domingo, 2 de febrero de 2020

















LA UTILIDAD DE LOS CUÉVANOS EN VALLES PASIEGOS

     La primera vez que vi una canastra, era yo muy pequeñita. Recuerdo que estaba en Villacarriedo, en el comercio de mi abuelo Pepe. Una señora de San Bartolo, entró con un cuévano a sus espaldas, yo los había visto muchas veces, tanto en Cayón como en Llerana de Saro, pero tan bonito como aquel, nunca mis ojos lo observaron. Era más clarito que los que yo conocía hasta entonces, de delicada construcción, sus “costillares” más anchos, pero lo que más me llamó la atención fue su vestimenta, nunca vi algo igual, estaba forrado de puntillas y fieltro de color rojo, adornado con cintas negras y tenía unos brazales de cuero por los que la señora metía los brazos como si de una mochila se tratase. En la parte superior llevaba un aro que más tarde he sabido que era de avellano e iba amarrado a dos agujeros en el cuévano. Este aro o “arquio” tenía como finalidad proteger al niño para que estuviese totalmente cubierto mediante un paño que se colocaba sobre él, de este modo se le preservaba de las inclemencias del tiempo y de igual manera pudiese respirar correctamente y evitar que la ropa cayese sobre él. También tenía como objetivo protegerle de los insectos.
     Mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar la señora con su cuévana, las mujeres que se encontraban en el comercio, incluida mi tía, se dirigieron a ella preguntándole por la niña. La señora esbozando una sonrisa hizo una maniobra, y posó la canastra en el suelo, y ahí pude ver que ese cuévano no contenía ni verde, ni leña, ni otros utensilios ¡Había un bebé!  Y esa canastra era su cunita. En Cayón nunca las vi, allí teníamos serones, cunas, cochecitos y sillas para transportar a los niños, pero no cuévanas. Mi admiración fue muy grande cuando la mamá apartó una colcha con flecos, una mantita de lana fina y una sábana con puntilla igual que la almohada. La pequeña dormía plácidamente, pero con la admiración y el murmullo de las señoras estuvo a punto de despertarse, la joven madre comenzó a balancear la canastra como cuando se mece una cuna, y es que en la base de la cuévana había dos soportes curvos en forma de media luna. Terminadas las compras, la señora volvió a poner la canastra sobre sus espaldas, la cabeza de la criatura quedaba a la altura del hombro derecho y los pies al lado izquierdo, de este modo, con un giro de cabeza podía observar a su pequeña hijita. Recientemente, hablando con mi amigo Neluco, el artesano de herramientas de madera que vivía en las montañas de Valles Pasiegos, y al decirme que también hacía canastras o cuévanos niñeros, recordé la primera vez que los vi. Nelo me decía que eran muy habituales en Vega de Pas, Selaya, y las zonas de alta montaña, pues de este modo, las pasiegas al mismo tiempo que cuidaban a sus hijos podían hacer las labores del campo, igualmente era muy cómodo cuando se hacían las mudas del ganado de cabaña a cabaña. Neluco me explicó que las canastras tienen las costillas más anchas que los demás cuévanos, los brazales son de cuero a diferencia de los otros que son de tiras de avellano trenzadas y que generalmente se fabrican de avellano o sauce, pero es más común hacerlos de avellano. Las tiras verticales se llaman “costrones” y las horizontales “costillas”. Estas canastras se utilizan para llevar a los niños hasta que tienen aproximadamente siete meses. Neluco sonreía y me decía: ¿Sabes? Antiguamente la vida de los pasiegos giraba en torno al cuévano, cuando nacían se les ponía en la canastra, para su trabajo estaban ligados al cuévano y cuando morían se les ponía en él para bajarles de las montañas. La cuévana o canastra lleva dentro unos trozos de cuero llamado “estuérdiga” o cuerdas de cáñamo sobre las que se coloca un jergón relleno de hojas de maíz (por su fácil secado) y una almohada cuyo interior es de lana. En el espacio libre entre las cuerdas que sujetaban el jergón y la base inferior, se guardaba lo necesario para alimentar y vestir al niño.
     Además de los cuévanos niñeros hay otros que también mi amigo Nelo fabricaba. Estos son: El de mayor capacidad es el cuévano “giro” “bombo” o “romeralo” en él se pueden transportar hasta cien kilos. Se usa principalmente para llevar el verde. Luego está el “coberteru” este lo usaban las mujeres para “traficar” por los mercados y en ellos transportaban los huevos, mantecas y quesos. Generalmente llevaban una “cesteña” de tela que se adosaba y sujetaba al cuévano en la parte superior con cuerdas o correas. Luego está el cuévano “trascolar” es el de menor tamaño, muy parecido al de “traficar”, pero este no tiene “cesteña” se utiliza para mudar, llevar leña u otros utensilios.
     






