos a la hora de contratarlos. Prácticamente eran ellos solos quienes se encargaban de repartir la correspondencia Real. 

      

 


domingo, 6 de febrero de 2022

 




 UN HÉROE DESCENDIENTE DE ABIONZO

      Hoy quiero hablar de la familia Güemes que partieron a las Américas, concretamente de D. Gabriel Anselmo de Güemes Montero Bárcena y Campero nacido en Abionzo de Carriedo el 21 de mayo de 1748, hijo de D. Manuel de Güemes Montero y de Dña. Francisca de Bárcena Gómez Campero y Zorrevilla, ambos nacidos en Abionzo, quien a los 29 años se traslada al citado continente tras servir al rey Carlos III desde los 22 años, gozando de experiencia en la Tesorería de Madrid, es designado por el monarca a petición del conde de Floridablanca para ocupar el cargo de Tesorero Oficial Real de las cajas Principales de Jujuy, que pertenecían a la Ceca de la Villa Imperial de Potosí (Bolivia).   Emprende el viaje junto a un criado, José Gómez, habiéndole prestado el dinero necesario para poder desplazarse su colega y paisano José Gutiérrez de Arce (Administrador de las Rentas provinciales de Burgos) y desde el puerto de Cádiz se trasladan a Buenos Aires. El 31 de mayo de 1778 se casó en Jujuy a los 29 años con Dña. Magdalena Goyechea y La Corte, de ascendencia española y portuguesa, tuvieron nueve hijos y el segundo fue Martín Miguel quien llegaría a ser el General Güemes. Hay certificados de Hidalguía de esta Ilustre familia en la Real Chancillería de Valladolid.

     El General Martín Miguel Güemes Montero de Goyechea y La Corte, nació en Salta el 8 de febrero de 1785, héroe de la Independencia Argentina, muerto en combate a la edad de 36 años el 17 de junio de 1821. Fue el único General muerto en contienda en la historia del país. Durante seis años desempeñó el cargo de  gobernador de Salta. Comenzó a los 14 su andadura militar y se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería. Güemes participó en la Reconquista de Buenos Aires y desempeñó un papel fundamental en la “Guerra de la Independencia” apoyando el plan del General San Martín “El Libertador”, con su caballería Gaucha, encabezando la “Guerra Gaucha” guerra de guerrillas que contaba con el apoyo del pueblo. Cruzó los Andes en el Norte de Argentina. Su hermana conocida como Macacha Güemes fue una heroína que animó a los salteños seguidores de la Independencia, y tuvo gran importancia en la vida militar y política de su hermano, pues gozó de una destacada trayectoria pública. Es reconocida como una de las mujeres más importantes de la Independencia Argentina y de la provincia de Salta. Hay diversas calles y plazas que la rinden homenaje llevando su nombre.

     El General Martín Miguel Güemes se casó con Dña. Carmen Puch y Velarde el 10 de julio de 1815 y tuvieron tres hijos. La familia de su esposa descendía del célebre conquistador y fundador de Jujuy, Capitán D. Francisco de Argañaraz y Murguía perteneciente a la Casa-Torre de Argañaraz en Amézqueta (Guipúzcoa)  

     Al conocer su esposa Carmen Puch, el fallecimiento de su amado, se encerró en su habitación en la finca familiar y falleció el 3 de abril de 1822 a los 25 años. Se dice que se dejó morir de hambre, posiblemente víctima de una depresión causada por la ausencia de su gran amor. Sus restos descansan junto a los de su esposo en el Panteón de las Glorias del Norte de la República, en la Catedral Basílica de Salta.

     El día 17 de junio es fiesta desde 2014 en Salta y desde 2016 en toda Argentina en conmemoración del “Paso a la inmortalidad del General D. Martín Miguel de Güemes”. Igualmente, el 17 de junio se le honra por defender y recuperar Tarija, de las fuerzas españolas y ayudar al montonero Gaucho Chapaco, Eustaquio Méndez. El 22 de agosto de 2006 se declara a Güemes “Héroe Nacional de Argentina” 

     Güemes tiene varios monumentos y calles repartidos por varios lugares del mundo, pero sin duda el más importante está en la ciudad de Salta. Al final del Paseo Güemes, a los pies del Cerro San Bernardo, donde el General cayó por primera vez de su caballo mientras cabalgaba herido de bala a la Cañada de la Horqueta, donde murió unos días después, a la intemperie, en un camastro improvisado tras negarse a ordenar el alto el fuego contra los realistas, que le ofrecieron a cambio, llevarlo a Buenos Aires donde recibiría el mejor tratamiento, pero él reunió a sus oficiales en presencia de los contrarios y les hizo jurar que nunca aceptarían ningún trato para beneficiarles  en su tierra. Apenas una semana después de su muerte sus hombres obligaron al enemigo a evacuar Salta, y aunque Güemes no lo vio, finalmente venció.

