domingo, 4 de octubre de 2020

 









EL DEPORTE POR EXCELENCIA DE CANTABRIA

      El bolo palma es una modalidad de los bolos en Cantabria, también se le conoce como bolos a emboque o birle. Se le denomina bolo montañés y es el juego por excelencia en nuestra comunidad. Raro es el pueblo que no tenga una bolera. Desde antiguo este juego ha sido una reunión, distracción y competición entre vecinos y amigos. Como muy bien dice la canción “Es el juego de los bolos una fiesta entre mis gentes”. También existe la variante del Bolo Pasiego utilizado en las villas pasiegas.

     Recuerdo desde pequeña la bolera de mi barrio, donde jugué a diario con mis amigos, y ya en mi juventud fui socia de ella cuando corría a cargo de Felipe Valle, enamorado de este deporte. Era la bolera de San Antonio en La Abadilla de Cayón, construida en el año 1927 por los mozos del barrio y el entonces alcalde y también vecino Dámaso Gutiérrez San Román, de cuya junta directiva fue presidente muchos años.

     Estas boleras por lo general estaban rodeadas de árboles, en la mayoría de las ocasiones fresnos. Son rectangulares y llanas, se aconseja su construcción máxima de 34 por 8 metros y se compone de tres partes: Tiro, caja y birle y se divide en cuatro: Zona de tiro, Fleje, emboque y raya al medio.

     La emigración cántabra llevó consigo este deporte allá a donde fue y así podemos encontrarlo en Barcelona, Cádiz, Madrid, Vizcaya, entre muchos lugares nacionales, pero también en el extranjero como en México, Argentina, Venezuela, Chile…

      En el arte de hacer los bolos encontramos uno de los oficios tradicionales de Cantabria. Preguntándole a mi amigo Nelo, el artesano de la madera, he podido conocer los pormenores de esta fabricación. Los bolos se hacen principalmente con madera de abedul, es la más deseada, pero también se pueden hacer con avellano e incluso con chopo. Se corta en invierno, en menguante, los mejores meses son los de diciembre y enero. La madera se troceará en tochos a la medida requerida, después de pasarlo por la sierra, en basto tiene que estar un año secando. En la base se le hace una ranura y se mete una argolla metálica, posteriormente se lija para dejarlo fino. Los bolos miden 45 centímetros de altura y 5 de diámetro, pesan entre 550 y 630 gramos. En el juego se utilizan 9 bolos y uno más pequeño llamado emboque. Además de éstos se necesitan las bolas que son esféricas de madera de encina de entre 12 a 18 centímetros, su peso oscila entre 1,5 y 2,3 Kilos. Al gusto del jugador. Para hacer esta bola se saca un taco dejando el corazón, ya que esta zona no valdría. Se tiene secando dos años. Algunas veces las bolas se abren por el viento sur, pero dándoles ajo suelen cerrarse las grietas. Antiguamente se les metía incluso en orines.

     Hay jugadores que quieren menos peso en las bolas y en estos casos por un agujero en el centro se vacía al gusto, otros por el contrario lo prefieren mayor y se les mete plomo que previamente se calienta y una vez líquido se introduce por el hueco y se sella con un trozo de la misma madera. De este modo se equilibra el peso al gusto del jugador.   

     

    