domingo, 19 de enero de 2020



















                FABRICANDO HERRAMIENTAS
                EN VALLES PASIEGOS

    Al desaparecer las ganaderías también desaparece otro oficio que estaba íntimamente ligado a ellas, como es la fabricación de herramientas y útiles para el trabajo. En Valles Pasiegos debido a su aislamiento, ya que las cabañas estaban muy dispersas, así como a la precariedad económica, los ganaderos se las ingeniaban para construir sus propios instrumentos con los materiales que tenían a su alcance, pero también es cierto, que no todos poseían la habilidad para hacer estos utensilios de manera correcta y con facilidad. Muchos de estos artesanos en sus ratos libres se dedicaban a su fabricación y más tarde vendían en las ferias o mercados; en el barrio de San Antonio en La Abadilla de Cayón, posteriormente en el barrio de Sarón (tras su traslado), Solares, Orejo, Selaya, Vega de Pas, en las ferias de San Lucas en Hoznayo, cualquier lugar era bueno para dar salida a sus mercancías. Muchos eran también los encargos que los vecinos les hacían. Este es el caso de Neluco, un ganadero que vivía en las montañas de Valles Pasiegos. Él había aprendido de su padre y este del suyo, el oficio de hacer utensilios para el trabajo y con ello se sacaban un sobresueldo que tanta falta les hacía.
     Según me contaba el bueno de Nelo, la mejor época para cortar la madera es en la menguante de enero, y no todas las herramientas llevan la misma. Los rastrillos tienen que ser de fresno, pero este, no sirve para hacer muebles porque no tiene vetas, según sus palabras.
      A estos árboles también se les conoce en muchos lugares como “el árbol de la buena suerte” esto dicen las creencias antiguas. Es perfecto para dar sombra por su denso follaje y su gran tamaño, de ahí que en muchos prados existan para dar cobijo al ganado en los días de fuertes calores. Es un árbol de hoja caduca y ya en época romana era empleado para la construcción de alambradas y tapias por la calidad de su madera. Si está bien conservado puede vivir entre 80 y 100 años. También cuenta con propiedades medicinales. Según mi amigo Neluco, él hace los rastrillos de fresno, fabrica los “pinos” en bruto y los va mojando para meterlos en los agujeros que previamente ha hecho, “que estén bien prietos” y ya después les da la forma. El mango también se puede hacer de fresno, pero a él le gusta más hacerlos de palo de avellano porque es muy ligero y fino, para no lijarse las manos.
     Igualmente, hace rodillos para sacar el abono con madera de haya, alisa o castaño, al que da la forma casi triangular, aunque redondeada, y también le pone el mango de avellano y lo “empina” bien, para que no se salga. Así mismo los hace para dalles, el asta ha de ser de fresno, la manguía corva de haya y la manguía derecha de fresno. Y no olvidarse de las “empinas” para que no se salga. El dalle se lo tiene que poner el herrero.
     Neluco, hace cebillas de todos los tamaños, para los diferentes ganados, estas sirven para amarrar a los animales como si de un collar de madera se tratase. Se hacen con madera de fresno porque es más flexible a la hora de doblarla, hay que cortarle y antes de ocho días trabajarle, (domarle), porque si se tarda más la madera no dobla. Tiene que ser verde. Dependiendo del grosor del fresno se divide en varios trozos. En la parte del centro de la cebilla, se hace más fino, para que sea más fácil doblarla (domarla) después se amarra para que no se endereche. Y más tarde se le mete en los agujeros, que previamente se han hecho en ambos extremos, la llavija o llave, que se hace con un trozo de avellano o de fresno, generalmente de avellano porque a la hora de trabajarlo es más blando. Se debe de tener entre quince o veinte días para que seque. Neluco también hace mangos para azadas, azadillos, hachas y todo tipo de herramientas para el campo,  así como los famosos palos de avellano para arrear el ganado o para los tratantes, ya que es uno de sus símbolos, junto con el blusón.
     Pero este ganadero fabricante de herramientas o artesano, no solamente hace útiles para el trabajo, también prepara cabrios o vigas de madera para cabañas, si se los encargan. Utiliza el castaño o roble, después de pelarlos y labrarlos conviene dejarlos dos meses a secar para que “asiente” un poco.
     El bueno de Nelo, me dice, que en algunas ocasiones también ha hecho cuévanos niñeros para sus hijos y nietos, así como para diferentes encargos, y que también se llama cuévana o canastra. Pero de los cuévanos y canastras hablaremos en otra ocasión.
    