    

 


domingo, 23 de enero de 2022

 





DOS FUNDACIONES EN ABIONZO DE CARRIEDO

     Recientemente hablaba de la Fundación de D. Antonio María Herrera en Abionzo. Este pueblo está en lo alto del valle de Carriedo a una altitud de 394 metros sobre el nivel del mar. Es pequeño, consta de cuatro barrios, pero si de algo puede presumir Abionzo es de sus hijos, de él han salido grandes hombres que tuvieron que partir a otras tierras en busca de un mejor modo de vida, y llegaron a ser grandes personalidades, tanto ellos como sus descendientes, con historias verdaderamente apasionantes que iré desgranando en estos artículos. Si algo me ha llamado la atención de estas personas que se fueron lejos de su tierra es su amor por el terruño, ¿Cómo es posible que en un pueblo tan pequeño llegasen a formarse dos Fundaciones? buscando el bienestar y dotación de conocimientos para los vecinos, y fueran sufragados los gastos por aquellos que un día partieron para hacer las Américas.  Los carredanos siempre habían oído hablar de la Fundación de D. José Pérez de Arce, que otorga escritura para la creación de su Fundación en 1853 y se ejecuta el 6 de agosto de 1890, ante el notario D. Urbano de Agüero, y es D. Facundo Gómez quien se ocupó de dar cumplimiento a la voluntad del testador. Con el legado de D. José Pérez de Arce se construyó un edificio para dar clases a los niños y niñas, se arregló la iglesia del pueblo que estaba muy deteriorada y compró vasos sagrados, dispuso también se repartieran varios capitales para diferentes hospitales de la provincia, pero la obra tal vez más importante fue la construcción del Asilo de Bárcena, como dejó escrito textualmente “La creación de un hospicio o una casa hospitalaria en el valle de Carriedo, para mantenimiento de inútiles”

     Cuarenta años antes, otro vecino de Abionzo D. Antonio María Herrera, que también emigró a México e hizo una gran fortuna, tuvo la gran idea de fundar unas escuelas para niños y niñas que comienzan a funcionar tras la Fundación el 13 de junio de 1850, cuyos documentos de Institución y Actas de los exámenes anuales a los alumnos y alumnas del pueblo, firmadas y fechadas por las personas encargadas, han guardado muy celosamente los familiares del Fundador, familia Güemes,  y de ellas he podido sacar una información valiosísima para la historia de este pueblo del valle de Carriedo. A través de estas Actas podemos conocer curiosidades como que en el año 1853 asistían a la escuela 40 alumnos y dan fe de las mejores notas, incluyendo los nombres de los más destacados, nada menos que cinco personas con sus firmas y rúbricas, entre las que se encontraban la del párroco y la del patrón de la Fundación.

     Hay cláusulas muy curiosas en el testamento entre las que podemos encontrar: Que el maestro que ha de regentar esta escuela ha de ser buen cristiano, católico, de buena vida, opinión y costumbres. Según está prevenido por el Fundador, enseñará la doctrina cristiana, leer la letra antigua y moderna, escribir, contar con la posible perfección y dar lecciones de la gramática castellana. Pudiendo ser soltero o casado.

    Otra curiosidad tiene que ver con los horarios y fechas de clases: Que todos los días que no sean festivos o exceptuados por Reglamentos  o por Reales órdenes ha de tener escuela pública para todos los niños del pueblo, sin excepción de sexos, ni edades, y enseñarles seis horas en cada uno desde las ocho a doce de la mañana y de dos a cuatro por la tarde, desde principios de octubre hasta finales de abril, y de siete a once por la mañana y de cuatro a seis por la tarde desde primero de mayo hasta fin de septiembre, instruyéndolos en todo lo concerniente a su facultad, y especialmente en el Santo temor de Dios, respeto, y veneración a sus padres, sacerdotes, y ancianos, empezando, y concluyendo la escuela de cada día con algunas oraciones de su instituto.

