domingo, 23 de mayo de 2021

 






        LOS “HAIGAS” EN VALLES PASIEGOS

     Siempre se ha dicho que la etapa más bonita de la vida es la infancia. Yo creo que cada edad tiene su encanto. Aunque bien es cierto, que mi mente con frecuencia recuerda los buenos momentos vividos en ella. Recientemente recordaba uno de tantos días en casa de mis abuelos en Villacarriedo, cuando era pequeñita, en este aspecto fui privilegiada, pues al tener ellos un comercio, me permitió conocer a todos los vecinos de este pueblo y a la mayoría del valle de Carriedo. Por la tienda pasaban todo tipo de personas, madres que hablaban de lo bien que les iba a sus hijos en México, y orgullosas contaban en que trabajaban y esperaban ansiosas sus cartas o el momento de volver a verlos y abrazarlos, otras hablaban del campo, que una vaca se les había enfermado y estaban esperando al veterinario. Yo, jugaba y observaba todas aquellas escenas.

     Reconozco que mi abuelo tenía gran visión comercial, pocas tiendas en aquellos tiempos gozaban de exquisiteces o delicatessen como la que él tenía, pero claro, contaba con clientela para estos productos.

     Recuerdo a los antiguos dueños del Palacio de Soñanes, doña María Luisa y don Gonzalo. La antigua señora del palacio, era una dama que siempre me cautivó por su elegancia y sencillez innata. Esbelta, con el pelo blanco recogido en un moño, de delicados movimientos y con una sonrisa que pareciese formar parte de su figura. Siempre amable, solía acudir al supermercado para hacer los pedidos que posteriormente le llevaban mis tíos. Con frecuencia yo iba con ellos al palacio y allí los dejaban en la gran cocina. Recuerdo ver ese espectacular monumento que al observarlo en el exterior te deja sin palabras por su belleza absorbente, pero sin duda alguna, lo que me cautivó fue la preciosa escalera, nunca había visto algo igual, parecía sacada de los cuentos de hadas que yo leía en aquellos tiempos.

     Un día doña María Luisa acudió al comercio e hizo un gran pedido, con abundantes delicatessen, pues en fechas cercanas se daría una fiesta en palacio. Recuerdo esos momentos en Soñanes, en aquella época eran muy pocos los coches que circulaban, pero Carriedo en esas jornadas se llenaba de vehículos muy lujosos. A mí me gustaba sentarme en un banco de piedra situado en el exterior de la tienda donde solía estar el anciano padre del cura del pueblo, un señor muy agradable que me daba caramelos. Cuando los vehículos subían en dirección al palacio, los vecinos miraban con curiosidad los automóviles desfilar, uno tras otro. Y algunos de los curiosos decían: “Menudos haigas que suben, esos no valen cuatro perras”. Mi curiosidad de niña comenzó con los por qué. ¿Por qué se llama haiga, si es un coche? El padre del cura con toda la paciencia del mundo me respondió: -Mira, una vez se fue el hijo de un pasiego a hacer fortuna a las Américas, y cuando iba a volver le dijo al padre que quería traer un coche, y éste le respondió: -Pues trae el mejor que haiga, para que los vecinos vean lo bien que te ha ido, compra el más grande, vistoso, elegante y caro, vamos, el mejor que haiga. Y por eso a los coches caros y lujosos también se les conoce como haigas en los Valles Pasiegos.


domingo, 2 de mayo de 2021

 





GENERAL RICARDO VICUÑA DIEGO. Artículo más técnico como profesional militar.


     Hoy quiero recordar a otro ilustre carredano, Ricardo Vicuña Diego. Su familia muy amablemente me ha cedido un trabajo de investigación del señor Luis Novoa que me ha servido de base para entretejer este escrito.

     Ricardo Vicuña Diego nace en Selaya el 2 de septiembre de 1842. Hijo del capitán de Infantería León Vicuña Sanz y de su esposa Cayetana Diego Fernández. Siguiendo la tradición paterna ingresa a los 13 años como soldado voluntario en el Batallón de Cazadores de Ciudad Rodrigo, con sede en Olot (Girona).

