domingo, 12 de abril de 2020















EL TEJO, ÁRBOL MÍTICO DE CANTABRIA

     Recientemente hablaba de la importancia que tenían los árboles en la vida de los pasiegos, con ellos hacían sus casas, cabañas, útiles de trabajo, cuévanos, albarcas, sirvieron para hacer fuego, avivar los hornos, incluso se utilizaban medicinalmente algunos de ellos, como era el caso del fresno, a quien se le consideraba como “árbol de la buena suerte”. Pero para mí, hay un árbol mágico, un árbol cargado de misterio, mítico, a quien tengo un especial cariño, tal vez fruto de la fantasía de esas historias mil veces contadas de nuestros ancestros, de quien tan orgullosa me siento, como son los antiguos cántabros. Este árbol misterioso es el tejo.  Árbol sagrado, que es reconocido tanto, como el árbol de la vida o de la muerte, como el de la eternidad. Solamente unas gotas de su sabia pueden matar a una persona. Todo él es venenoso, a excepción de sus frutos, conocidos como bayas o arilo. El tejo es el árbol de la guerra. Con él se hacían los arcos y flechas con los que nuestros ancestros lucharon contra los romanos. Su madera a la vez que es muy dura, es muy flexible, por lo que era ideal para hacer estas armas. Sus flechas eran impregnadas con su veneno para intentar doblegar al enemigo. Y cuando las cosas se ponían difíciles y eran cercados o hechos prisioneros, servían sus semillas, hojas o cortezas para envenenarse, porque preferían morir libres a doblegarse. Se dice que este árbol misterioso también es alucinógeno. Este testigo privilegiado de la historia tiene un lento crecimiento, desarrolla una corteza dura de beta cerrada y esto produce en el tronco y ramas una fuerza y flexibilidad muy grandes. Este árbol tiene el poder de renacer una y otra vez. Con los años puede alcanzar una altura de hasta 30 metros. Es muy hermoso, su copa es piramidal, el tronco grueso, y puede alcanzar hasta los 1500 años de vida. Es de hojas perennes, su fruto comestible es carnoso y rojo escarlata, teniendo su mayor producción en el otoño cada seis o siete años. Por el contrario, hay que tener mucho cuidado con las semillas de estas bayas, pues son muy venenosas. Sus hojas de aguja tienen un color verde oscuro por el anverso y amarillas por el reverso. Les gusta mucho el clima fresco y húmedo, así como los terrenos calizos. Los antiguos cántabros veneraban al tejo, al que consideraban árbol sagrado. Los primeros cristianos marcaban las tumbas plantando un tejo joven en la Alta Edad Media. En casi todos los pueblos había uno donde se reunían los vecinos y se escenificaba la democracia más pura a través de los concejos abiertos. Este árbol era el Ayuntamiento, la casa del pueblo, donde se reunían para tomar toda clase de decisiones, se celebraban juicios. La palabra dada al pie del tejo no necesitaba firma, bastaba con la palabra como contrato. Estos árboles se plantaban junto a las ermitas, iglesias y en los cementerios, pero curiosamente, también junto a las casas y cabañas para protegerlas.

    

lunes, 30 de marzo de 2020














SOBREVIVIREMOS

A este pueblo, pueblo mío,
Que mil veces lo agredieron
Mil veces lo humillaron
Mil veces lo robaron
Mil veces sintió el dolor
Mil veces lo traicionaron
Mil veces lo vendieron
Mil veces lo pisotearon
Mil veces lo engañaron
Mil veces lo enfermaron

Pero…
Mil veces se ha levantado
Mil veces se ha defendido
Mil veces se ha ensalzado
Mil veces se ha restituido
Mil veces se ha consolado
Mil veces ha sido leal
Mil veces ha sido fiel
Mil veces se ha alegrado
Mil veces se ha ilusionado
Mil veces se ha curado

Este pueblo, pueblo mío,
Mil veces seremos fuertes
Mil veces nos uniremos
Mil veces cantaremos
Mil veces aplaudiremos
Mil veces nos ayudáremos
Mil veces sobreviviremos
Mil veces agradeceremos
Mil veces serviremos
Mil veces sonreiremos