     
    


domingo, 5 de enero de 2020
















NOCHE DE REYES EN VALLES PASIEGOS

     Ya estamos celebrando las fiestas de Navidad, y con ellas, la llegada de los tres Reyes Magos, hombres sabios como se les conocía en la antigüedad. El día seis de enero celebramos la Epifanía del Señor y la noche anterior ha sido declarada como noche de Reyes. La primera referencia de que eran tres, la da el escritor eclesiástico Orígenes, en el siglo III. El nombre de los Reyes Magos aparece por primera vez en un mosaico en San Apollinaire Nuovo en Rávena, Italia. Dicho mosaico data del siglo VI y en él podemos observar tres hombres de diferentes edades vestidos al modo persa, como si de reyes o nobles se tratara. Sobre ellos, sus nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar. En el siglo XV aparece por primera vez Baltasar con tez negra, y de este modo, los tres Reyes Magos de Oriente, como los conocemos en la tradición cristiana, además de representar las diferentes edades, también representarán las tres razas de la Edad Media. Melchor, un hombre anciano, de pelo y barbas blancas, encarnará a los europeos, Gaspar, el más joven, de pelo rubio, a los asiáticos y Baltasar de edad mediana, piel negra a los africanos. Será a partir del siglo XIX cuando en España comienza a celebrarse la Noche de Reyes y se convertirá en una fiesta en la que los niños recibirán regalos. Esto viene copiado de otros países en los que el día de Navidad se homenajeaba a San Nicolás de Myra como lo llamaban en Oriente o San Nicolás de Bari en Occidente. Este obispo tenía la cualidad de dar regalos en invierno. La primera cabalgata se realiza en Alcoy, Alicante, en 1866 y a partir de 1885 se hace de forma continuada, curiosamente en 1914 no se pudo hacer debido a una gran nevada. Esta gran cabalgata empezaba en el Hospital de Oliver con la visita a enfermos y el reparto de juguetes a los niños más necesitados, ya que tenía un fin benéfico. A la cabalgata de Alcoy le siguió la de Granada en 1912, posteriormente se extiende al resto del país.  Estos magos o sacerdotes persas investigaban en las estrellas su deseo de encontrar a Dios. Y tras descubrir y seguir una a la que se conoce como “estrella de Belén”, buscan al rey de los judíos que ya ha nacido y presentan ofrendas de oro, incienso y mirra. Oro como rey, incienso como Dios y mirra como hombre. Los restos de estos hombres sabios que estudiaban las estrellas, según cuenta la leyenda, se encuentran en la Catedral de Colonia en Alemania, donde está el llamado “Relicario de los Tres Reyes Magos”. Se dice que este sarcófago triple dorado contiene los huesos de los Magos de Oriente.
     Desde el comienzo de la celebración de la Noche de Reyes mucho han evolucionado las cabalgatas, actualmente raro es el pueblo donde no se celebren dichos cortejos. Y Valles Pasiegos no es la excepción, en ellas podemos ver la gran imaginación mezclada con nuestras costumbres, que dan un pintoresco colorido y hacen brillar los ojos de nuestros niños, que, con sus caritas de admiración, no pierden detalle del cortejo lleno de paquetes con grandes lazos, pero sus nervios les delatan cuando ven a los tres Reyes Magos acompañados de sus pajes que les envían besos y caramelos. Gran fama tienen las Cabalgatas de Santa María de Cayón, Saro, Villacarriedo y Selaya. Pero si algo nos llama la atención de la Navidad y los niños, son sus cartas pidiendo sus regalos, o esos dibujos y cuentos cuya temática es la Navidad. A través de sus dibujos podemos observar el sentir de los niños, ver el mundo que les rodea, cómo ven ellos la Navidad, cómo su mente imagina ese dibujo que su manita plasmará con el lápiz sobre el papel y más tarde coloreará con los colores que su imaginación le indica.
     Me gustaría finalizar este escrito en un día tan especial  con un poema escrito por mí para la Noche de Reyes:

"NOCHE DE REYES"

Noche mágica,
Noche de Reyes,
Noche de ilusiones
Y esperanzas.