     Su carrera comienza siendo muy prometedora ya que al año siguiente asciende a cabo 2º, a los cinco meses sin haber cumplido aún los catorce años, sale de operaciones a las órdenes del comandante de su Batallón, siendo ascendido por esta acción a Sargento 2º.

     En septiembre de 1857 ingresa como Cadete de Cuerpo y comienza su carrera militar. Después de prestar servicio en varias provincias es ascendido en 1860 a Alférez al terminar sus estudios satisfactoriamente contando con 18 años.

     Sufre dolores reumáticos que le llevan a coger varias bajas consecutivas.

     Con veintidós años se casa con Antonia Armendáriz Ladaba, natural de Tafalla. No tendrán descendencia.

     Su carrera sigue en ascenso vertiginoso, Nunca olvida a su pueblo natal y varias son las visitas que hace a Selaya para estar con su familia.

     Los ascensos siguen llegando, Teniente de Infantería, Capitán de Infantería…

     El 18 de septiembre de 1868 los generales Prim y Serrano se sublevan en Cádiz, pues en esa época la impopularidad de la reina Isabel II era muy grande debido a la crisis económica y otros factores. La reina se ve obligada a huir a Francia y se establece un gobierno provisional presidido por Serrano, siendo el general Prim ministro de guerra. Se convocan elecciones para enero de 1869 que dan paso a la considerada como la primera Constitución democrática del Reino de España, anticipándose varias décadas a otros países europeos en cuanto a los logros políticos y sociales alcanzados.

     La carrera de Ricardo Vicuña continua, y sus ascensos y premios siguen llegando. Por su buen comportamiento es premiado con la Cruz Roja de Primera Clase del Mérito Militar. Varias veces es herido y tras sus tratamientos en los Hospitales Militares siempre regresa a Selaya para su total recuperación.

     Amadeo de Saboya es nombrado nuevo rey en 1871, pero el italiano no es querido en España y sufre un gran rechazo, abdicando en 1873 y regresa a Italia.  El 11 de febrero Las Cortes proclaman la I República.

     En 1874 se le concede una nueva medalla conmemorativa del sitio de Bilbao. Este mismo año se produce un golpe militar y Las Cortes republicanas fueron disueltas y se estableció un gobierno presidido por el general Serrano. Suspendiendo La Constitución y los derechos y libertades.

     En diciembre de 1874 tras un golpe militar el hijo de Isabel II, Alfonso XII es proclamado como nuevo rey.

     Por méritos en la guerra contra los Carlistas se le conceden las medallas de la Cruz Roja 2º Clase del Mérito Militar y la medalla de la Guerra Civil y la de Alfonso XII con los pasadores de Pamplona, Treviño, Elorrieta y Orio. Mas tarde se declara “Benemérito de la Patria” otra medalla en su poder es la Cruz Blanca de 2º Clase, por el matrimonio del rey con M.ª Cristina en 1878.

     En 1879 se le otorga la Cruz Sencilla de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo con antigüedad de junio de 1875. En septiembre de 1880 es nombrado jefe de Detall (Oficina militar). En 1882 es designado Ayudante de Campo del Capitán General de las provincias Vascongadas. En marzo de 1887 recibe la placa de la Orden de San Hermenegildo con antigüedad de diciembre de 1886. En 1887 es destinado a Santoña. En 1889 se le nombra coronel, a punto de cumplir 47 años.

     Un accidente ferroviario se produce cerca de Burgos en 1891 y es felicitado oficialmente por su actuación. En 1894 se le nombra jefe del Regimiento de Infantería de Saboya nº6 de guarnición en el Puerto de Santa María en Cádiz. En 1895 se traslada a Cuba junto a su regimiento para luchar en la guerra.