Pueblo mío,
Sobreviviremos
A esta enfermedad letal,
Aunque tengamos que aislarnos,
Aunque tengamos que vivir separados,
Sobreviviremos, sobreviviremos,
Venceremos, venceremos,
Vamos a luchar

Gilda Ruiloba.

domingo, 22 de marzo de 2020


                       









 LA GRIPE ESPAÑOLA

     Cuando leía acerca de la gripe española, lo veía como algo muy lejano, algo que nunca pensé que podía pasar en estos tiempos, nosotros que tenemos un modelo de Sanidad muy eficiente, en esta era de modernidad, de digitalización, y que tantas comodidades y adelantos disfrutamos. Nunca creí que pudiésemos sufrir una pandemia como la que comenzó en 1918, allá cuando se combatía en la primera guerra mundial, aunque esta no tuviese nada que ver con la gripe. Y resulta que aquí tenemos al Coronavirus también conocido como Covid-19 e igual que la gripe española nadie sabe como ha surgido, hay muchas conjeturas al respecto, en las que prefiero no entrar, tal vez nunca lleguemos a saber la verdad de que es lo que ha pasado, como no se supo con la anterior pandemia. Lo cierto es que hay una similitud entre ambas y es mundial, afectan a la mayoría de las naciones. La temida gripe española se cree que comenzó en Estados Unidos y allí mutó y la trajeron los soldados al puerto francés de Bret el 22 de agosto de 1918 y de ahí pasó a España, según los investigadores, también pudo empezar en China en 1917, y duró hasta diciembre de 1920 causando entre cincuenta y cien millones de fallecidos, se considera la más devastadora de la historia. Se dice que recibió el nombre de gripe española debido a que España no estaba involucrada en la primera guerra mundial, por lo que no censuró la información sobre esta enfermedad, dando gran cobertura en la prensa del momento. España fue uno de los países más infectados. Los ciudadanos entraron en pánico. Se tomaron medidas como las que se han hecho en la actual pandemia. La población fue puesta en cuarentena, se prohibió el derecho a reunirse, se cerraron escuelas, teatros, iglesias. El miedo hizo que los trabajadores no acudiesen a sus puestos de trabajo, provocando así el hundimiento de la economía. España fue uno de los países más afectados con cerca de ocho millones de personas contagiadas y alrededor de trescientos mil muertos, aunque las cifras fueron maquilladas y las redujeron a solo ciento cuarenta y siete mil ciento catorce personas. Un factor determinante de la rápida expansión de la enfermedad fueron los movimientos masivos de las tropas. Los síntomas de esta pandemia eran la fiebre elevada, dolor de oídos, cansancio corporal, diarreas y vómitos ocasionales. Los más perjudicados fueron los niños y ancianos, pero entre sus muchas victimas también se encontraban jóvenes y adultos de entre 20 y 40 años. La mayoría murieron a consecuencia de una neumonía bacteriana secundaria y a que no había antibióticos disponibles. Muchos fallecían en menos de cinco días a consecuencia de una hemorragia pulmonar aguda masiva o con edema pulmonar. Como ha sucedido con el Coronavirus, Madrid fue una de las ciudades españolas más afectadas, el primer caso que se conoce en España fue en dicha ciudad en mayo de 1918. En Cantabria, el primero fue un joven seminarista de Burgos que lo trajo al Seminario Pontificio de Comillas, registrándose en esta localidad los primeros 46 afectados.

domingo, 8 de marzo de 2020


                    