domingo, 20 de septiembre de 2020













TRAJES TÍPICOS MONTAÑESES

     Cantabria es una región rica en estos trajes, pues son varios y diferentes los modelos y colores, según la zona, el clima y los trabajos que se desarrollan. Por lo general datan del siglo XIX. Aún recuerdo la primera vez que vi una exposición de los distintos trajes regionales. Estaba formada por parejas de cada zona. Allí se encontraban representadas todas las comarcas; Pasiega, Lebaniega, Campurriana, Trasmerana, Cabuérniga, Tresvisana, Tudanca y Pescadora y Pescador de gala. Todos eran a cuál más llamativos e interesantes, pero sin duda alguna los más exagerados y adornados eran los de los pasiegos. Siempre se ha dicho que les gusta hacer gala de sus posesiones y que mejor manera de demostrar su riqueza que engalanándose con grandes collares, joyas e incluso monedas.
     Las pasiegas en su gran mayoría se dedicaban al oficio de amas de cría y llevaron estos trajes para su crianza, eran de gran vistosidad y ellas los lucían con gran porte y elegancia y así se convirtió en el uniforme de ama de cría. Las familias en donde criaban llegaron a competir por la riqueza y el lujo de los trajes de sus nodrizas. Todas querían que las suyas fuesen las mejores. Que luciesen las telas más exclusivas, las cadenas, collares, corales y “arracadas” (pendientes para las orejas que cuentan con un adorno colgante) más singulares.
     Fruto de esta competición entre las familias pudientes donde las pasiegas estaban a su servicio vino la adulteración de sus trajes, ya que comenzaron a añadirles puntillas y otros adornos derivados del oficio de amas de cría y así tuvieron que amoldarse a los gustos de la burguesía del momento ya que eran quienes las contrataban y pagaban.
     El escritor francés Teófilo Gautier describió muy bien el traje de las pasiegas que paseaban con las criaturas por el Paseo del Prado de Madrid. “Llevan una falda de paño rojo fruncida con gruesos pliegues y ribeteado con una ancha trencilla, un corpiño de terciopelo negro también ribeteado en oro, y tocado de madrás abigarrado de colores brillantes, todo ello acompañado de alhajas de plata y otros aderezos salvajes”.
     Los collares de corales eran muy apreciados por las pasiegas y servían según sus creencias como amuleto para el mal de ojo.
     Los trajes tenían algún detalle que les diferenciaba, entre las tres villas pasiegas, Vega de Pas, San Pedro del Romeral o San Roque de Riomiera. El complemento más tradicional es el cuévano niñero.
     Aún recuerdo la primera vez que vi a una pasiega vestida de una manera tan original y llamativa, fue en la pradera de Valvanuz en Selaya, un 15 de agosto, siendo yo muy pequeñita. Todo el conjunto llamó mi atención, sin duda el modo de lucirlo con orgullo y gracia de aquella pasiega amiga de mi familia, pero hubo algo que hizo que me fijase con atención y eran los exagerados adornos y joyas que llevaba. La camisa fruncida en el cuello se sujetaba por delante con dos moneditas de plata al igual que la botonadura de la chaqueta, también con monedas de plata, numerosos collares, unos de coral, otros de cuentas de colores, un rosario con su crucifijo y cadenas con medallas. En las orejas llevaba “arracadas” hechas con realines de plata como los botones. Los dedos de sus manos estaban adornados con hermosas sortijas.
    



domingo, 6 de septiembre de 2020















FERIAS DE AÑO EN SARO Y LA ABADILLA DE CAYÓN

     La feria de Las Candelas en Saro era muy concurrida, se dice que su especialidad fueron los toros. La mayoría bajaban desde Carcaval, Merilla y San Roque de Riomiera. Eran conducidos por los pasiegos con la precaución que estas bestias requerían pues tal parecían toros bravos de lidia.
     Nos cuenta EL DIARIO MONTAÑÉS en su publicación del 8 de marzo de 1917 que media docena de pasiegos daban la guardia de honor con sus palancos o velas y al encontrarse gente en el camino gritaba el dueño del animal: “¡Quitaos day, quil jato está vistoso” ya que el animal estaba receloso por venir de sitio solitario de lugar “solido” como explicaban los dueños de los sementales!
     Los becerros eran holandeses y suizos, grandes moles de carne de bonita pintura y estampa, pero carecen para la engarra, agilidad de pies, potencia de testuz y sangre fina de pasiegos y tudancos. No obstante, eran numerosas las peleas entre los toros y muchos los curiosos que las presenciaban.
     José María Ortiz nos cuenta en su artículo que estos toros eran hijos de aquellas buenas mozas que valían mil pesetas para arriba y que bebían muchos litros de suero que producen sus aparatosas madres, pero que los del país toman poca leche, eso sí, ¡pero manteca líquida, nata pura!
     La feria de Las Candelas con el tiempo fue viniendo a menos hasta desaparecer por completo. En sus primeras andaduras se contaba por semanas, luego por días y después desapareció.
   Otras ferias de año de gran importancia en la comarca del Pisueña fueron las de La Abadilla de Cayón. Tenemos conocimiento de un decreto del año 1853 que dice: “El Ayuntamiento de Santa María de Cayón de acuerdo con el Sr. Gobernador, ha acordado establecer un mercado y dos ferias, verificándose aquel el sábado de cada semana y estas los días 17 y 18 de enero y la segunda el 19 y 20 de marzo de cada año, teniendo uno y otro lugar en el pueblo de La Abadilla y sitio de San Antonio. Dado en 14 de diciembre de 1853. El alcalde Manuel de la Rosa. (B.O. nº21 año de 1853)”. Estas ferias y mercados se realizaban alrededor de la ermita de San Antonio Abad.
     En 1905 se trasladan dichos mercados y ferias al barrio de Sarón siendo alcalde D. Gregorio Ruiz, vecino de La Abadilla. Se harán estos mercados de ganados en lo sucesivo con carácter mensual en el Cagigal del Campo de la Sierra. Celebrándose por primera vez el 11 de abril de 1905.
     Durante los años que se celebró en San Antonio fue una fiesta muy entrañable para los vecinos, en particular la de San Antón, pues al ser el patrón de los animales se oficiaba una misa en la que estos eran bendecidos, acudían todo tipo de animales domésticos, perros, gatos, gallinas, conejos, asnos, cerdos… 
     Mientras tenía lugar la bendición de los animales y posteriormente la misa mayor, la feria había comenzado a primeras horas de la mañana y allí se daban cita los ganaderos de la comarca.