     Leyendo estos testamentos y Fundaciones no puedo por menos que admirar la gran generosidad de estos hombres que revirtieron una parte muy importante de su fortuna para paliar las carencias de sus vecinos, tal vez porque nunca se olvidaron de sus raíces humildes y quisieron que estuviesen preparados culturalmente para enfrentarse a los problemas de la vida, tal vez en estas decisiones estuviese el deseo de que su nombre perdurara a través del tiempo por sus buenas obras, nunca lo sabremos, pero una cosa es cierta, que fueron muy generosos.

    

 

 


domingo, 9 de enero de 2022

 




CUANDO AHORRAR SE PREMIABA

     Recientemente buscando entre mis papeles encontré una curiosidad, ante mis ojos apareció una antigua cartilla de ahorro de la Caja de Ahorros de Santander. Cuando mi hermano y yo nacimos nos abrieron dos cuentas, una para cada uno, con su respectiva cartilla de ahorro y hucha, en ella guardábamos lo correspondiente a nuestra paga dominical y de la cual una parte había que ahorrar y aquí no había discusión posible, todos los regalos en efectivo que nos daban nuestros familiares y amigos de mis padres, las “limosnas” del día de la 1ª Comunión. Todo se iba guardando en la alcancía, creo que en los primeros años de mi infancia eran de color verde, más tarde negras. El dinero que allí se ahorraba, después era imposible rescatarlo, ya que la ranura compuesta por dos láminas metálicas no permitía su rescate, aunque tengo que confesar que con los años, ya siendo más mayores, mi hermano que era muy habilidoso encontró, aunque no con facilidad, el modo de sacar algunas monedas y es que los helados de fresa de la señora Rosa, eran un reto para él.

     Este dinero de las huchas cuando ya estaban llenas, se llevaba a la Caja de Ahorros y allí las posaban en una máquina que las abría en su base, cayendo libremente todos los billetes y monedas que posteriormente registraban en nuestras cartillas. En aquella época hasta pagaban intereses, te premiaban con un dos por ciento y por si esto fuese poco, el 31 de octubre día mundial del ahorro, hacían sorteos. Según el capital que tuvieses en la cuenta te daban unas papeletas con números, a mayor cantidad, más papeletas. Aún recuerdo el escaparate de la Caja de Ahorros en Sarón, parecía una tómbola, llena de juguetes de los más caros, aquellos con los que todos los niños soñábamos, pero nunca llegaban. Pensar que lo allí expuesto podía ser tuyo, merecía la pena el ahorro. Recuerdo que en El Cine Gran Casino de Sarón se hacía ese día una fiesta infantil donde acudíamos todos los niños de la zona, Cayón, Obregón, Penagos…, había juegos, y el tan esperado sorteo, a todos los allí presentes se nos iluminaba la mirada al contemplar objetos tan deseados, aunque bien es cierto que los premiados eran pocos, con respecto a todos los allí presentes. Nuestras caras de alegría daban paso a la decepción cuando el sorteo terminaba y no éramos agraciados, pero pronto lo olvidábamos con esa candidez que solo la infancia dona.  