          FERRERÍAS Y FRAGUAS

       Otro oficio prácticamente desaparecido en Cantabria son las ferrerías y fraguas. En el Valle de Cayón y debido a la cercanía de la mina de hierro de Cabárceno, situada en el municipio de Penagos, hubo numerosas ferrerías. Esta mina ya se trabajaba en tiempos de los romanos, su hierro era de gran calidad y durante esta época fue muy importante. Se explotó hasta el año 1989 ya que en estos últimos años era poco rentable y tras dos milenios de producción, el Gobierno de Cantabria por iniciativa del entonces presidente Don Juan Hormaechea Cazón, lo convirtió en un zoo, parque al aire libre llamado “Parque de la Naturaleza de Cabárceno” y es reconocido por su belleza por todos los rincones del mundo, con la riqueza que esto conlleva para nuestra tierra a través del turismo.
     En la Edad Media florecen en Cantabria y especialmente en el Valle de Cayón las ferrerías hidráulicas, teniendo las actividades más importantes en el siglo XV y XVI, la presencia del río Pisueña que era muy propicio para el funcionamiento de los muelles y martillos en las ferrerías y los frondosos bosques de la zona que producían la leña necesaria para hacer el carbón vegetal, con el que fundir el hierro. Desde el siglo XV las ferrerías fueron muy numerosas, así en el valle de Cayón las hubo en La Abadilla, Santa María, Bascoña, Lloreda, Argomilla y San Román. Otra ferrería de gran importancia se encontraba en el Ayuntamiento cercano de Saro, en el pueblo de Llerana.
     En el siglo XVII La Corona emprende un gran periodo armamentístico y se restringe el aprovechamiento de las masas forestales en las zonas de Cayón, Carriedo, Penagos, Trasmiera, San Roque de Riomiera, Ruesga, Soba, Toranzo, Villaescusa, Castañeda, Piélagos, que estaban destinados a abastecer las reales fábricas de cañones de Liérganes y La Cavada. Con lo cual se cierran muchas ferrerías existentes y que tanta riqueza estaban dando y esto lleva a la ruina de numerosas familias. Por otro lado, está la deforestación que sufrían nuestros bosques debido al surtimiento de los Astilleros de Guarnizo para la construcción naval. En el año 1245 los frondosos bosques de robles, castaños, hayas y encinas del monte de Carceña, situado en los municipios de Santa María de Cayón, Castañeda y Villaescusa fueron empleados para la construcción de la flota naval que intervino en la conquista de Sevilla. Como anécdota diré que en el escudo de Santander aparecen la Torre del Oro sevillana y las naves que dirigían los marineros cántabros a las órdenes del almirante Ramón de Bonifaz y Camargo en el año 1248 durante el reinado del Rey Fernando III de Castilla, cortando las cadenas sobre el río Guadalquivir que unían Sevilla con Triana y es por este motivo de haberse empleado las maderas de la provincia para construir dichos navíos.
     Las fraguas eran otras instalaciones relacionadas con el hierro, pertenecían a los concejos y a su vez eran arrendadas a los herreros para la fabricación y reparación de útiles para el trabajo, azadas, hachas, martillos

    

    

domingo, 23 de febrero de 2020


                      