     Tras varias batallas Ricardo Vicuña cae enfermo, pero un nuevo ascenso está en camino, esta vez será el de General de Brigada “por méritos contraídos en la campaña de Cuba”. Tras 40 años de servicio al Ejército Español y a sus 53 años. Pero le duró menos de un mes, ya que murió de “vómito negro” (fiebre amarilla) y así, este carredano de excelentes condiciones militares fue enterrado en el cementerio del municipio de Corral Falso en Cuba. Como anécdota diré que de los doce generales que murieron en Cuba, dos lo hicieron en combate y diez por enfermedad.

    


 





                 GENERAL RICARDO VICUÑA DIEGO 

      Hoy quiero recordar a otro ilustre carredano, Ricardo Vicuña Diego. Su familia muy amablemente me ha cedido un trabajo de investigación del señor Luis Novoa que me ha servido de base para entretejer este escrito.

     El padre de Ricardo se llamaba León Vicuña Sanz y era natural de Navarra. Llegó a nuestra tierra con las guerras Carlistas, pues era capitán de infantería. Conoció a Cayetana Diego Fernández, una hermosa carredana del barrio de Bustantegua en el pueblo de Selaya y quedó prendado de la joven, tanto, que se casaría con ella. Ambos tuvieron varios hijos, entre los que se encontraba Ricardo, que nació el 2 de septiembre de 1842 en el pueblo de Selaya. Todos los vástagos de León y Cayetana hicieron la carrera militar al igual que su padre, excepto uno de ellos que tenía problemas de oído.

     Ricardo ingresó a la temprana edad de 13 años como soldado voluntario en el Batallón de Cazadores de Ciudad Rodrigo, con sede en Olot (Girona). Tuvo una brillante carrera militar, obteniendo desde su llegada al ejército numerosos premios, medallas, ascensos y condecoraciones. Varias veces fue herido en combate, y siempre, después de los primeros cuidados en los Hospitales Militares regresó a su muy querido pueblo de Selaya, para su total recuperación, al cuidado de su familia. Desde muy joven sufrió dolores reumáticos que le llevaron a coger varias bajas consecutivas.

     A los veintidós años se casa con el amor de su vida, Antonia Armendáriz Ladaba, natural de Tafalla, pero no tendrán descendencia.

     Su carrera sigue un ascenso vertiginoso donde se suceden todo tipo de premios, medallas y ascensos, entre ellos la placa de la Orden de San Hermenegildo. Numerosos son los cambios de destino por diferentes provincias españolas, pero sin duda uno de los que más feliz le hizo fue el traslado a la villa de Santoña, pues esto le permitiría estar más cerca de su pueblo natal y de su familia. Disfrutó junto a su esposa momentos muy agradables en el Balneario de Puente Viesgo.

     Varios acontecimientos importantes se vivieron a lo largo de su carrera militar. El 18 de septiembre de 1868 los generales Prim y Serrano se sublevan en Cádiz, pues en esa época la impopularidad de la reina Isabel II era muy grande debido a la crisis económica y otros factores. La reina se ve obligada a huir a Francia y se establece un gobierno provisional presidido por Serrano, siendo el general Prim ministro de guerra. Se convocan elecciones para enero de 1869 que dan paso a la considerada por muchos como la primera Constitución democrática del Reino de España, anticipándose varias décadas a otros países europeos en cuanto a los logros políticos y sociales alcanzados.

     Amadeo de Saboya es nombrado nuevo rey en 1871, pero el italiano no es querido en España y sufre un gran rechazo, abdicando en 1873 y regresa a Italia.  El 11 de febrero Las Cortes proclaman la I República.

         En 1874 se le concede a Ricardo una nueva medalla conmemorativa del sitio de Bilbao. Este mismo año se produce un golpe militar y Las Cortes republicanas fueron disueltas y se estableció un gobierno presidido por el general Serrano. Suspendiendo La Constitución y los derechos y libertades.

         En diciembre de 1874 tras un golpe militar el hijo de Isabel II, Alfonso XII es proclamado como nuevo rey.