Niño, 
Limpia tus zapatos
¡Que brillen!
Date prisa,
se acerca la noche.

Corre,
Baja tres panojas del desván. 
Los camellos estarán cansados
Y hambrientos.
Hoy es tanto el esfuerzo...
Hay tanto trabajo...

Espera, niño,
No te olvides,
Tres copitas de anís
Habrás de poner.
Que la noche 
Está muy fría.

Y enseguida, 
A la cama has de ir.
Reza tus oraciones
Y a dormir.




domingo, 15 de diciembre de 2019

















EL IMPORTANTE PAPEL DE LA MUJER RURAL EN LA ECONOMÍA
     Muchas veces he pensado que sería de nuestra economía y de nuestra vida sin la aportación del trabajo de la mujer. Desde el principio de los tiempos, Cantabria ha sido matriarcal. El papel de la mujer cántabra ha tenido gran importancia en nuestra cultura, así como en nuestra economía. En el mundo agrícola, en la antigüedad, ellas eran quienes heredaban las tierras.
     La mujer cántabra siempre ha sido pieza fundamental del sistema económico, a diferencia de la de otras regiones, compartían en igualdad con los hombres las tareas del campo y gestionaban juntos sus ganaderías, así como sus beneficios.
     Durante los siglos XVII y XVIII incluso se mezclan los derechos entre hombres y mujeres. Matriarcado y patriarcado, y en valles como el de Toranzo, se da curiosamente el caso de que los hijos varones heredaban el apellido del padre. Por el contrario, las hijas heredaban el apellido materno.
     Hasta nuestros tiempos en el mundo rural siguen participando el hombre y la mujer, y muchas de las ganaderías están a nombre de las mujeres.
     ¿Quién no ha visto por los pueblos de Valles Pasiegos a mujeres arreando las vacas en las mudas de cabaña a cabaña? Aún recuerdo a una familia en Vega de Pas formada por una madre, y tres hijos, cuyas edades oscilaban entre los doce y tres añitos. En el Túnel de la Engaña había una fiesta regionalista reivindicando el ferrocarril Santander-Mediterráneo. De esto hace ya unos cuantos años. Pues bien, esta peculiar familia iba de muda desde Yera hasta un poquito más arriba de una cascada que se encuentra camino a Espinosa de los Monteros, allí tenían dos cabañas. Lo sé, porque a mi regreso del citado pueblo, los recogí, pues estaban haciendo auto stop. Pude comprobar que la señora era viuda y se había quedado sola con sus tres hijos y ella era la encargada de gestionar su ganadería. Este es un claro ejemplo de la mujer rural. ¿Y quién no ha visto a una señora, incluso ya entradita en años, cargar en sus espaldas el cuévano cargado de verde o hierba seca? Doy fe, que no es tarea fácil portar estos cuévanos, por su gran peso, especialmente si son de verde. Y, sin embargo, muchas de nuestras mujeres de Valles Pasiegos, aún los llevan a sus espaldas. El ordeñar las vacas a mano o con las nuevas ordeñadoras, tampoco es exclusividad del hombre. Muchas mujeres también lo hacen, al igual que segar, tanto a dalle, como con segadora de peine. El mundo de la mujer rural es muy duro, recuerdo en una manifestación de ganaderos pidiendo la subida del litro de leche, a un productor hablando. Sus palabras se quedaron grabadas en mi mente. Fueron las siguientes: “Nuestras mujeres no tienen sortijas, ni joyas, sus sortijas son los callos producidos por un trabajo duro en el campo, mal pagado, para que otras mujeres, si las puedan lucir a costa de la precariedad de las nuestras” Estas palabras me impresionaron y me hicieron meditar sobre las condiciones tan duras en las que viven nuestras mujeres ganaderas. Pero si algo me llamó alguna vez la atención, fue en un pueblecito de Valles Pasiegos, en Llerana de Saro, ver a una mujer ganadera, tumbada en el suelo, clavando el picacho en la tierra para picar el dalle, allí de medio lado, apoyando el asta en la pierna y la hoja en el picacho, con un recipiente de agua para mojar el martillo, con el que dejaría plana la hoja, al estirar el metal dejándolo muy fino, eso es otra prueba de como la mujer ganadera es capaz de hacer todas las tareas en su ganadería, por muy complicadas que estas sean. Luego, cogió una pizarra o piedra de afilar, la metió en la colodra, la amarró a su cintura, cogió el dalle y la rastrilla y los puso sobre su hombro y con las mismas, se fue a segar. No me quedan más que palabras de admiración para estas mujeres rurales, mujeres ganaderas, que día tras día, atienden sus ganados codo con codo, con sus esposos. Ellas son la base de la economía de un sector que está desapareciendo por la poca ayuda de los gobiernos y empresas, y con ello se están vaciando los pueblos de “La España vaciada” que tan de moda están poniendo nuestros políticos, pero que ellos solitos, han abocado a esta situación, por todos los impedimentos que han puesto a nuestros ganaderos y agricultores, importando de otros países los productos que nosotros tenemos que dejar de producir. Invito a los políticos para que dejen la palabrería y se pongan las pilas, antes de que nuestra ganadería y agricultura desaparezcan por completo y eviten la tan temida para ellos “España vaciada”. 
    