     Como han cambiado las cosas en la banca, antes nos premiaban por ahorrar, nos daban una cartilla que era el documento donde controlábamos nuestro dinero, nos premiaban con intereses, regalos…, hoy por el contrario, nos cobran por las operaciones que hacemos en el banco, tenemos horarios limitados, somos trabajadores del banco, eso sí, sin sueldo, hacemos nuestras transacciones, da igual la edad que tengamos, y si estamos familiarizados o no con la informática, dejando tremendamente vulnerables a nuestros mayores. Las cartillas para nuestro autocontrol y certificación de nuestro dinero están desapareciendo, y todos calladitos y felices. Como añoro aquella Caja de Ahorros de Santander sin ánimo de lucro, que se originó en el año 1896 gracias a D. Modesto Tapia Caballero, industrial burgalés y que en su testamento, tras su fallecimiento dejó 45.000 pesetas destinadas para fines benéficos y que en 1896 el gobernador civil D. francisco Rivas Moreno decide dedicar 35.000 pesetas del legado de D. Modesto a la constitución del capital fundacional del Monte de Piedad y Caja de Ahorros. La reina regente, María Cristina de Habsburgo, madre de Alfonso XIII sanciona los estatutos de la nueva caja el 28 de abril de 1898 y el 3 de junio del mismo año se constituye oficialmente el Monte de Piedad de Alfonso XIII y Caja de Ahorros de Santander. A finales de 1902 se proyecta ampliar la sede de la entidad con la ayuda de un legado de 60.000 pesetas del primer marqués de Comillas, al que añadiría otra cantidad igual su hijo, el segundo marqués, quien recomendó que tuviera estilo montañés y se encargase la obra al afamado arquitecto catalán D. Luis Domenech, profesor de Gaudí.  Hoy es la Sede de la Obra Social de Caja Cantabria y lleva el nombre de “Modesto Tapia”. Después del incendio de Santander de 1941 se reconstruye la ciudad, y en la Plaza Velarde, conocida como la Plaza Porticada, se construye la Caja de Ahorros de Santander y en el año 1969 en la fachada principal se colocan dos figuras desnudas de un hombre y una mujer que significan el Ahorro y la Beneficencia.


domingo, 26 de diciembre de 2021

 






    EL CINE DE QUINTANA

     Recientemente recordaba con unos amigos una etapa de nuestra infancia y juventud, y hoy he decidido hablar sobre esa época, lejana en el tiempo, pero que parece que sucedió ayer.

     Recuerdo una anécdota de la que siempre me rio y suelo contar. En mi familia desde que éramos pequeñitos mi hermano y yo, nos enseñaron a ahorrar, siempre nos decían que teníamos que controlar nuestros gastos, para tener en el futuro una vida holgada.

     En nuestra infancia, en Santa María de Cayón había un Cine que cariñosamente conocíamos como el “Cine de Quintana”, se llamaba Cine Imperio, aún recuerdo el olor especial de esa sala. Al entrar estaba a la izquierda la taquilla en una especie de hall que atendía su hija Lolita, una señora muy agradable y simpática, siempre con sus labios pintados de rojo carmesí. La entrada costaba doce pesetas en butaca y seis en general. El hall y el vestíbulo estaban decorados con numerosas carteleras de películas del momento, con famosos actores de la época.  El yerno de Quintana era el encargado de reproducirlas. Su suegro, cuando entrábamos y nos cogía los tiques nos decía: Pasad que hoy hay un buen “torrendo”. Las cintas que más se pasaban en esa época eran de romanos, recuerdo que nos llevaban mis padres casi todos los jueves cuando mi progenitor venía de trabajar y después de cenar. También había películas de las hermanas gemelas Pili y Mili, de Gracita Morales, Conchita Velasco y Manolo Escobar, entre otros. Teniendo en cuenta que en aquella época no había televisión, la sala se llenaba e incluso había ocasiones que tenían que poner bancos suplementarios, pese a que el Cine era de grandes dimensiones.

     Otro recuerdo que con frecuencia viene a mi mente es el ruido de las motos al finalizar la película, en aquella época había muy pocos coches y todo el mundo se desplazaba con estos medios o en bicicleta.

     Esta sala estaba llena de butacas rojas y en la última fila se había decorado con unos cortinajes de terciopelo, dándole un toque de elegancia y distinción, la parte delantera se separaba por una especie de tabique bajo, que dividía la sección de butaca y general, y en esta última estábamos todos los niños, excepto cuando nos llevaban mis padres que íbamos a butaca. En general nos sentábamos en bancos de madera, a la izquierda los de La Abadilla, a la derecha los de Santa María, que en aquella época no nos llevábamos precisamente bien. Había una especie de rivalidad entre nosotros.