    

     






domingo, 23 de agosto de 2020













FERIAS DE AÑO EN LA CUENCA DEL PISUEÑA

     Si gran fama y reconocimiento tuvieron las ferias de año en la cuenca del Pas, las del Pisueña no fueron menos. Así podemos encontrar que en el año 1828 el rey Fernando VII concede al lugar de Selaya en la provincia de Santander el privilegio para celebrar una feria en los días 24 a 29 de junio de cada año, al mismo tiempo lo hace para continuar con el mercado que se celebraba todos los domingos.
     Estas ferias y mercados gozaban de gran afluencia de gentes y ganados por la proximidad con las villas de Vega de Pas, San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera y los valles de Carriedo, Toranzo, Luena, Cayón y Penagos.
     Estas comarcas dependían mayoritariamente del ganado por ser su mayor fuente de riqueza. Se dice que eran los más ricos de la provincia en vacuno y mular. También sus transacciones en ganado de cerda eran muy importantes y numerosas.
     En estas reuniones de compra y venta en Selaya se trataba en trigo, maíz, cuerdas, sogas y maromas y telas de algodón. En varios papeles y documentos antiguos se indica que se comercializaba en salmón y demás pescados escabechados y secos.
     Actualmente sigue celebrándose un mercado semanal los domingos, aunque nada tiene que ver con el esplendor y bullicio del pasado.
     Otra feria de gran prestigio y popularidad fue la de Saro en el valle de Carriedo, tenemos constancia que ya se celebraba en el año 1826. Esta era anual y se llamaba de “Las Candelas” se celebraba los días 2 a 17 de febrero, pero se da el caso de que algunos años y por culpa de la climatología hubo de aplazarse. Uno de estos retrasos se produjo en 1845 y se pide licencia para poder alargarla hasta el día 20 y lo mismo sucede en el año 1847 que a causa de una gran nevada se prorroga hasta el día 22.
     Encontramos en el periódico “EL ECO DE CARRIEDO” Nº4 de fecha 17 de febrero del año 1895 información sobre este evento, en el que narra el vecino  “El Cotano” que esta se ha venido a menos, que para ferias las que se hacían 50 años antes a las que acudían ganaderos de Salamanca, León y Castilla y hasta más allá de Torrelavega y en las que los comercios se llenaban de compradores y había bailes, juegos y cantes y todo. En este artículo se dice que en el pueblo vivían hombres de pro y había un capellán de guanizantes que era neto y campechano de verdad y no negaba un “napoleón” a ningún vecino. Había jóvenes como castillos y arrogantes que bailaban con castañuelas y se daban palizas de verdad y no las moscas de hoy en día, que algunos parecen canutos de hojalata. En el baile tocaba Colás el violín y su consorte Guillermina zarandeaba las panderetas. En el ferial había una mesuca chica, pero algo sucia para cobrar la alcabala (antiguo tributo o impuesto). Al frente de un figón (taberna de baja categoría) estaba la gitana de Tezanos que no traía malas cosas. Para los señores tenía “anisao” y ginebra, con buena comida. Nos cuenta que hacía 50 años iba a pescar a Toranzo y “Carandá” y que de cada bardal salía un salmón y se cogía un cuévano de truchas en una “bocaná”.


domingo, 9 de agosto de 2020


       