domingo, 24 de noviembre de 2019













LA FIGURA DEL HERRADOR EN VALLES
PASIEGOS, PENAGOS Y TRASMIERA

Recuerdo que la primera vez que vi a un herrador era muy pequeñita, fue al lado de mi casa, junto a la cuadra de mis vecinos. Yo siempre he tenido un gran cariño a los animales, especialmente a los caballos y perros. Pues bien, al ver a aquel señor que, según mis criterios de niña, estaba maltratando a mi caballo favorito, y al no comprender el motivo, me enfadé mucho. Ver a ese individuo con tenazas, martillo… agarrando la mano del caballo y cortando sus cascos, fue una sensación que me crispó e increpé al bueno del herrador que más tarde supe que se llamaba Toño. –No le hagas daño al caballo, déjale, vete a tu casa, eres muy malo. Recuerdo como reían mis vecinos. - Mírala, no se la ve por el suelo, pero hay que ver las narices que tiene. Mi vecina Matilde, me cogió de la manita y me dijo: - Que no le están haciendo daño al caballo, mira, le están cortando las uñas, es como cuando tú tienes las uñas largas ¿a qué tu madre también te las corta? Pues con el caballo pasa lo mismo, hay que arreglarle los cascos y recortárselos porque si le crecen mucho, se pueden poner malitos de los tendones y articulaciones. ¿Y tú no quieres que el caballito se ponga malo verdad? –Pues no, contesté. Y ese hierro ¿por qué se lo ponen? Y lo clavan con un martillo. Pobre caballo, yo no quiero que le hagan daño. Nuevamente volvieron a reír. Toño el herrador dijo: -Matilde, te va a costar convencerla. –Mira, me dijo mi vecina, eso son las herraduras, que son para los caballos lo mismo que para ti esos zapatos, y para bien, cada cuarenta y cinco o cincuenta días, hay que herrarle para que el caballo no sufra de sus patitas. Y mira, cada caballo tiene un número diferente de casco, como cada persona tiene un número distinto de pie, e igual que nosotros, ellos necesitan su zapato, en este caso, su herradura adecuada, para protegerle sus pies.
     Más tarde supe, que las herraduras en algunas ocasiones, eran los propios herradores quienes las hacían, pero en la mayoría de los casos, las compraban ya hechas en las fábricas, y como muy bien me dijo mi vecina, tienen diferente numeración.
     Hoy en día la figura del herrador no es tan común, es un oficio que a pesar de que en la actualidad está repuntando e incluso hay escuelas de herraje donde se aprende el oficio, que, por cierto, no es nada fácil obtener el título oficial, pues se les exige conocer a la perfección, tanto el casco del caballo, como tener conocimientos de ortopedia y radiología, pues deben de ser capaces de leer una radiografía para hacer un óptimo trabajo. En la actualidad este oficio está muy bien pagado y se enfoca más al ámbito deportivo, turismo ecuestre, espacios inaccesibles para el automóvil, etc., pero antiguamente gozó de gran importancia desde la Edad Media hasta la modernidad con la revolución industrial. Y es en este periodo donde la figura del herrador tuvo su época dorada ya que el número de équidos era muy elevado, raro era la casa en Valles Pasiegos, Penagos, Trasmiera, donde en sus cuadras no contaran con algún caballo, asno, mulo e incluso vacas de tiro y labranza. Cada zona; Vega de Pas, Selaya, Saro, Vega de Villafufre, Santa María de Cayón, etc., contaba con su herrador, que bien en su propia fragua o de manera ambulante daba servicio a los vecinos.  En la zona de Santa María de Cayón gozaron de gran prestigio por su buen hacer D. Pedro Huerta y posteriormente su hijo D. Antonio, más conocido como Toño el herrador. Así como en Selaya tuvo gran fama Balbino; en Vega de Villafufre Narciso y en Saro Luis Quintial. Un buen herrador es un tesoro, pues de él depende la buena salud y bienestar del animal.
     Entre las herramientas utilizadas por los herradores se encuentran las siguientes: El Bolo que es donde se meten todas las herramientas. Martillo de nylon que sirve para descalzar. Descalzador. Gubia de embutir. Martillo de clavar. Tenazas de descalzar, Tenazas de corte. Escofina. Tenaza de remachar los clavos (para evitar dar golpes con el martillo, pues contra menos golpes se le dé, mejor). Legra para cortar.
     La modernidad trajo consigo los tractores y otros útiles modernos de labranza, así como los automóviles y disminuyeron drásticamente los animales y con ellos los herradores.
    