       LAS ALBARCAS

     Hay dos sonidos íntimamente ligados a mi infancia: el eco cantarín que producían las albarcas al caminar y el de los cascos de los caballos, en su acompasado paso, rompiendo el silencio y la tranquilidad que había en mi pueblo cayonés. Los dos han desaparecido, dando paso al ruido de los tractores y automóviles.
     El calzado habitual en Valles Pasiegos en los días de lluvia o en los fríos inviernos, eran las albarcas.  Siempre estaban a la espera en las puertas de las casas, sus propietarios salían de estas, con las zapatillas o escarpines puestos e introducían sus pies en estos preciosos y artísticos zapatos de madera, de este modo se aislaban de la humedad del suelo, sin perder el calor que sus zapatillas les proporcionaban. Era normal ver en las puertas de las iglesias o de las tabernas una colección de albarcas a cuál más llamativas y trabajadas. Si bien es cierto, que, en muchas tabernas de pueblo, las albarcas entraban junto a sus dueños, pues compartir unos “chatos” con los vecinos, o una buena partida de cartas, era mejor con los pies calentitos y aislados del suelo por unas buenas albarcas. Pero en las iglesias no sucedía lo mismo, allí se quedaban en el portal esperando a sus dueños, pues   si algo tenían los pasiegos era respeto al culto.
     Ahora es muy raro oír ese precioso sonido del canto de las albarcas al caminar, cuando era algo muy normal en los pueblos de Santa María de Cayón, Villacarriedo, Selaya, Saro y Llerana, Vega de Pas…Valle del Nansa, Valle del Saja, Penagos, Trasmiera y prácticamente toda la provincia de Cantabria.
     Mi amigo Neluco me comentaba que estos zapateros de la madera a quienes se les conoce como albarqueros, son grandes artesanos, dotados con gran paciencia, habilidad y destreza. Comienzan su trabajo con la búsqueda de los “tajos” en el monte y allí se van a cortar los troncos. Cortan un “rollo” que cuartean en cuatro trozos. Las medidas o números de estas “albarcas” o “abarcas” se miden por centímetros, así para el número 40 serán 26cm., un número menos sería medio centímetro menos y así sucesivamente. La madera de abedul es la más preciada y resistente, también se usa la alisa, nogal o haya.  Hay que cortarla en cuarto menguante, pues la savia del árbol va hacia las raíces haciendo la madera más resistente. El abedul es más cómodo para laborar, es muy seco, ligero y tiene buena madera para trabajarla y no se parte. Hay que hacerlas con la madera verde, con un mes cortada, hasta dejarlas casi terminadas y después se dejan secar a la sombra y de pie para que no se deformen. Hay diferentes tipos de albarcas, según la zona de Cantabria.
     Con el hacha se le da la forma al trozo de madera “aparejar” la albarca quitando lo más gordo, lo más fuerte. Seguidamente se le va dando la forma con la “azuela”. La albarca se divide en las siguientes partes: “Papo” es la parte delantera, “carcañal”, “tacón” y “tapa”. “La casa” es donde se mete el pie. “Apeo”, “goma”, “tachuelas”, estas en Vega de Pas y “tarugo” en Cabuérniga.
     Con el “barreno” con mucho cuidado se vaciará y se irá haciendo la casa. Esto es la parte más bruta. Y se finalizará con la herramienta llamada “legra”, rasqueta o raspador para tallar y acabar con la parte más fina. Una vez terminada la albarca se talla, se hacen los dibujos a gusto de cada artesano, se pulen y barnizan.
      Las albarcas de las mujeres son más finas que las de los hombres. Mi amigo Nelo me dice que antiguamente se usaba el color negro para las viudas y sacerdotes y el marrón para todos los demás. También me cuenta una anécdota muy curiosa y es que hace muchos años y una vez terminadas de fabricar las albarcas, para darles color se usaba la leche de vaca recién parida y se tostaba la albarca al fuego.
     En Valles Pasiegos además de las albarcas también es frecuente el uso de las “chátaras” o “chanclos” de goma, así como las “katiuskas” para andar por las cuadras, cabañas o prados. Dentro se introducen los pies con unos calcetines de lana e incluso se pone un puñado de hierba seca como si de una plantilla se tratase.