FERIAS DE AÑO EN LA CUENCA DEL PAS

     Siguiendo con la importancia que tuvieron las ferias a orillas del Pas y Pisueña, hoy hablaré de las del valle de Toranzo donde podemos encontrar la de Nuestra Señora del Carmen en San Martín de Toranzo. El gobernador civil de Santander solicitó el real permiso para celebrar una feria en dicho pueblo los días 14, 15 y 16 de julio y se autorizó en el año 1834 para celebrarse por primera vez en 1835. En este mercado, además de ganado también se comercializaba en linos, cáñamos y maíz.
       Encontramos una reseña en el B.O.S. número 153 del año 1868 que dice lo siguiente: “ El local destinado a ferial es sin género alguno de duda uno de los más pintorescos y agradables de La Montaña, poblado de arbolado y próximo al río Pas, y a pocos metros de la carretera de Santander a Burgos; ofrece cuantas comodidades puedan apetecerse y de fijo el feriante no echará de menos fondas donde hallar bueno y económico servicio, así como cuanto necesite para el ganado que compre y conduzca. Santiurde de Toranzo, 21 de junio de 1868”.
     En San Vicente de Toranzo se celebraba la feria de San Vicente Mártir los días 22, 23 y 24 de enero. Tenemos datos, creemos que de su comienzo, en el año 1900. En sus primeras andaduras no se cobraba “arbitrio” alguno y se facilitaba a los ganaderos de otras localidades gratuitamente alimentos para así hacer propaganda de dicho evento y ¿qué mejor manera que el boca a boca de la gratuidad de dicha concentración ganadera además del abastecimiento de ricos alimentos? El señor gobernador civil de la provincia en sus inicios solía hacer donaciones para premios, así encontramos una anotación de una donación de 100 pesetas, destinando 50 para el mejor semental de raza del país y 50 a la mejor vaca de dicha raza. Lo mismo hacía el Ayuntamiento adjudicando otros premios iguales al mejor semental y a la mejor novilla de raza extranjera o mixta.
     Las ferias solían estar muy concurridas presentándose excelente ganado en las que sobresalían los sementales suizos y tudancos. Las transacciones podían superar las 300 reses.
     Otra feria importante en el Real Valle de Toranzo era la de San Andrés de Luena, en el año 1829 a petición del Consejo y Real provisión librada a su virtud, se servía el rey Fernando VII de España llamado “el Deseado” y el rey “Felón”, conceder licencia y facultad para la celebración de una feria en los días 15, 16 y 17 de agosto de cada año la cual debía celebrarse por primera vez en el año 1830.
      De gran importancia y popularidad era la de “El Ángel” en Vargas.  Tras la solicitud para celebrar dicho evento “Su Majestad, la reina gobernadora María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, madre de Isabel II, concede gracia para celebrar durante tres días por Real Orden del día 22 de junio de 1837 la denominada feria de “El Ángel” que comienza a celebrarse los días 1, 2 y 3 de marzo de 1838 en el lugar de Vargas, Real Valle de Toranzo y hoy Ayuntamiento de Puente Viesgo.  Como anécdota contaré que en el año 1841 se trasladó por el mal tiempo a los días 19, 20 y 21 de marzo.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              




martes, 4 de agosto de 2020



















  “EL HASTÍO DE LOS ESPAÑOLES”