domingo, 3 de noviembre de 2019










LOS EDIFICIOS QUE OCUPARON EL AYUNTAMIENTO DE SANTA MÁRÍA DE CAYÓN EN VALLES PASIEGOS

   Hoy voy a hablar sobre los diferentes edificios conocidos que han sido destinados a nuestra Administración Local a través de los tiempos, y alguna de sus anécdotas. El primer edificio se encontraba en el barrio El Tragüezo, uno de los barrios más importantes del pueblo de Santa María de Cayón. Se construyó en el año 1830, sobre las ruinas de otra edificación que se llevó una de las grandes crecidas del río. En este lugar, probablemente, se edificó la Casa Consistorial porque por allí pasaba la carretera o camino real, como lo llamaban antiguamente, que iba a Vega de Villafufre, Villacarriedo, Selaya, y otros lugares de Valles Pasiegos, cruzando el río Pisueña a través de un puente de madera, y seguía por la ladera del monte, para salir al puente de El Diablo.
   El río Pisueña ha tenido muchas y graves crecidas, llevándose o dañando seriamente el puente que unía a ambos lados del camino real, tanto es así, que debido a la importancia que éste tenía para las localidades de los alrededores, le tenían como bien de interés común y los daños eran sufragados entre las diferentes comunidades.
   Tengo que mencionar también, que entre los años 1833 a 1860 Lloreda fue un Ayuntamiento propio e independiente, cabeza del municipio que llevaba su propio nombre y se unió a Santa María de Cayón definitivamente, por el Decreto promovido por el Ministro de Justicia D. Javier de Burgos, bajo el reinado de S.M. regente doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, siendo agregadas las comunidades menores de Totero y Esles.
   Del edificio del barrio El Tragüezo se pasó al barrio El Sombrero, al solar donde la Sociedad Nestlé construyó y donó al Real Valle de Cayón en el año 1929 su nuevo Ayuntamiento con motivo de la conmemoración del 25 aniversario de su instalación en el Valle.
   Esta construcción fue incendiada y destruida interiormente, en tiempos de la República, el 27 de agosto de 1935, quemándose toda la documentación antigua con la historia del Municipio, así como también la administrativa de la Corporación, salvándose únicamente, la del Juzgado Municipal, instalado en la primera planta y que la juventud del pueblo libró de las llamas. Posteriormente fue reconstruido todo el edificio, también por la Sociedad Nestlé y de nuevo entregado al Municipio en el año 1936. Como anécdota diré, que siempre oí a los mayores del pueblo, que este hecho fue una auténtica desgracia para los vecinos del valle de Cayón, pues entre otros documentos muy importantes, había un contrato entre la Sociedad Nestlé y el Ayuntamiento de Santa María de Cayón, en que los trabajadores del valle tendrían preferencia a la hora de entrar a trabajar en la fábrica, sobre los de otras localidades, pero tras la destrucción de los documentos, todo cambió.
   El edifico donado por la Sociedad Nestlé es una hermosa edificación de estilo modernista que se encuentra ubicado dentro de una finca rodeada por un muro de piedra y está adornada por varios árboles, entre los que se incluyen algunos catalogados como singulares. Tiene una torre hecha con piedra de sillería y en la planta inferior cuatro arcos de medio punto dan acceso al soportal. En la parte superior de la torre hay una campana con decoración de forja y un reloj donado por D. Pedro Manuel Cobo y Bustamante en el año 1929. Fue éste, vecino de Esles. Dicho reloj fue encargado a la fábrica de relojes de torre y fundición de campanas, Viuda de Moisés Diez, ubicada en Palencia y se colocó el 3 de febrero de 1930 por un mecánico y su ayudante, venidos desde dicha ciudad.
   Posteriormente, en el año 2003 se inaugura la ampliación de la Casa Consistorial para cubrir las nuevas necesidades administrativas. Siendo sufragadas dichas obras por el Gobierno de Cantabria. Esta construcción ha sido diseñada por el arquitecto Jaime Páez Maña siguiendo el estilo modernista de la primera construcción.
   De los pocos documentos salvados de la inundación del valle por el río Pisueña en 1834 y del incendio en 1935 había un libro de actas que encabezaba las mismas con las palabras: “EN EL REAL VALLE DE CAYÓN”, Título confirmado por la Dirección del Archivo de Simancas, en el libro 40, folio 146, año 1753.
   Dichos documentos dejan constancia de 1929 de todos los nombres que constituían el Ayuntamiento, siendo alcalde en dichos años D. Higinio Gómez Rapado, también anota los componentes de las Juntas Vecinales de cada pueblo y todas las Juntas Locales que lo administraban, con sus respectivos cargos. Las Juntas eran las siguientes:
Junta Local de Primera Enseñanza.
Junta de Beneficencia.
Junta de Protección de Animales y Plantas.
Junta de la Fiesta del Árbol.
Junta de Amillaramiento.
Junta de Sanidad.
Junta de Protección de la Infancia.
Junta de Información Agrícola.
Junta de Consejo de Trabajo.
Junta del Catastro.
Junta del Censo Electoral.
En total, aquella Administración Local contaba con once Juntas Asesoras. El Señor Alcalde presidía todas ellas y el Secretario Municipal, actuaba como tal en cada una de ellas. 