domingo, 2 de febrero de 2020

















LA UTILIDAD DE LOS CUÉVANOS EN VALLES PASIEGOS

     La primera vez que vi una canastra, era yo muy pequeñita. Recuerdo que estaba en Villacarriedo, en el comercio de mi abuelo Pepe. Una señora de San Bartolo, entró con un cuévano a sus espaldas, yo los había visto muchas veces, tanto en Cayón como en Llerana de Saro, pero tan bonito como aquel, nunca mis ojos lo observaron. Era más clarito que los que yo conocía hasta entonces, de delicada construcción, sus “costillares” más anchos, pero lo que más me llamó la atención fue su vestimenta, nunca vi algo igual, estaba forrado de puntillas y fieltro de color rojo, adornado con cintas negras y tenía unos brazales de cuero por los que la señora metía los brazos como si de una mochila se tratase. En la parte superior llevaba un aro que más tarde he sabido que era de avellano e iba amarrado a dos agujeros en el cuévano. Este aro o “arquio” tenía como finalidad proteger al niño para que estuviese totalmente cubierto mediante un paño que se colocaba sobre él, de este modo se le preservaba de las inclemencias del tiempo y de igual manera pudiese respirar correctamente y evitar que la ropa cayese sobre él. También tenía como objetivo protegerle de los insectos.
     Mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar la señora con su cuévana, las mujeres que se encontraban en el comercio, incluida mi tía, se dirigieron a ella preguntándole por la niña. La señora esbozando una sonrisa hizo una maniobra, y posó la canastra en el suelo, y ahí pude ver que ese cuévano no contenía ni verde, ni leña, ni otros utensilios ¡Había un bebé!  Y esa canastra era su cunita. En Cayón nunca las vi, allí teníamos serones, cunas, cochecitos y sillas para transportar a los niños, pero no cuévanas. Mi admiración fue muy grande cuando la mamá apartó una colcha con flecos, una mantita de lana fina y una sábana con puntilla igual que la almohada. La pequeña dormía plácidamente, pero con la admiración y el murmullo de las señoras estuvo a punto de despertarse, la joven madre comenzó a balancear la canastra como cuando se mece una cuna, y es que en la base de la cuévana había dos soportes curvos en forma de media luna. Terminadas las compras, la señora volvió a poner la canastra sobre sus espaldas, la cabeza de la criatura quedaba a la altura del hombro derecho y los pies al lado izquierdo, de este modo, con un giro de cabeza podía observar a su pequeña hijita. Recientemente, hablando con mi amigo Neluco, el artesano de herramientas de madera que vivía en las montañas de Valles Pasiegos, y al decirme que también hacía canastras o cuévanos niñeros, recordé la primera vez que los vi. Nelo me decía que eran muy habituales en Vega de Pas, Selaya, y las zonas de alta montaña, pues de este modo, las pasiegas al mismo tiempo que cuidaban a sus hijos podían hacer las labores del campo, igualmente era muy cómodo cuando se hacían las mudas del ganado de cabaña a cabaña. Neluco me explicó que las canastras tienen las costillas más anchas que los demás cuévanos, los brazales son de cuero a diferencia de los otros que son de tiras de avellano trenzadas y que generalmente se fabrican de avellano o sauce, pero es más común hacerlos de avellano. Las tiras verticales se llaman “costrones” y las horizontales “costillas”. Estas canastras se utilizan para llevar a los niños hasta que tienen aproximadamente siete meses. Neluco sonreía y me decía: ¿Sabes? Antiguamente la vida de los pasiegos giraba en torno al cuévano, cuando nacían se les ponía en la canastra, para su trabajo estaban ligados al cuévano y cuando morían se les ponía en él para bajarles de las montañas. La cuévana o canastra lleva dentro unos trozos de cuero llamado “estuérdiga” o cuerdas de cáñamo sobre las que se coloca un jergón relleno de hojas de maíz (por su fácil secado) y una almohada cuyo interior es de lana. En el espacio libre entre las cuerdas que sujetaban el jergón y la base inferior, se guardaba lo necesario para alimentar y vestir al niño.
     Además de los cuévanos niñeros hay otros que también mi amigo Nelo fabricaba. Estos son: El de mayor capacidad es el cuévano “giro” “bombo” o “romeralo” en él se pueden transportar hasta cien kilos. Se usa principalmente para llevar el verde. Luego está el “coberteru” este lo usaban las mujeres para “traficar” por los mercados y en ellos transportaban los huevos, mantecas y quesos. Generalmente llevaban una “cesteña” de tela que se adosaba y sujetaba al cuévano en la parte superior con cuerdas o correas. Luego está el cuévano “trascolar” es el de menor tamaño, muy parecido al de “traficar”, pero este no tiene “cesteña” se utiliza para mudar, llevar leña u otros utensilios.
     