         Cuando Ricardo Vicuña era coronel, un accidente ferroviario se produce cerca de Burgos en 1891 y es felicitado oficialmente por su actuación. En 1894 se le nombra jefe del Regimiento de Infantería de Saboya nº6 de guarnición en el Puerto de Santa María en Cádiz. En 1895 se traslada a Cuba junto a su regimiento para luchar en la guerra.

        Tras varias batallas cae enfermo, pero un nuevo ascenso está en camino, esta vez será el de General de Brigada “por méritos contraídos en la campaña de Cuba”. Tras 40 años de servicio al Ejército Español y a sus 53 años. Pero le duró menos de un mes, ya que murió de “vómito negro” (fiebre amarilla) y así, este carredano de excelentes condiciones militares fue enterrado en el cementerio del municipio de Corral Falso en Cuba. Como anécdota diré que de los doce generales que murieron en Cuba, dos lo hicieron en combate y diez por enfermedad.

 

 

    

 

   


domingo, 28 de marzo de 2021

 





                 ANTONIO FERNÁNDEZ-ALONSO Y DIEGO

     Muchos fueron los cántabros que se fueron a otras tierras en busca de fortuna. Entre ellos Antonio Fernández-Alonso y Diego, carredano de nacimiento que concretamente nació en Selaya en el año 1823.

     Partió a Úbeda en la provincia andaluza de Jaén. Allí le fueron muy bien las cosas, adquirió numerosas fincas y consiguió ahorrar una nada despreciable fortuna en aquellos tiempos. Este carredano viajaba con frecuencia a su pueblo natal, siempre que sus obligaciones se lo permitían. Como anécdota contaré que en el último viaje a su tierra, siendo ya mayor, al bajarse del tren en Guarnizo se cayó y ya nunca más pudo volver a caminar.

     Antonio Fernández-Alonso y Diego era soltero, y sin duda la idea de morir sin descendientes directos le hizo meditar mucho lo que haría con su fortuna. Como buen carredano quiso que ésta revirtiera para bien de sus vecinos. Y tal vez, con estos pensamientos llegó a la conclusión de que una Fundación sería la solución. Y así antes de morir en el año 1908 a la edad de 85 años y ser enterrado en su muy querido pueblo de Selaya, hizo testamento.

     Tenemos conocimiento que lo otorga en la localidad de Málaga el 10 de junio de 1878 y dispone que las tres cuartas partes de sus bienes se empleen en títulos y con sus rentas sostener a perpetuidad unas escuelas gratuitas, para varones y hembras, en la villa de Selaya, enseñar a los varones las asignaturas necesarias para la carrera de comercio y a las hembras los conocimientos elementales, superiores e indispensables a la mujer. El maestro recibirá de la fundación la cantidad de 1250 pesetas anuales, mientras que la maestra 1000 pesetas. Resultando que por testamento ológrafo del mismo señor en la notaría de D. Celestino Menéndez Villamil, residente en Villacarriedo y otorgado en 28 de agosto de 1901 confirma la fundación Antonio Fernández-Alonso y Diego. Está dotada con capital suficiente para el sostenimiento teniendo carácter de perpetuidad.

     Según escritura fundacional los patronos han de ser dos, que determina entre sus sobrinos el fundador. Se han de elegir siempre entre sus familiares sin que intervengan el estado, provincia o municipio. Se asignaba la cantidad de 125 pesetas anuales a los patronos para viajes y que pudiesen reunirse, ya que vivían en diferentes lugares. En concepto de gastos de administración la cantidad de 250 pesetas. Todos los gastos eran inalterables.

     También dejó a varios familiares el usufructo de varias tierras y casas en Selaya y Úbeda. Con el tiempo todos estos bienes se vendieron para capital fundacional que debía de estar en láminas intransferibles en el Banco de España en Madrid, esta fue la voluntad del fundador. El capital fundacional era de 193.500 pesetas y esto producía un líquido anual de 2.981 pesetas, pero el fundador no prevé el avance de la vida y con ello la pérdida de capacidad adquisitiva de la moneda.