domingo, 13 de octubre de 2019












CURTIDORES, CORTADORES Y ZAPATEROS EN VALLES PASIEGOS
     El tema que hoy me ocupa tiene un gran valor sentimental para mí, pues es la historia de una saga familiar, la mía.
     Corría la década de 1850 cuando mi tatarabuelo Martín Ruiloba, hijo de José María Ruiloba y Tomasa, de profesión artesano del calzado y natural de Novales en Alfoz de Lloredo, decide trasladarse junto con su esposa Rosario González para dar servicio de zapatería al colegio de los Padres Escolapios de Villacarriedo. Entre sus pertenencias, viaja con las herramientas básicas para comenzar su vida profesional, viene de un pueblo y una familia con tradición de zapateros. Junto con su flamante esposa emprenden una nueva vida. En Carriedo, como lo conocemos familiarmente, nacen todos sus hijos, entre los que se encuentra mi bisabuelo Plácido Ruiloba. Martín se dedica al servicio de zapatería para el colegio, así como presta sus servicios a los vecinos del valle. Es un hombre muy afable y con un gran don de la palabra. Él conoce muy bien su oficio y no tardará en tener gran popularidad entre los vecinos. Tras una vida dedicada a la profesión de zapatero, es su hijo Plácido quien toma el relevo, pues su otro hijo, Gregorio, decide irse a Cuba. Mi bisabuelo, es un hombre con gran visión comercial y pone en marcha una fábrica o taller de calzado artesano que llega a contar con diez trabajadores, cada quien tiene su misión en la cadena de fabricación, uno corta la piel, se lo pasa a otro que la coserá y así sucesivamente hasta llegar al último, cuando el zapato está terminado. Pronto goza de gran popularidad y su calzado es solicitado por todos los rincones de valles pasiegos. Puntualmente viaja a la capital, a Santander, en su caballo rojo, en busca de materiales para su negocio. Es cliente habitual de la fábrica de curtidos de cuero Mendicouague situada en el Paseo del Alta, actual Paseo de General Dávila. Esta era la empresa más antigua de Cantabria ya que desde su apertura hasta su cierre en el año 2000 trabajó durante 239 años. Esta empresa tenía productos de muy buena calidad y era experta en curtir y tintar pieles. Mi bisabuelo Plácido Ruiloba aprovechaba el viaje para ir a la calle Tetuán, a la fábrica La Societé General des Cirages Françaises et Forges d´Hennebon para comprar las latas de betún para calzado que fabricaba con el nombre de “Eclipse”. La fábrica era conocida como “la cirages” o “la fábrica de betún”. Además de este producto fabricaba envases y latas de hojalata de todo tipo, para café, galletas, aceite, etc. Esta factoría tenía edificaciones a ambos lados de la calle y se comunicaban dichos edificios a través de un puente. Tenía una gran chimenea que se podía ver desde Puerto Chico, por detrás de la fábrica de azúcar que ocupaba los terrenos del actual colegio Padres Escolapios o Calasanz de Santander. Fue en uno de estos viajes de negocios donde conoció a la que sería su esposa, Hermenegilda Pérez Fuentes Pila, conocida como Gilda, de quien he heredado mi nombre. Mi bisabuela Gilda era vasca, de Balmaseda. Trabajaba en Bilbao en una fábrica de pieles y curtidos hasta que se presentó a un concurso de