domingo, 19 de enero de 2020



















                FABRICANDO HERRAMIENTAS
                EN VALLES PASIEGOS

    Al desaparecer las ganaderías también desaparece otro oficio que estaba íntimamente ligado a ellas, como es la fabricación de herramientas y útiles para el trabajo. En Valles Pasiegos debido a su aislamiento, ya que las cabañas estaban muy dispersas, así como a la precariedad económica, los ganaderos se las ingeniaban para construir sus propios instrumentos con los materiales que tenían a su alcance, pero también es cierto, que no todos poseían la habilidad para hacer estos utensilios de manera correcta y con facilidad. Muchos de estos artesanos en sus ratos libres se dedicaban a su fabricación y más tarde vendían en las ferias o mercados; en el barrio de San Antonio en La Abadilla de Cayón, posteriormente en el barrio de Sarón (tras su traslado), Solares, Orejo, Selaya, Vega de Pas, en las ferias de San Lucas en Hoznayo, cualquier lugar era bueno para dar salida a sus mercancías. Muchos eran también los encargos que los vecinos les hacían. Este es el caso de Neluco, un ganadero que vivía en las montañas de Valles Pasiegos. Él había aprendido de su padre y este del suyo, el oficio de hacer utensilios para el trabajo y con ello se sacaban un sobresueldo que tanta falta les hacía.
     Según me contaba el bueno de Nelo, la mejor época para cortar la madera es en la menguante de enero, y no todas las herramientas llevan la misma. Los rastrillos tienen que ser de fresno, pero este, no sirve para hacer muebles porque no tiene vetas, según sus palabras.
      A estos árboles también se les conoce en muchos lugares como “el árbol de la buena suerte” esto dicen las creencias antiguas. Es perfecto para dar sombra por su denso follaje y su gran tamaño, de ahí que en muchos prados existan para dar cobijo al ganado en los días de fuertes calores. Es un árbol de hoja caduca y ya en época romana era empleado para la construcción de alambradas y tapias por la calidad de su madera. Si está bien conservado puede vivir entre 80 y 100 años. También cuenta con propiedades medicinales. Según mi amigo Neluco, él hace los rastrillos de fresno, fabrica los “pinos” en bruto y los va mojando para meterlos en los agujeros que previamente ha hecho, “que estén bien prietos” y ya después les da la forma. El mango también se puede hacer de fresno, pero a él le gusta más hacerlos de palo de avellano porque es muy ligero y fino, para no lijarse las manos.
     Igualmente, hace rodillos para sacar el abono con madera de haya, alisa o castaño, al que da la forma casi triangular, aunque redondeada, y también le pone el mango de avellano y lo “empina” bien, para que no se salga. Así mismo los hace para dalles, el asta ha de ser de fresno, la manguía corva de haya y la manguía derecha de fresno. Y no olvidarse de las “empinas” para que no se salga. El dalle se lo tiene que poner el herrero.
     Neluco, hace cebillas de todos los tamaños, para los diferentes ganados, estas sirven para amarrar a los animales como si de un collar de madera se tratase. Se hacen con madera de fresno porque es más flexible a la hora de doblarla, hay que cortarle y antes de ocho días trabajarle, (domarle), porque si se tarda más la madera no dobla. Tiene que ser verde. Dependiendo del grosor del fresno se divide en varios trozos. En la parte del centro de la cebilla, se hace más fino, para que sea más fácil doblarla (domarla) después se amarra para que no se endereche. Y más tarde se le mete en los agujeros, que previamente se han hecho en ambos extremos, la llavija o llave, que se hace con un trozo de avellano o de fresno, generalmente de avellano porque a la hora de trabajarlo es más blando. Se debe de tener entre quince o veinte días para que seque. Neluco también hace mangos para azadas, azadillos, hachas y todo tipo de herramientas para el campo,  así como los famosos palos de avellano para arrear el ganado o para los tratantes, ya que es uno de sus símbolos, junto con el blusón.
     Pero este ganadero fabricante de herramientas o artesano, no solamente hace útiles para el trabajo, también prepara cabrios o vigas de madera para cabañas, si se los encargan. Utiliza el castaño o roble, después de pelarlos y labrarlos conviene dejarlos dos meses a secar para que “asiente” un poco.
     El bueno de Nelo, me dice, que en algunas ocasiones también ha hecho cuévanos niñeros para sus hijos y nietos, así como para diferentes encargos, y que también se llama cuévana o canastra. Pero de los cuévanos y canastras hablaremos en otra ocasión.