       Al pasar los años fueron establecidas dos escuelas nacionales en Selaya, una de niños y otra de niñas, con lo cual la enseñanza a cargo de la Fundación quedó suficientemente atendida, incluso con el mismo profesorado.

     Al no tener capital suficiente, se solicita modificar la Fundación y con las rentas de la misma, se dota una Congregación de Religiosas obligada a dar instrucción complementaria y secundaria gratuita a las jóvenes de esta villa, se autoriza el 11 de febrero de 1950, y el 1 de septiembre de 1955 se reúnen la Reverenda Madre Superiora General de las Hijas de los Dolores de María Inmaculada y el secretario de la junta provincial de Beneficencia en representación del Patronato, se comprometen a que la mencionada orden cumpla todas y cada una de las condiciones exigidas y el Patronato hará entrega a la  congregación del 75% de las rentas fundacionales y de la casa fundacional para colegio.

 

 


domingo, 7 de marzo de 2021

 






LOS CARREDANOS NUNCA OLVIDAN SU TIERRA   

 

     Recientemente hablaba del impresionante convento de la Purísima Concepción de la Canal de Villafufre, en el Valle de Carriedo, mandado construir por D. Domingo Herrera de la Concha y su primera esposa doña Catalina González Lossada que se inauguró el 29 de junio de 1665 y fue construido en un solar de su propiedad, a partir de un proyecto del maestro de cantería de Galizano, Francisco de la Riva Velasco (1653). Este edificio de arte barroco se encuentra junto al palacio de los señores que lo mandaron erigir y se comunicaba interiormente con dicho monasterio, ya que conducía directamente a la iglesia donde escuchaban misa. La iglesia se divide en tres zonas, por un lado, un habitáculo cerrado con unas verjas a la altura del coro, en el lado izquierdo del altar mayor desde el cual los señores escuchaban misa. Por otro, donde el pueblo llano podía asistir a las ceremonias y en tercer lugar el coro cerrado por unas gruesas verjas, lugar donde las monjas concepcionistas franciscanas hacían sus rezos. Tengo que reconocer que este coro me impresionó mucho, pues nunca imaginé que pudiese esconder una sillería tan imponente. Al contemplarla pude compararla con las que había observado en las catedrales. Era algo sobrecogedor. En este espacio coral se reunían las religiosas. Mi imaginación se trasladó a otras épocas y me dio la sensación de estar escuchando los salmos rezados y cantados, las lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento u oraciones como el Pater Noster o el Ave María.

     Este convento cuenta con un tesoro en cuanto a esculturas funerarias, ya que son contadas las existentes en Cantabria. Frente al altar mayor de la iglesia, uno a cada lado, yacen ambos cónyuges, y sobre ellos se conservan en perfecto estado unas estatuas orantes realizadas por el escultor Gabriel de Rubalcaba hacia 1671. En el caso de la señora es única en su género porque lleva un abanico.

     Este caballero del valle de Carriedo, como tantos carredanos demostró su valía y su buen ojo para los negocios y para escalar puestos en la nobleza española de la época, ya que comenzó sus andaduras en la Corte como un simple criado y fue ascendiendo hasta que tuvo suficientes caudales para tratar negocios en las Indias. En sus comienzos también fue despensero del conde duque de Olivares y vendía vino caro, perdices y perniles, este comercio también era atendido por su primera esposa. Cuando la consorte del conde duque doña Inés de Zúñiga y Velasco fallece en 1647 le deja en herencia una paga que cubriría sus gastos de por vida. Esto era una paga vitalicia de 116 maravedís diarios. Pero como buen carredano supo moverse en la Corte y gozó de la confianza del rey Felipe IV de quien era ujier de cámara (Criado del rey que asistía en la antecámara para cuidar la puerta y de que sólo entraran las personas que debían entrar por sus oficios o motivos) y así se fraguó una gran fortuna además de títulos nobiliarios. Fue uno de los hombres de negocios más importantes de aquella época. Entre los que podemos destacar asentista (administrador de las municiones del ejército), banquero y administrador de bienes particulares, entre otros. Su casa era un claro ejemplo del gran lujo y opulencia en que vivía. Falleció el 14 de enero de 1672 a las seis de la mañana en Madrid dejando escrito en su testamento su deseo de ser enterrado en la iglesia de San Nicolás y amortajado con el hábito de San Francisco. Dispuso que a la mayor brevedad posible se le trasladase al convento de La Canal de Carriedo.

