LOS “HAIGAS” EN VALLES PASIEGOS
Siempre se ha dicho que la etapa más
bonita de la vida es la infancia. Yo creo que cada edad tiene su encanto.
Aunque bien es cierto, que mi mente con frecuencia recuerda los buenos momentos
vividos en ella. Recientemente recordaba uno de tantos días en casa de mis
abuelos en Villacarriedo, cuando era pequeñita, en este aspecto fui
privilegiada, pues al tener ellos un comercio, me permitió conocer a todos los
vecinos de este pueblo y a la mayoría del valle de Carriedo. Por la tienda
pasaban todo tipo de personas, madres que hablaban de lo bien que les iba a sus
hijos en México, y orgullosas contaban en que trabajaban y esperaban ansiosas sus
cartas o el momento de volver a verlos y abrazarlos, otras hablaban del campo,
que una vaca se les había enfermado y estaban esperando al veterinario. Yo,
jugaba y observaba todas aquellas escenas.
Reconozco que mi abuelo tenía gran visión
comercial, pocas tiendas en aquellos tiempos gozaban de exquisiteces o
delicatessen como la que él tenía, pero claro, contaba con clientela para estos
productos.
Recuerdo a los antiguos dueños del Palacio
de Soñanes, doña María Luisa y don Gonzalo. La antigua señora del palacio, era
una dama que siempre me cautivó por su elegancia y sencillez innata. Esbelta,
con el pelo blanco recogido en un moño, de delicados movimientos y con una
sonrisa que pareciese formar parte de su figura. Siempre amable, solía acudir
al supermercado para hacer los pedidos que posteriormente le llevaban mis tíos.
Con frecuencia yo iba con ellos al palacio y allí los dejaban en la gran
cocina. Recuerdo ver ese espectacular monumento que al observarlo en el
exterior te deja sin palabras por su belleza absorbente, pero sin duda alguna,
lo que me cautivó fue la preciosa escalera, nunca había visto algo igual,
parecía sacada de los cuentos de hadas que yo leía en aquellos tiempos.
Un día doña María Luisa acudió al comercio
e hizo un gran pedido, con abundantes delicatessen, pues en fechas cercanas se
daría una fiesta en palacio. Recuerdo esos momentos en Soñanes, en aquella
época eran muy pocos los coches que circulaban, pero Carriedo en esas jornadas se
llenaba de vehículos muy lujosos. A mí me gustaba sentarme en un banco de
piedra situado en el exterior de la tienda donde solía estar el anciano padre
del cura del pueblo, un señor muy agradable que me daba caramelos. Cuando los
vehículos subían en dirección al palacio, los vecinos miraban con curiosidad
los automóviles desfilar, uno tras otro. Y algunos de los curiosos decían: “Menudos
haigas que suben, esos no valen cuatro perras”. Mi curiosidad de niña comenzó
con los por qué. ¿Por qué se llama haiga, si es un coche? El padre del cura con
toda la paciencia del mundo me respondió: -Mira, una vez se fue el hijo de un
pasiego a hacer fortuna a las Américas, y cuando iba a volver le dijo al padre que
quería traer un coche, y éste le respondió: -Pues trae el mejor que haiga, para
que los vecinos vean lo bien que te ha ido, compra el más grande, vistoso,
elegante y caro, vamos, el mejor que haiga. Y por eso a los coches caros y
lujosos también se les conoce como haigas en los Valles Pasiegos.