domingo, 30 de octubre de 2022

 








LA VEGANA Y SU ESPOSO

     Muchas veces nos encontramos con historias verdaderamente apasionantes. Estando con mi amiga Marián Castillo, comentábamos como nos gusta investigar sobre las costumbres y tradiciones de nuestro territorio pasiego. De esas mujeres valientes, sufridas, trabajadoras, emprendedoras, con carácter, que componen nuestra tierra. Ellas han sido y son nuestro orgullo, los pilares fundamentales en los que se ha basado desde la antigüedad la familia.

     Vi como a medida que hablábamos mi amiga se enorgullecía recordando a su bisabuela Juana. Me contó las historias de su antepasada y su esposo y he querido compartirlas con todos vosotros, porque pienso que deben ser conocidas, son nuestro patrimonio cultural, algo que nunca debemos olvidar.

     Juana Martínez Pelayo, nació en Vega de Pas en 1869 y falleció en Buenos Aires en 1955 donde había emigrado con su hija menor, y anteriormente lo hicieron otros dos de sus hijos.

Nuestra protagonista de hoy contrajo matrimonio con Urbano Castillo Sánchez que nació en Monzón de Campos, Palencia y murió en Muriedas en 1938 a los 70 años. Tuvieron 18 hijos de los cuales vivieron 12.

     Juana fue una mujer como tantas otras en aquella época, que les tocó sufrir en carne propia la crueldad de la guerra civil. Uno de sus hijos, Luis, estuvo en el barco prisión Alfonso Pérez y lo asesinaron despeñándolo por el Faro de Santander. A su hijo Alejandro, lo acribillaron a balazos en Cabeza de Puente de Balaguer, cuando intentaba pasar el puente para llegar junto a su esposa María Luisa y conocer a su pequeño Alejandro que acababa de nacer.

      Era una mujer emprendedora donde las hay, fundó el bar “La Vegana” casa de comidas en Boo de Guarnizo en 1928. Pasados los años y tras mucho trabajo y lucha para darle la fama y el prestigio del que gozó y que aún sigue disfrutando, lo traspasó.

     Juana según el boca a boca entre su familia resulta ser familia directa del marqués de Valdecilla y Pelayo, por parte materna. La Vegana quedó huérfana de madre a edad muy temprana y su padre se volvió a casar en segundas nupcias, por lo que perdió el contacto con la familia materna.

     Su esposo por su trabajo tuvo múltiples destinos como era habitual dentro de la benemérita. De hecho, cada uno de sus hijos nació en diferentes pueblos de Cantabria por donde el matrimonio iba pasando. Estando en uno de esos destinos, concretamente en Barreda, participó en el salvamento de 16 niños y una anciana en la noche del 14 al 15 de mayo de 1913, donde hubo unas terribles inundaciones acaecidas en Polanco. El sargento Urbano Castillo con gran heroísmo y sin importarle el gran peligro que corría, pues el agua le llegaba a la cintura, la noche estaba muy oscura y la lluvia no dejaba de caer torrencialmente, junto a sus compañeros fue salvando uno a uno, con gran peligrosidad para sus propias vidas a los 16 niños y a la anciana que muy asustados gritaban pidiendo ayuda. Motivo por el que fue condecorado. Obtuvo una segunda condecoración, en otra ocasión, por participar en la detención de unos criminales huidos de la cárcel y que lograron capturar en el monte.

     Urbano Castillo Sánchez vivió otra experiencia siendo cabo. En la noche del 25 de julio de 1891 cuando dos pastores se dirigían a sus casas en el pueblo de Orzales, salieron a su encuentro dos individuos que arrojándose sobre uno de ellos le asestaron en la cabeza dos estacazos hiriéndole gravemente. El otro pastor venía más rezagado y al escuchar los gritos corrió para ayudarle, pero uno de los desalmados asesinos le dio un garrotazo partiéndole el cráneo. Los criminales huyeron junto a otros cómplices que estaban escondidos. El pastor mal herido pudo llegar arrastrándose al pueblo y las autoridades llegaron a la conclusión de que los dos habían discutido y el mal herido había asesinado a su compañero.  Pasó un año en la cárcel donde enfermó del corazón, pasado este tiempo y al no encontrar pruebas suficientes fue liberado, muriendo al poco tiempo con la frustración de que no se hubiese descubierto a los culpables.

     Transcurridos quince años y gracias al entonces cabo Urbano Castillo, se logró descubrir a los verdaderos asesinos, que lo pusieron muy difícil, pues eran poderosos, adinerados y con muchas influencias.

      Urbano Castillo alcanzó el grado de Teniente de la Guardia Civil y fue condecorado con la Cruz de Beneficencia y dos Cruces de Mérito Militar Blanca.

     Descendiente de estos dos protagonistas de hoy es el conocido coreógrafo Poty (Javier Castillo Arco).