      En su testamento lega entre otros, a Nuestra Señora de Valvanuz del lugar de Selaya 50 ducados, a Nuestra Señora del Soto del Valle de Toranzo, 20, a la ermita de la Magdalena de Bustillo 30. Hasta su muerte tuvo presente a la tierra que le vio nacer.

      


domingo, 7 de febrero de 2021

 





Visitando monasterio barroco en el valle de Carriedo

 

     Recientemente viajaba desde Llerana de Saro a mi pueblo cayonés. En el valle de Carriedo había una gran nevada. Al llegar a Saro pude observar a lo lejos que sobresalía de entre la nieve una gran edificación, la observé por unos momentos, nunca me había percatado de la gran belleza y majestuosidad que desprendía aquel edificio visto desde ese lugar. Y sin embargo, muchas veces lo he visitado. La primera vez que estuve en el convento de La Canal de Villafufre era muy pequeñita, fui con mis padres a dicho monasterio que estaba habitado por monjas concepcionistas, para comprar planta para sembrar la huerta familiar y que ellas cultivaban y vendían a través de un torno. Si bien es cierto que este fue mi primer contacto con el convento, he de decir que sentía un gran cariño por las religiosas que allí vivían, aunque no las conocía, mucho menos al tratarse de monjas de clausura, pero se da el caso que yo tenía un regalo de ellas. Mi tío, responsable de abastecer su despensa mediante los encargos que se hacían al comercio de mi familia, les contó muy orgulloso que había tenido dos sobrinos mellizos, un niño y una niña, a la siguiente visita ellas le habían hecho dos hermosos escapularios de tela, uno celeste con unas florecitas y otro igual en color rosa para mi hermano y para mí. Aún los conservo. Y de este hermoso detalle nacía ese cariño hacia aquellas monjitas. Ellas se dedicaban como he dicho anteriormente al cultivo de su huerta, también tenían ganado y cosían todos aquellos encargos que las hacían y de este modo sobrevivían, aunque más tarde he conocido su historia y sé que su precariedad en muchos momentos fue muy grande, en gran medida en los tiempos difíciles subsistieron gracias a la generosidad de sus vecinos. 

     Posteriormente he visitado este convento para reunirme con amigos que están ligados a él. Allí hemos pasado tardes muy agradables de convivencia y amistad. Y he podido conocer el interior de este colosal monumento que desde hace años ya no está habitado por las hermanas concepcionistas franciscanas. Me han contado su historia y he admirado como una niña curiosa la gran belleza y paz de este lugar, me he imaginado cómo sería la vida entre esos gruesos muros de piedra, cómo un puñado de mujeres podían sobrevivir con tanta pobreza.

     Como anécdota contaré que me impresionó en el coro, en el oratorio donde las monjas se reunían para rezar, la marca de un pie labrada en el suelo, en las viejas y gruesas tablas de roble y que a fuerza del desgaste por tanto orar de pie, día tras día, quedó allí grabada la forma de la suela del calzado.