     Día a día se agrava la crisis de la COVID-19, cada vez son más los nuevos contagiados. Los ciudadanos hartos del encierro de la cuarentena y con el verano que no ayuda a la reclusión, en una cultura como es la española de reuniones con los amigos alrededor de una taza de café o compartiendo unas cervezas mientras se intercambian risas y novedades, se sienten impotentes. Todo esto ha sido un golpe para los más jóvenes, que incrédulos por la falta de imágenes de la gravedad de la pandemia, se lo toman a broma y creen que no va con ellos, que solo es cosa de los viejos, se sienten a salvo en esa especie de burbuja que les produce la fantasía de la ignorancia. Con frecuencia se reúnen en torno al botellón, no guardan distancias ni utilizan las mascarillas. El coronavirus se frota las manos ante unas victimas seguras, que le harán introducirse en el seno de sus familias mas resguardadas a sus ansiados propósitos de destrucción y muerte.
     Mucho se habla del origen de esta pandemia, las autoridades nos dicen que viene de los murciélagos, pero hay científicos que aseguran que ha sido creado en un laboratorio, lo cierto es que nunca se sabrá a ciencia cierta. 
     La OMS nos dice que tendremos que aprender a vivir con el coronavirus porque no se va a ir nunca, y con esta realidad conviven desde hace varios meses los españoles.
     Hartos y hastiados de la situación en el país contemplan además de los nuevos brotes, otros brotes que nada tienen que ver con la enfermedad, pero que son igual de peligrosos para el bienestar social. En una España golpeada por los frecuentes escándalos de quienes debieran brindarla, los ciudadanos se sienten humillados, engañados y robados ya no en sus arcas, que también, en la confianza tantas veces ultrajada por esos políticos sin escrúpulos que ningunean la buena fe de un pueblo que le queda muy grande a sus gobernantes.
     Este país mil veces se ha levantado de la adversidad, con frecuencia lo han robado y humillado, pese a ello, ha seguido luchando, trabajando, para conseguir las comodidades y el bienestar que ahora disfrutamos. Durante generaciones ha sido así, por ello, cada vez que quienes están en el poder nos defraudan, un dolor muy grande mezclado con el cabreo y la impotencia invade a una sociedad que cada vez está más cansada de curar las heridas que le producen aquellos que debieran estar para protegerles.
                            Gilda Ruiloba.

domingo, 26 de julio de 2020

















FERIAS EN EL VALLE DE TORANZO

     Recientemente hablaba de la importancia que tuvieron las ferias ganaderas a orillas del Pas, como la de Vega de Pas, Entrambasmestas y Villasevil.
     Hoy quiero hablar de otras que también han tenido gran relevancia durante muchos años, así he podido constatar que en el Ayuntamiento de Santiurde de Toranzo se comenzó a celebrar en el año 1772 la conocida como feria de San Agustín. Y podemos encontrar en el B.O. número 92, año 1857 la siguiente orden: “Ayuntamiento de Santiurde de Toranzo.- Este Ayuntamiento, en reunión de este día ha acordado proceder a la subasta de arbitrio de dos reales en res vacuna que se presente en el local de la feria de San Agustín por razón de puesto, cuyo impuesto se halla aprobado para atenciones municipales en los días 9 y 17 de agosto en las condiciones que se hallan de manifiesto en la Secretaría de este Ayuntamiento. Lo que se inserta para que llegue a conocimiento del público. -El Alcalde Alejandro Ordoñes.”
     Este era uno de los mercados con mayor afluencia de público de toda la provincia. Acudían en gran número los vendedores, tanto de animales, como de diferentes mercancías, pues los buenos resultados en las ventas hacían que cada año se dieran cita en el espacioso ferial, e incluso, aumentaran los negociantes, deseosos de obtener unos buenos beneficios ya que en gran medida sus economías dependían de estas ferias.
     Los ganaderos de Madrid se acercaban a este lugar, demostrando gran interés por las vacas paridas de raza pasiega. También era habitual encontrar entre los animales en venta, muchas parejas de bueyes, pues eran muy utilizados en aquellos tiempos para las labores de labranza y transporte.
     Pero no todo era positivo en estas ferias, se da el caso,  que como en nuestros tiempos,  los impuestos resultaban excesivos y así lo recoge “EL CANTABRO” en su número de 5 de septiembre de 1884 cuando dice: “Nada puedo elogiar a la Corporación por los sacrificios que haya hecho para que la feria sea una de las principales de La Montaña, pues por el contrario he oído quejarse a muchos vecinos de que el Ayuntamiento trata de sacrificarla con muchos impuestos que a los vendedores carga.” 
     Estas ferias terminaban con un animado baile al que acudían los mozos y mozas de los valles de Toranzo, Carriedo y pueblos y barrios de la comarca.  Con su simpatía y alegría ponían un excelente broche final a las exposiciones y transacciones que allí acontecían, bajo la atenta y curiosa mirada de los más mayores, que sin duda recordaban con nostalgia sus tiempos de juventud.
     Otra feria de la comarca era la de Alceda, la organizaba y patrocinaba el Ayuntamiento de Corvera de Toranzo y se celebraba en el parque de Alceda, allí acudían los ganaderos con sus ganados desde Castillo Pedroso, Quintana, Borleña, San Vicente, Alceda, Luena, Puente Viesgo y San Felices de Buelna entre otros muchos lugares. No podía faltar en estos acontecimientos los piteros del Valle Torancés que animaban con sus actuaciones a todos cuantos allí se daban cita.