corte de piel y quedó campeona de España, esto cambiaría su vida. La empresa Mendicouague de Santander la contrató y es ahí donde se enamoraría de mi bisabuelo, para posteriormente casarse en la iglesia de “El Cristo” en Santander y trasladarse a Villacarriedo donde formó parte de la empresa familiar y ni que decir tiene que, a raíz de ahí, fue ella la encargada de cortar la piel para fabricar el calzado, pues nadie la igualaba en este arte. Todos sus hijos varones, entre los que se encontraba mi abuelo José Joaquín Ruiloba, conocido como Pepe, aprendieron el arte de confeccionar calzado, tanto es así, que cuando eran jóvenes, tenían la tarea de hacer un par de zapatos o botines diarios, cada uno, y hasta que no lo acabasen no podían salir de fiesta. Una anécdota es que uno de mis tíos deseaba mucho ir a una fiesta, pero su padre no lo dejaba ir, él le dijo: -Si me dejas ir, hago dos pares de botines antes de salir. Su padre al ver el gran interés que tenía le dijo: - Está bien, pero hasta que no los hagas, no te vas. Tal vez se lo dijo pensando que no los iba a acabar, pero mi tío era muy rápido en su trabajo y más aquel día que tanto le interesaba irse de fiesta. Y para asombro de su padre, terminó los dos pares de botines y se fue. Mi abuelo heredó de su madre el arte de cortar, era un gran cortador de piel, pero sus sueños de juventud lo llevaron por otros caminos y se fue primeramente a Cuba, a la plantación de su tío Gregorio, más tarde estuvo en Pensilvania de intérprete de inglés, idioma que hablaba a la perfección, posteriormente en Filadelfia para terminar en México. Allí se casó con una española, mi abuela Isabel Casasola. Tuvieron varios negocios además de una peletería, sin duda, mi abuelo al conocer el mundo de la piel, optó por esta profesión. Varias veces le robaron los establecimientos, pues la delincuencia en México estaba a la orden del día, hasta que se hartó y decidió regresar a España. Compró varios baúles, que llenó con pieles y cueros, con la intención de construir una fábrica de calzado en Villacarriedo, y formar una sociedad junto a uno de sus hermanos. Cuando regresaban y estando en alta mar estalló la guerra civil española y no pudieron entrar en España, estuvo junto a mi abuela, mi padre y mi tía Gloria por toda Europa hasta que acabó la guerra y pudieron regresar a Villacarriedo. Una vez en casa, su hermano no quiso entrar en la sociedad de la fábrica por lo que decidió vender todas las pieles a una empresa, obteniendo un gran beneficio, pues acabada la guerra las cosas cambiaron mucho. La fabricación de curtidos se vio muy beneficiada con la guerra, pues al agotarse las existencias por el conflicto, el producto adquirió un precio elevadísimo y se revalorizó un 200 por ciento pues a menor oferta mayor precio y esto le sirvió a mi abuelo para colocar las pieles traídas desde México con tanta ilusión, en una empresa de curtidos, obteniendo grandes beneficios. Un hermano de mi abuelo, Plácido Ruiloba, conocido como Pasín, siguió los pasos de sus ancestros. Mi abuelo se dedicó a otro tipo de negocios. Y así, mi familia ha contribuido en Valles Pasiegos con su saber hacer dentro de la artesanía del calzado.