     A la llegada a este magnífico convento te recibe una portalada que tiene un gran escudo timbrado por yelmo, con dos estrellas de ocho puntas a los lados, y con las armas de su fundador y benefactor D. Domingo Herrera de la Concha y Miera, señor de Villasana, alcaide perpetuo del castillo y casas reales de Santander. Al servicio del Conde-Duque de Olivares. Ujier de Cámara de Felipe IV. Procurador general de Armadas y guerra de las cuatro villas de la costa y superintendente de fábricas, montes y plantíos en 1668. Además, fue un gran comerciante, gozó de gran prestigio en aquellos tiempos, teniendo negocios de gran éxito que aportaron grandes beneficios a sus arcas. Hijo de don Pedro Herrera de la Concha. Padre del I Conde de Noblejas. Que había nacido en el pueblo de Vega de Villafufre.

     Pasando un gran portal nos encontramos con un impresionante claustro de planta cuadrada y sustentado en arcos de medio punto. Y ahí se encuentra una preciosa iglesia en cuyo altar podemos observar a la virgen Inmaculada. Hay dos esculturas bajo las cuales yacen dicho caballero y su primera esposa Dña. Catalina González Lossada que se cree que era natural de Selaya.

    


miércoles, 9 de diciembre de 2020

 







UN CALERO EN VALLES PASIEGOS.   EL CALERO DE LLERANA.

      Otro oficio desaparecido es el calero. Estos tuvieron gran auge en la Edad Media, y desaparecieron a mediados del siglo XX. Este arte requería de gran trabajo y esfuerzo. Hoy quiero hablar de José Pérez Ortiz. Un hombre sin duda, muy emprendedor y trabajador. Construyó un horno en Llerana de Saro, si bien es cierto, que no fue por motivos comerciales para vender la cal, para encalar viviendas, establos, desinfectar, preparar argamasa, más bien, para su propio uso, ya que servía para echar cal a una finca que estaba haciendo y así conseguir el mejoramiento del suelo y las plantas, convirtiendo el monte en una pradera. Y en la Regata, de su propiedad, en un torco o silo, excavó un hoyo de ocho o diez metros de profundidad e hizo el horno para cocer las piedras calizas que sacaba de la cantera de Pedreo, en Esles de Cayón.   Primeramente, extraían la piedra, para ello utilizaban el “garrayo” (nombre utilizado en la jerga de los caleros) que es una especie de pico con una sola punta y mango de madera. También servía para trocearla. Otro útil de trabajo era la “almádana”, mazo o martillo, se usa para partir las piedras. Seguidamente, llevaban estas, hasta el horno, clasificándolas por tamaños. Almacenaban leña, preferiblemente de roble, así como ramas, helechos, raíces, escajos, todo lo que sirviese de combustible, pues se necesitaba gran cantidad para conseguir una temperatura de mil grados centígrados. Una vez que estaban los materiales necesarios en el lugar previsto, se procedía a llenar el horno, este era de forma cilíndrica y tenía una entrada o “boca” a nivel del suelo, formada por cuatro piedras. La superior se llamaba “caminal”, la de la base “solera”. Una rampa por la parte exterior facilitaba el acceso a la boca. Se llamaba “servidor” y desde este, Pepe alimentaba y controlaba el fuego.   La parte inferior del horno se llamaba “calderuela” y tenía un poyete o repisa sobre el que se apoyaba la bóveda que se formaba piedra a piedra y que el calero debía ajustar entre sí. Este trabajo de colocar las piedras en el horno se llamaba “hornar” o “armar el horno”. En la “calderuela” se colocaba leña formando la “chamá” que servía al calero como andamio a medida que iba subiendo la bóveda de piedra. Estas debían asentar bien y dejar aberturas para que pasara el calor. Se colocaban en fila formando una circunferencia, una fila sobre otra. La piedra caliza no es blanca, se vuelve de este color después de la cocción. La calcinación duraba tres días y tres noches. En las primeras horas las piedras desprendían la humedad de su interior soltando una gran humareda. El fuego salía por la parte superior lo que indicaba que la cocción estaba en marcha y cuando salía azulado ya estaba listo. Otros caleros, sí vendían la cal, transportándola en serones o bolsas de esparto que ponían en las caballerías y por los pueblos gritaban “El calerooo, cal buenaaa”.