 


domingo, 16 de octubre de 2022

 



EL LUTO EN NUESTROS VALLES

     Recientemente mirando el álbum familiar me topé con unas imágenes que me hicieron reflexionar, y pensé que en esta ocasión las cosas han cambiado para bien. Vi unas fotografías de una niña de cuatro años, vestida de luto riguroso y un gran lazo negro en su cabeza, pues su madre había muerto. ¿Cómo podía suceder algo así? Era muy pequeñita. Esto me llevó a reflexionar y recordar otros tiempos, cuando la mayoría de las mujeres de la edad de mi abuela vestían de negro y ya no se deshacían de este color. Vestidos, delantal, pañuelo, medias, zapatillas e incluso la ropa interior, todo era de ese color. No lo hacían por elegancia, todo lo contrario, era luto. Podían tener cincuenta o sesenta años y ya parecían unas ancianas.

       Recuerdo ver a mis vecinas en Cayón como teñían la ropa cuando algún familiar fallecía. En la calle, en baldes de agua sobre el fuego añadían un tinte que consistía en unas pastillas negras. Las compraban en la tienda del pueblo o en la droguería Quindos en Sarón, y las envolvían en un trapo, posteriormente introducían la ropa y la iban dando vueltas en el agua caliente, con un palo, mientras las prendas iban tomando el color negro. Seguidamente las dejaban enfriar, y después las aclaraban poniendo en el agua vinagre y sal, pregunté el porqué del vinagre y la sal, pues no entendía como se le podía echar cosas que eran para cocinar. La respuesta vino con una sonrisa, el vinagre es para dar brillo a la ropa y la sal para que el tinte no se corriese.

     El color negro para el luto se remonta a la época de los romanos, posteriormente se cambió al blanco y en tiempos de los Reyes Católicos se volvió a introducir el color negro. Los monarcas fueron muy rígidos en el protocolo del luto, tanto que incluso el Concilio de Toledo lo reprobó.

     Las mujeres siempre han sido las más perjudicadas en los lutos ya que lo han llevado durante largos años. Había tiempos establecidos, si fallecía el marido, esposa o hijos sería de dos años; para los padres un año; y seis meses para los hermanos y abuelos. Una señora mayor del valle de Carriedo me comentaba que en su pueblo eran más severos ya que por los esposos el luto podía durar toda la vida, por los padres tres años y en el caso de los hermanos lo normal eran dos años. En este tiempo debían de ir de luto riguroso y finalizado el periodo acostumbrado, ya estaba permitido vestir de alivio, es decir, color gris, malva, morado o combinado con blanco. Tampoco podían llevar cualquier joya, estas debían de ser con piedras negras u oscuras, como el azabache, la amatista y el ónice.

     Los hombres pasados el primer año llevaban una cinta negra en la solapa de la chaqueta y en el sombrero.  Los gemelos tenían que ser negros. También señalaban el luto con corbatas negras o un botón en la solapa e incluso un triángulo de tela del mismo color.

     Cuando estaban de luto no podían acudir a fiestas, bailes, bodas o lugares de diversión. Las bodas familiares se aplazaban o se hacían en la más estricta intimidad. Los hombres no podían acudir al bar o a las tabernas.

     Y todo esto en muchas ocasiones se veía agravado con el fallecimiento de varios miembros de la misma familia. Recuerdo oír de niña en una de esas tertulias de vecinas que hablaban de una señora que estaba soltera porque “la pobre” decían, se pasó la juventud de luto, primero se murió el padre, después la abuela, más tarde dos tías y así varios familiares más, que la robaron la juventud.

     Los lutos comenzaron a desaparecer a mediados de los años sesenta del siglo pasado. Las mujeres más atrevidas que dieron el primer paso para terminar con esta penosa tradición, no estuvieron exentas de críticas por parte de sus vecinas, en especial de las más mayores, pero poco a poco, fue siendo imitado por el resto del vecindario convirtiéndose así en algo normal.

     En los lutos hemos avanzado positivamente. El dolor se lleva en el corazón, no en las ropas, cuando perdemos a un ser querido es cuando más necesitamos la compañía de nuestros amigos para superar la tristeza, y no estar encerrados a cal y canto.

    

 


domingo, 2 de octubre de 2022

 



EL HUSO Y LA RUECA

     Recientemente acudí a ver una obra de teatro en el valle de Carriedo, más concretamente en Selaya, me sorprendí muy gratamente al ver que una de las actrices principales era una excompañera del colegio de los Sagrados Corazones de Argomilla de Cayón, colegio ya desaparecido. ¡Cuantos años habían pasado! Ella sigue siendo una gran actriz. Recuerdo que al finalizar uno de los cursos, creo que yo tenía entonces 10 años, hicimos una obra de teatro, “La bella durmiente del bosque”. Esta compañera era la princesa en la obra, la función estaba basada en un cuento que Charles Perrault escribió en el año 1697. Una de las Hadas, la malvada, por venganza de no haber sido invitada al bautizo de la princesa, la maldijo de la siguiente manera:Cuando cumpla quince o dieciséis años se pinchará el dedo con un huso de una rueca y morirá”.