     Un recuerdo que siempre está también en mi mente, es en el exterior, una especie de caseta de madera que se abría para dar servicio a los clientes del cine, allí estaba la señora Rosa, la heladera de helados Trueba de Sarón, los más exquisitos que yo he saboreado nunca, ese sabor a fresa o a mantecado, nadie los ha superado, valían una peseta de una bola y cucurucho del malo, dos pesetas el de cucurucho de barquillo y tres pesetas el corte de helado. También tenía caramelos, cuatro caramelos de menta o frutas por una peseta, igualmente había opción a diez bolitas de frutas, tipo confite, o a un chupa chups o un caramelo en forma de pirulí recubierto con barquillo del malo.  Vendía galletas, unas concretamente le gustaban mucho a mi madre, ella las llamaba paciencias, y siempre cuando nos llevaban al Cine las compraba. No podían faltar las pipas Facundo y los chicles, también a una peseta, los cacahuetes eran más caros, no lo recuerdo, porque mi presupuesto no llegaba a ellos. Más tarde salieron los pitagol, unos caramelos con palo que pitaban, y menudos conciertos dábamos. Para los adultos creo que también había bebidas. Recuerdo los precios porque mi madre nos daba a mi hermano y a mí los domingos ocho pesetas, seis para ir al cine, como es lógico a general, una para gastar y estas eran las opciones que teníamos, y la otra peseta para ahorrarla y meterla en la hucha de la “Caja de Ahorros”, esto teníamos que hacerlo delante de ella, no podíamos escaquearnos.

      Una amiga mía que era muy espabilada, tenía una hermana demasiado buena, y la camelaba para que la diese las seis pesetas de ella, y como una generala se iba al cine a butaca y la hermana se quedaba en la calle, pero cuando salía le contaba la película.

    

    

     


domingo, 12 de diciembre de 2021

 






 FUNDACIÓN DE LAS ESCUELAS DE ABIONZO                      

     De todos es conocido que los carredanos tienen un gran amor por su tierra y así lo han demostrado en repetidas ocasiones. Si por algo se han caracterizado a lo largo de la historia los habitantes del valle de Carriedo, es por su generosidad cuando la vida les ha tratado bien, siempre en su recuerdo estaba su valle, su pueblo, sus familiares y vecinos. Muchos partieron fuera de su tierra para hacer fortuna que más tarde compartirían con los suyos y este es el caso que nos ocupa hoy. D. Antonio María Herrera vecino que fue de Abionzo, hijo legítimo de D. Antonio y Dña. María de Bárcena Campero que también fueron del mismo pueblo. Nombró como albaceas a D. José Pérez de Camino y D. Fernando García Campero, curas párrocos de los lugares de Vega y Saro y a su sobrino D. Manuel Fernández, y así lo atestiguan el 20 de mayo de 1851. Confía en su honradez y fidelidad y les instituye como herederos fideicomisarios con la obligación de distribuirlos en el modo y forma que aparezca en su testamento.

     Les encomienda una vez verificada su muerte hagan balance de sus bienes y quedan facultados para hacer inventario si fuese necesario, pero habrán de hacerlo por si mismos, sin intervención de autoridad alguna y queda prohibido su conocimiento y del remanente de sus bienes, derechos y acciones.  

     Dice en su testamento que quiere que con veinte y cinco mil y más en el Banco Nacional de Francia al premio del cinco por ciento a estos fondos se agregarán el haza de diez carros de labrantíos y la cabecera de prado, la del Pirujo de igual cabida, la primera en el sitio de Ruveotercillo, ambas en la Vega y el prado de Rosones de siete obreros, colindante con otro de D. Tomás Pérez y Bárcena y con D. León Mantecón. Con toda la renta de este capital quiere, se funde una escuela Pía de primera educación en el pueblo, para la enseñanza de los niños de ambos sexos. Procurando el sustento una imitación a la del colegio de los Escolapios y contando con auxilio del pueblo.

     Nombra con toda preferencia para primer preceptor de la misma a su sobrino D. Dámaso Pérez y Herrera y a su falta lo serán sus hijos si fueran idóneos, y de buena conducta moral, civil y buen ejemplo de costumbres públicas, que ha observado en Dámaso. No se le obligará a un examen rígido hasta no estar cuatro meses de fundada dicha escuela y colocado en ella, en la clase de su primer preceptor. Da total preferencia a los miembros de su familia que sean aptos e idóneos para ejercer este cargo y en caso de imposibilidad, a los de este pueblo, prohibiendo absolutamente, aunque puedan obtener este destino a todo empleado por el Gobierno Civil y Eclesiástico y a los hijos de estos. Igualmente prohíbe que de otros pueblos puedan ocupar el puesto de preceptor.

     Encarga muy estrechamente se fijen para elegir maestros, no en el mucho saber sino en que enseñe a los niños de palabras y ejemplo cuanto deban saber, y “entender respecto de nuestra Religión Católica Apostólica y Romana” en cuanto lo permitan sus edades y excepto a todo el que posea vicios de bebedor, borracho, vierta palabras obscenas y otras faltas que exigen corrección y son contra las buenas costumbres de que por ninguna manera obtenga dicho magisterio, virtudes morales con un mediano saber.