     Al ver a mi excompañera vino a mi mente esta escena, y todo esto me ha recordado mis visitas, esas que tanto me gustaban hacer al desván familiar. Allí se podían encontrar cosas muy curiosas y antiguas, entre ellas había una rueca y un huso de hilar, totalmente desaparecidos en estos tiempos. El huso era un instrumento utilizado para el hilado a mano para retorcer y devanar el hilo que se va formando en la rueca. Era una pieza de hierro, que también podía ser de madera, de forma cilíndrica y alargada. La rueca era el torno de hilar, generalmente una vara delgada de caña u otra madera ligera, con un armazón en sus extremos, servía como soporte para la fibra del algodón, cáñamo, lana o lino que se hilaba.

     Este oficio, ya desaparecido, como era el de las hilanderas y tejedores en nuestros valles, se practicaba cuando se esquilaban las ovejas y carneros, esto se hacía una vez al año al terminar la primavera. La lana se aprovechaba si era menester, para hacer los colchones del hogar con la sobrante o almacenada, las hilanderas tejían, primeramente, cardaban con dos tablas de madera con puntas de alambre e iban peinando la lana, quitando los nudos y desechos, y de este modo obtenían los vellones de lana. Tenemos constancia que hace ocho mil años los vellones eran de color marrón. El vellón de una oveja madura tiene un peso de 4,5 a 7,7 kilos por esquila con una longitud de fibra de 8,9 a 15 centímetros de larga. Para tejer una manta de 1,20 metros por 0,90 m. Se necesitaban 2 kilos de vellón. La lana una vez elaborada se podía doblar en vueltas iguales y recibía el nombre de madejas. Por el contrario, el ovillo es cuando está enrollada en forma de pelota u óvalo. Para tejer con lana es necesario hacer ovillos. Recuerdo en mi infancia cuando se compraba la lana en madejas, estando en casa de Pepa Sánchez, mi vecina, a quien yo quería como a mi abuela, en muchas ocasiones me ponía las madejas en las muñecas, con la separación del largo de éstas, mientras ella devanaba haciendo los ovillos para poder tejer.

      El puerto de Santander fue testigo en los siglos XIV y XV del comercio entre Castilla y Europa, muy especialmente con Flandes donde existía una importante relación comercial ya que Castilla exportaba gran cantidad de lana, principalmente de raza merina, y en Flandes se manufacturaban paños de gran calidad y se exportaba a gran escala. Igualmente hubo un importante contacto comercial con Francia e Inglaterra, fue una época dorada para el comercio de la lana y textil que conectaba con el mercado de ferias interiores de Castilla, siendo la semilla del auge económico del reino. Han sido muy famosas las Ferias de Medina del Campo (1404/5) y curiosamente en este lugar se utilizó por primera vez la “Letra de cambio”. Medina de Rioseco (1423) y Villalón (1434) han sido las ferias más famosas del comercio de la lana. 

     Hace sesenta años era muy habitual ver en los barrios de Cayón, en el verano o cuando hacía buen tiempo, a las vecinas tejiendo a la sombra, concretamente en mi barrio de San Antonio, bajo el castaño de Amílcar y posteriormente, en el Cajigal bajo la cajiga ya desaparecida en el centro del barrio. Las vecinas se reunían por las tardes y era muy habitual verlas tejiendo con lana, bien a ganchillo o punto. En el invierno algunas también se reunían en sus casas y aprovechaban para tomarse un rico café mientras cosían o tejían y se ponían al día de las últimas noticias, pues entonces no existía el internet. En aquellos tiempos ellas se encargaban de confeccionar las chaquetas, jerséis, bufandas e incluso calcetines para la familia, había también quienes competían por hacer la manta más bonita, o esas preciosas colchas de ganchillo, mientras nosotros, sus hijos, jugábamos cerca de ellas. Las abuelas y tías también tejían con mucho cariño, siempre recuerdo a mi abuela Isabel y a mi tía Gloria en Villacarriedo, tejiéndonos esos preciosos jerséis a punto, a mi hermano y a mí.  Las prendas interiores para la “niña” con sus lacitos de colores y que después todas las vecinas copiaban, poniéndome, dicho sea de paso, de muy mal humor, pues para poder copiar el punto no dudaban en quitarme el vestido o subírmelo. Como han cambiado los tiempos. Actualmente es muy raro ver a las mamás tejiendo, se compra todo confeccionado, y el tiempo libre se dedica para jugar con el teléfono, el ordenador o la Tablet.  También es cierto que la mayoría de las madres trabajan fuera de casa, algo que hace sesenta años y muchos más, no era así en la mayoría de los casos.