     En caso de no llevarse a cabo esta fundación, las rentas destinadas al preceptor serán repartidas todos los años entre sus parientes que existan y por iguales partes, si fueren necesitados, no siéndolo no, que deja a la calificación imparcial del patrono y vice que será permanecer en la descendencia de su sobrino Manuel y a su absoluta falta quiere que recaiga en el señor cura y concejo de quien espera llevarán a su permanencia el objeto de su súplica. Si sucediese que solo quedasen uno, dos o tres parientes, estos lograrán la citada renta, pero quedando una o dos solas personas solo disfrutarán de la mitad y la otra mitad se repartirá entre los más pobres de este pueblo.

     Queda absolutamente prohibido mover el capital impuesto y destinado a esta fundación. Deberá seguir en el Banco de Francia donde hoy está.


domingo, 28 de noviembre de 2021

 





 EL SUEÑO REPARADOR DE LOS PASIEGOS

       Recientemente buscando entre mis archivos que contienen documentación sobre los Valles Pasiegos, me topé con una curiosidad, donde se explicaba que allá por el año 1890 se creía que una conciencia tranquila, hacer buenas obras o perdonar al enemigo, era un buen procedimiento para descansar y dormir bien.

      Pensaban que el trabajo duro al que estaban expuestos los aserradores, canteros, maquinistas, herradores y todas aquellas personas que tienen trabajo fuerte o están demasiado tiempo de pie, pueden estar expuestas a enfermedades adinámicas o debilidad muscular patológica. Por el contrario, se tildaba al holgazán como perezoso y recordaban que la religión cristiana califica la pereza como un vicio capital que genera otros pecados. Y esta holganza embrutecerá al individuo haciéndole perturbar la inteligencia.

     Según su modo de pensar, creían que el trabajo debía estar en consonancia con la constitución física de cada individuo. El alimento sería esencial para el desgaste del cuerpo y aconsejaban: legumbres, verduras, carnes, pescados, pan, vino, leche, entre otros, pero sin duda, entre las recomendaciones destacaba un buen descanso. Un sueño reparador implicaría la desconexión de los actos cotidianos. El sueño no debía de ser ni muy largo ni muy corto. Lo aconsejable eran ocho horas, de este modo, el día se dividiría en tres partes, ocho horas para trabajar, ocho para descansar y otras ocho para dedicarlas a tareas recreativas. Más de ocho horas en la cama estaría mal visto, pues se les consideraba perezosos, faltos de ambición y apáticos con respecto a la fortuna y la felicidad.

     Las alcobas deberían de tener ventanas y estar bien ventiladas, no tener plantas en macetas, pues durante la noche consumen oxígeno y expulsan dióxido de carbono, por el contrario, durante el día generan oxígeno. Tampoco se aconsejaba tener en los cuartos lámparas, lamparillas, bujías o candiles ya que viciarían el aire y producen como las plantas anhidrido carbónico. 

     En estos archivos encontrados, se dice que allá por el año 1890 en nuestros Valles Pasiegos consideraban que era malo soñar mucho o tener ensueños porque el cuerpo no se relajaba.

     También creían que era malo acostarse después de comer o cenar porque la digestión se hace lentamente y se generan gases en los intestinos y el estómago y puede darle incluso una apoplejía o derramen cerebral. Aconsejaban no dormir con fajas o ropa muy ceñida ya que dificultaría la circulación de la sangre y podría llegar a ser mortal.

     Dormir le da al cuerpo y al cerebro tiempo para recuperar el estrés del día. El ser humano no puede vivir sin desconectar. Hay un refrán que ratifica estas palabras “Vamos a consultar con la almohada”

      Según los especialistas entre los beneficios de dormir bien se encuentran los siguientes: Se incrementa la creatividad, ayuda a perder peso, hace estar más sano, mejora la memoria, protege el corazón, reduce la depresión.

     Se dice que tu sueño condiciona tu vida. Hay estudios que nos indican que pasamos un tercio de nuestra vida durmiendo, así cuando tenemos sesenta años, habremos pasado durmiendo 20.

     El sueño mantiene nuestra mente y cuerpo sanos.